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Capítulo 7. Madre

—Porco, a veces pienso que te preocupas demasiado —rio la pelinegra, sentándose en la banca junto al rubio que aún seguía consternado por lo sucedido. Poco a poco sus facciones comenzaban a suavizarse.

—Bueno, yo me adelantaré al cuartel. Los veré ahí en un rato —saludó Zeke antes de dejarlos a solas. Sabía que había cosas que el rubio debía solucionar antes de que todo se terminara por arruinar. Y él también debía ocuparse de algo.

—Estabas con una amiga, ¿no? Jamás la había visto, ¿quién es? —preguntó guardando su temor para no llamar la atención de la chica.

—La conocí hace unos días en el hospital y volví a encontrármela en el cuartel. Es muy agradable, se llama Anne —sonrió confiada.

—¿Y de dónde salió? No es alguien que haya visto por aquí antes.

—No lo sé, Pokko, aun no hemos hablado lo suficiente, pero hay algo de ella que me hace tener confianza. Hay mucho cariño en sus palabras y gestos hacia mí, me recuerda a tu madre —apoyó su mano en la del chico, dejando una suave caricia.

Porco lo temía y finalmente sucedió. Todo indicaba que Anne buscaba de una vez por todas acercarse a su hija.

Anne Letwick abandonó a su familia sin ningún remordimiento y ahora parecía querer buscar redención. Pieck estaba frente a su madre sin darse cuenta. ¿Siquiera sabía que ella vivía? ¿Estaría interesada en conocerla a pesar de todo? ¿Qué pretendía Anne? ¿Qué tenían que ver la señora Gross y su hija en todo esto? Eran interrogantes que por el momento no tenían respuesta y solo causaban más intriga en él.

¿O quizás la solución estaba más que clara? ¿Y si todo se soluciona de esa manera?

Pieck y Anne, madre e hija encontrándose, la verdad saliendo a la luz sin que la maldad de nadie se pusiera en el camino.

—¿Estás bien, Pokko? —preguntó al verlo tan perdido en sus pensamientos.

—Claro que sí, jamás he estado mejor —respondió. Sentía que el alma había regresado a su cuerpo finalmente. Ahora parecía haber un atisbo de esperanza. Esperaba no equivocarse—. ¿Regresamos? Me gustaría hablar con el Capitán acerca de los próximos entrenamientos.

Poniéndose de pie, la mujer se acercó lo suficiente para atraparlo en un abrazo repentino y lleno de cariño.

—¿Qué sucede? —rio al sentirse apretado entre los brazos de la chica alrededor de su cuello.

—Estoy feliz. Me agrada tener una amiga, ya me estaba acostumbrando a tenerlos a ustedes pero ahora podré hablar con alguien más que solo tu mamá –pronunció con evidente alegría en su voz, mirándolo a los ojos, percibiéndose un claro brillo en ellos.

—Si tú estás feliz, entonces yo también —le sonrió. No tenía sentido hacerla sentir insegura sobre la repentina amistad que estaba surgiendo entre ambas. Finalmente eso le ayudaría a confesarle toda la verdad con el menor dolor posible. O al menos eso esperaba.

Zeke caminaba a paso rápido, su dirección estaba más que decidida. El bar de siempre, la puerta trasera del lugar al que se adentró tantas veces en busca de placer, pero que ahora solo quería encontrar una solución menos dramática de la que imaginaba su mente. Entró rápidamente como si nada más importaba y buscó con ansiedad a la mujer que le estaba causando más de un problema. En su lugar encontró a alguien con quien debía tener una conversación pendiente y dudas por aclarar.

—Anne, dime por qué buscas a Pieck —cuestionó en cuanto la vio la espaldas, acomodando sus pertenencias en uno de los cajones del mueble que compartía con una de sus compañeras. Volteó rápidamente cuando escuchó a ese ya tan conocido cliente del lugar.

Mutter [Pieck Finger] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora