La oscuridad era la única invadiendo los rincones, llenándolos con aquella esencia en la que sólo se respiraba maldad, desesperanza y venganza...
En su secreta guarida, tan íntima como sus maldades, se encontraba el Señor de los Demonios, aquel misterioso ser que estuvo tras la pista de los soldados de Hyrule para acabar con uno en particular, con aquel que por siempre le había fastidiado sus planes, el que le impedía sentirse admirado a los ojos de su idolatrado amo.
El ente sostenía en sus manos una esfera de energía capaz de mostrarle todo lo que se le pasara por la cabeza. En esos momentos observaba a un joven en una carroza, el que miraba por la ventana con expresión arrogante y creída.
- Grahim...
El macabro ser se dio la vuelta para encontrarse con la razón de su fidelidad, único sentimiento íntegro que lo caracterizaba dentro de tanta podredumbre.
- Amo...
- ¿Qué haces mirando a ese sujeto insignificante? – preguntó enojado. – ¿No se supone que deberías estar atento al mocoso? ¡Después de lo que descubriste, ese es el que importa!
Grahim sólo rio por lo bajo, sin intención de causar enojo en su amo.
- Mi apreciado amo. – dijo Grahim, volteándose a verlo. – Con todo respeto, su impaciencia sólo causará que el objetivo se vea más lejano.
- ¿Qué quieres decir?
- He estado observando al mocoso desde hace mucho tiempo, y he descubierto que tiene un punto débil. – dijo, relamiéndose de la dicha.
- ¿Y qué tiene que ver eso con el sujeto que estás observando?
- Es el arma perfecta para debilitarlo más, y así podremos aprovechar en obtenerlo. Con la guardia baja será más sencillo todo.
- Interesante...
- Ahora... sólo toca esperar ver cómo se dan las situaciones que estoy prediciendo. Paciencia.
El villano y su amo siguieron observando la esfera de sus deseadas desgracias, regocijándose en sus planes.
...
En las vastas llanuras del reino, tres soldados se encontraban cumpliendo una misión, una muy indeseada para Link. El grupo se dirigía al encuentro con el príncipe Alvar para escoltarlo al castillo, para su reunión con la princesa Zelda.
Link aun sentía en su mejilla el golpe de la bofetada de la mujer de su vida. No pudo dormir en toda la noche por retorcerse del arrepentimiento al dolor causado a su amada, sintiéndose un verdadero imbécil. Pero era inevitable la separación con ella, pues su destino con el príncipe estaba echado, y él tendría que irse de su vida para siempre.
Cual daga lastimera la ruptura le había atravesado el corazón.
Finalmente llegaron hasta la carroza originada de Britai, en donde estaba el príncipe esperando. Los caballeros del lejano reino abrieron la puerta, permitiendo la salida del noble.
No había duda que el hombre era apuesto. Se caracterizaba por finas facciones, cabello castaño y ojos azules, tan profundos como el mar; vestía elegantemente de rojo y negro. Sin duda era digno de una esposa como Zelda. Sin embargo, en aquella preciosa mirada se reflejaba arrogancia, egolatría y malas intenciones.
Link, a pesar de percibir dentro de él aires oscuros, se acercó para darle la bienvenida.
- Bienvenido al reino de Hyrule, príncipe Alvar. – dijo Link, haciendo una reverencia. – Es un honor tenerlo con nosotros.
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El deber del corazón
Fiksi PenggemarLink es un joven con un gran vacío en su alma. Por eso abandona Ordon y viaja al Castillo de Hyrule. Ahí no solo encontrará las respuestas a sus preguntas, sino que también experimentará por primera vez el amor y la pasión hacia el objeto de su resp...