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Capítulo 4. Lazos

—No lo sé.

—Pieck, tengo muchas cosas que decirte, ni siquiera sé cómo comenzar, yo—

—Está bien —soltó de imprevisto—. Es tu vida, no tengo porqué entrometerme.

—No, no está bien. Eres parte de mi vida, mereces saber todo sobre mí —sinceró, acercándose a ella.

—Realmente no tienes porqué hacerlo. Somos amigos y debo respetarte. Lo que hice hoy no estuvo bien, lo admito —pronunció ligeramente apenada, bajando la mirada hacia el suelo. Los dedos de Porco subieron hasta su mentón, haciendo que sus ojos volvieran a encontrarse.

—Estoy enamorado de ti.

—No sé si realmente estés hecho para estar con alguien como yo.

—¿Alguien como tú? ¿Qué es lo que te hace diferente a otras mujeres? —preguntó sin quitar su mano del rostro femenino.

—Solo con mirarme te das cuenta. Estoy lejos de ser el tipo de mujer que te pretende, o peor aún, de las que sueles frecuentar.

—Eso sólo sucedió una vez y tenía como diecisiete años. Zeke fue quien me llevó y-

—Ya sé, ya conozco toda la historia —interrumpió, sin deseos de saber algo más sobre eso—. Pero hay una gran diferencia entre saberlo por alguien más, a que te lo diga la persona en cuestión.

—Fue mi culpa por dejarte sola —aceptó, apartando la mano del rostro de la chica.

—No importa —repitió.

—No, sí importa—elevó un poco su voz.

—Habla más bajo, mi padre está durmiendo —susurró—. Mejor vayamos al patio, ahí podremos hablar con tranquilidad.

Ambos salieron por la puerta trasera. Hacía un poco de frío, causando que la chica se abrazara a sí misma, apretando su abrigo contra ella.

—Toma, no quiero que vayas a enfermarte —se quitó la chaqueta, colocándola sobre los hombros de la chica. Le quedaba enorme, lo cual causó cierta gracia en el chico, sonrojándola al instante.

—Te ves tierna de esa manera —insinuó acariciando la suave mejilla de ella. El sonrojo aumentó de sobremanera.

—Cállate, no me distraigas.

—Perdón, perdón —rió.

—Tonto —susurró, sacándole una sonrisa a Porco, quien cambió su semblante a uno totalmente serio de un momento a otro.

—Aún me quedan cosas por decirte —mencionó.

—Habla, entonces —respondió con simpleza, acariciando la tela de la chaqueta sin que él se diera cuenta.

—Te amo y quiero estar contigo. Eso es lo más sincero que he dicho en años, y estoy seguro de lo que siento.

—Me alegra saber que tienes en claro tus sentimientos. A mí me invaden las dudas cada tanto —suspiró con pesadez.

Mutter [Pieck Finger] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora