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Na Jaemin era bien conocido dentro del mundo de la política por su falta de empatía hacia personas que no fueran de su círculo social y privado

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Na Jaemin era bien conocido dentro del mundo de la política por su falta de empatía hacia personas que no fueran de su círculo social y privado.

Y eso era lo que le sobraba al mundo.

Pero Jaemin era un hombre con poco corazón y poca humanidad.

Justo lo que necesitaban, una persona poco empática para hacer el trabajo sucio que la política escondía por detrás.

Su trabajo era difícil ante los ojos de las demás personas, pero para Jaemin no era solamente una decepción para los trabajadores. No, para Jaemin era el “arte de la decepción”, disfrutaba de ver el sufrimiento ajeno e incluso le hacía sentir que estaba haciendo un buen trabajo.

¿Pero en qué consistía exactamente su trabajo?

Jaemin era el encargado de cerrar pequeños comercios que no tenían la autorización del gobierno para su establecimiento, logrando generar desempleo y hambruna. Él mismo sobornaba a los dueños de los orfanatos para poder demolerlos y construir nuevos clubes de golf y estacionamientos que él mismo les sacaría provecho. Pero por sobre todo, Jaemin estaba a cargo de la desaparición de personas que solo comprometían el avance de la nación.

Gracias a sus acciones había quedado como candidato a presidente de La República de Corea, y obtendría un ascenso directo una vez que terminara de exterminar a aquellos estúpidos híbridos.

Y con justa razón era apodado “engendro maligno” entre las bocas de los empleados funcionales de los edificios de gobernación. Nadie importaba para él. Nadie aparte de su pequeño hermanito Jisung y Jeno, pero Jeno y Yangyang eran como uña y mugre, por ello, Yangyang se sumaba a la lista de personas importantes para Jaemin.

Y justo en aquellos instantes, el engendro maligno estaba desesperado por sacar a ese humano pulgoso de su sofá y mandarlo a la calle.

De solo pensar en que se encontraba dormido en su costoso sofá algo se revolvía en su estómago, y no eran exactamente las estúpidas mariposas en respuesta al estrés y adrenalina, sino era más bien por aquel sentimiento de repugnancia hacia ese delgado cuerpo lleno de hematomas y golpes.

Ese tonto híbrido dormía plácidamente sobre su sofá. Con solo un abrigo cubriéndole y desprendiendo un repugnante aroma a medicamentos.

— Voy a comprar prendas para él— anunció Lee saliendo lo más rápido posible del departamento en donde la tensión reinaba a causa de Na y sus enormes narinas a causa del enojo.

Na Jaemin solo quería golpear a su estúpido mejor amigo por dejarle a solas con ese pulgoso animal defectuoso.
Ni siquiera sus orejas estaban a par. De cierta manera, eso era adorable para los demás humanos que le vieron en la calle divagando, pero para Jaemin eso solo significaba que el banco genético había estado flojo durante su creación.

Lo pensaba como si no fuera intolerante a la lactosa.

Jaemin bebió su café directamente de la jarra contenedora de la cafetera, sintiendo algo de ansiedad recorriendo todo su torrente sanguíneo.

El azabache terminó dejando caer abruptamente el contenedor en forma de jarrita al escuchar un sollozo.

No, por favor, no.

¿Por qué ahora?

¿La vida lo odiaba?

No era un sollozo humano, pero tampoco era uno de gatito. Era un chillido agudo similar a los sonidos que los zorros hacían, el sollozo fue tan agudo que sacó aún más a Jaemin de sus casillas.

Genial, ahora tenía un híbrido chillón para cuidar.

— ¡Cállate de una puta vez!— el fuerte grito por parte de Na solo logró empeorar la situación.

Cuando menos lo pensó el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose fue lo único que sonó dentro del silencioso departamento.

Y ahí se había ido su esperanza de concluir con su investigación sobre los híbridos.

Jeno lo mataría si se enteraba que había dejado huir al humano pulgoso, pero él antes se quitaría la vida por su maldita estupidez de dejarle ir tan fácil.

Corrió sin importar que un vidrio de la jarrita rota se hubiese clavado en lo más profundo de su pie, corrió en dirección a los elevadores dejando un largo rastro de abundante, rojiza y brillante sangre.

Jaemin sintió su corazón volver a la normalidad al observar al humano con orejitas del otro lado del edificio. Fue su turno de agradecer el vivir en la punta de la torre.

Los elevadores eran tardados, y ahora tenía al desnudo híbrido de ojos mieles viéndole con preocupación y expectación.

El experimento RJ07 se acercó a pasos lentos hacia el atractivo azabache con piel ahora pálida y pie lleno de sangre. En esos momentos, a RJ07 poco le importó que le hubiese hablado de mala manera algunos segundos atrás, ahora tenía como objetivo cuidar de su amo y curarle esa fea herida que desprendía un desagradable olor a hierro.

El animalito tomó la mano del contrario y se encaminó en dirección al departamento, tomando los restos de sangre como su única guía a lo desconocido.

Esa tarde RJ07 terminó curando a Na Jaemin con muchos vendajes, antisépticos, suaves caricias y amor.

Amor, ese era el único objetivo de su creación.

Y sumisión. Pero eso pocos lo saben.

Ahora debía brindarle todo ese amor a Jaemin, quién le había dejado quedarse en su hogar, debía brindarle todo eso que ninguno llegó a sentir.

Na Jaemin se encontraba dopado, puesto que RJ07 confundió el botecito de los calmantes de dolor con el botecito de metanfetaminas de Yangyang.

Y solo por esa razón, Jaemin no se había alejado del pulgoso humano.

Y solo por esa razón, Jaemin no se había alejado del pulgoso humano

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hybrid ; renmin ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora