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Capítulo 3. Pedazos

-Me disculpo -pronunció la mujer frente a ella.

-No hay problema -sonrió todavía con las lágrimas en sus mejillas.

-¿Sucede algo? No luce bien, señorita -el tono de preocupación en voz le recordó al que usaba Rose cuando le hablaba.

Pieck miró a su alrededor. La voz de Porco se escuchó a lo lejos, llamándola.

-Yo... tengo que irme de aquí, discúlpeme -salió con rapidez.

Corrió hasta su hogar, encerrándose en su habitación. Su padre estaba trabajando y volvería en unas horas.

Repasó los momentos de aquel día, la cierta melancolía que sintió cuando se cruzó a esa mujer.

Había dejado solo a Porco, cuando en la mañana estaban juntos, hablando, como si nada más existiera.

-Soy una tonta, Porco. Me dejé llevar por mi dolor sin tener en cuenta todo lo que has hecho por mi durante los últimos años.

-¿Pudiste alcanzarla? -preguntó Zeke en cuanto vio al rubio acercándose a él, haciéndole un ademán a la enfermera para que se llevara al abuelo hacia el interior del hospital.

-No la encontré en los baños -respondió con pesar-. Creo que se fue -dijo tomando asiento, apoyando su cuerpo de manera pesada en el banco-. Estoy seguro de que le dijo algo realmente importante -pronunció pensativo-. ¿Y si se lo dijo? -preguntó temeroso.

Zeke se sentó a su lado.

-Si te refieres a eso, pues yo no lo creo. Pieck no tenía la expresión de una persona que acaba de enterarse de algo así. Además, ¿de esa forma? ¿Sin pruebas ni motivos? No lo veo factible.

-Factible o no, esa mujer le dijo algo, y lo peor, algo sobre mí -pronunció molesto-. ¿Y si le contó lo que sucedió conmigo? -preguntó asustado, mirando a su superior.

-¿Qué te acostaste con esa prostituta? Pieck ya lo sabía desde antes -rio, prendiendo un cigarrillo.

-¡¿Qué?! -Porco se puso de pie, alterado-. ¡¿Cómo que ya lo sabe?! ¡¿Quién se lo dijo?! -preguntó con enojo, dispuesto a golpear a quien sea.

-Yo -respondió con simpleza.

La expresión del joven se endureció por completo.

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo pudiste?! ¡¿Por qué?! -interrogó de manera rápida, tomándolo del cuello de la camisa.

-¡Oye, cálmate! -pidió, apartando las manos del muchacho-. Es más, deberías agradecérmelo. Tú estabas lo suficientemente avergonzado como para hablar sobre eso, y esa mujer era hasta capaz de contárselo, mezclando las cosas y empeorándolo todo -explicó.

Porco ni siquiera habló, estaba pensativo.

-Por eso mejor se lo dije yo, directa y sinceramente. Incluso le dije que yo te había llevado a ese sitio... y me golpeó -agregó con cierta molestia al recordar los golpes que la chica le propinó por haber metido a Porco en esos lugares poco confiables.

-¿Entonces que fue lo que le dijo? -comenzó a serenarse-. ¿Y si le dijo eso? -insistió.

-¡Que no, carajo, entiende! Pieck no es el tipo de persona que reaccionaría de esa manera- repitió hastiado.

Mutter [Pieck Finger] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora