Capítulo 1 MATIAS

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05 de marzo de 1998

Tengo un mal presentimiento. Mi familia decidió mudarse este año a Árbol Negro, un pueblo el cual nunca había escuchado mencionar antes, pero, es famoso aquí en el sur de Chile. La primera intención de mi familia era que ingrese al tan nombrado Colegio San Ángel, establecimiento privado de primer nivel que cuenta con una amplia construcción tipo palacio rococó, gótico diría yo por la oscuridad que existe en sus paredes y al parecer en su historia. He decidido por cuenta propia mantenerme lo más lejos posible de aquel lugar, creo que me quitaría el alma con tan solo mantenerme un momento frente al sitio. Al menos la escuela podrá refugiarme por este año... Y ya es mucho decir considerando que es la N• 666.

Me llamo Matías y por algún motivo creo que es importante que escriba mi diario como cuando se cuenta una historia, como si alguien estuviera leyendo tras estas hojas amarillas por los años y el descuido.

Para comenzar tengo un hermoso perrito que mi padre, madre y yo rescatamos de una caja de cartón a la orilla de una playa. La maldad del ser humano parece en algunos casos no tener límites. Pero ahora él es grande y fuerte como un lobo, se llama kromo, si... como el elemento químico CROMO pero con "K". El día que lo encontramos dentro de su caja estaba mordiendo una tabla periódica entre medio de la basura que estaba junto a él y lo único que se leía era aquel elemento, decidí llamarlo así, de alguna manera creo que buscó su propio nombre.

08 de mayo de 1998

Ha pasado un tiempo, un par de meses aquí en la escuela, en el pueblo, y he logrado establecer amistad con Kein y Ari, pero no sé la razón del ¿por qué? tengo la sensación de que todo está funcionando como algo preestablecido, orquestado como una gran sinfónica demoníaca o tal vez es mi extensa imaginación y afición a la revista PARANORMAL que mañana lanza su nuevo número, el que me tiene en una paranoia perpetua como dice mi madre.

Tengo que contarles también que el próximo año me cambiaré al colegio San Ángel y no se que pensar.

Ayer cuando me dirigía a mi casa después de la escuela pasé por el parque de San Ángel para familiarizarme un poco con ese macabro lugar mientras se cubría mi entorno con una extraña y espesa neblina. Decidí tomar asiento en una de las bancas a esperar que dicho fenómeno natural se disipara, me sentía tranquilo por que escuchaba un columpio moverse, intuí que habría una familia acompañando a aquel niño que se balanceaba entre la niebla. Observe para buscar a sus padres o amigos. Ahora que lo pienso no se en que minuto llegó hasta aquellos juegos.

Mientras busco con la mirada algún indicio de sus progenitores, escucho el sonido abrupto de los oxidados metales y luego un envolvente silencio. Aquel lugar atrae mi atención nuevamente, observo hacia el niño al parecer menor que yo mientras me acaricio la nuca. Entre tanto la neblina se disipaba y podía ver su negra vestimenta tan extravagante como el interior gótico del colegio San Ángel, creo que este lugar de algún modo sigue en el pasado pensé.

El niño pronto está de pie más cerca de mi, inmóvil e intimidante, aunque no distinguía su rostro. Comencé a tener miedo cuando escuchaba murmullos que pronunciaban muchas cosas, como si repentinamente aquel parque estuviera lleno de niños, hasta que logré distinguir qué los murmullos estaban más cerca al igual que aquel pequeño. Aquellos sonidos decían y repetían interminablemente mi nombre.

Tenía tanta angustia que comencé a llorar del miedo hasta que un chico al parecer de mi edad se acerca hacia mi desde una dirección que no había distinguido antes. La neblina desaparece de pronto y me levanto estrepitoso del banco, mi respiración estaba tan agitada que me costó mucho trabajo calmarme
— ¿Estás bien amigo? — preguntó el chico.
— No lo se, yo... no se.
— Me llamo Esteban, vives por aquí cerca? si gustas puedo decirle a mis padres que te llevemos hasta tu casa.

El chico fue amable y por un momento vi un destello de luz en la oscuridad de la situación, pero esa noche no pude ver la misma luz.

Me quede más tarde de lo usual viendo televisión junto a Kromo, de todas formas no me sentía cansado. De pronto mi perro comienza a ladrar  fuera de si, mirando hacia el exterior de la casa. Al dirigir la mirada hacia ese lugar pude distinguir la sombra de un niño entre la oscuridad de mi jardín, sombra que escapó corriendo hacia el bosque cuando me asomé, no sé cómo me descuidé tanto pero abrí la ventana corrediza, lo que permitió a Kromo ir tras aquella extraña figura, no podrá salir del recinto pensé. Casi como si estuviera hipnotizado fui tras él. Mi miedo se fue a la punta del cerro cuando imaginé que algo malo podía pasarle a mi querido amigo. Así, cuando estaba fuera para ir tras Kromo, me desplazo bajo unos arbustos empapados por el rocío de la noche e iluminados por la luna llena y me vi de pronto frente a San Ángel otra vez.
Escuchaba los ladridos de Kromo al interior de las grandes puertas que ahora se abrían lentamente como invitándome a pasar. En el interior al final del pasillo esperaba una figura humanoide sostenida en cuatro patas con el cuerpo tercio pelado y mandíbula humana. Eso fue lo que pude distinguir cuando se acercó precipitoso hacia Kromo tomándolo desde su cabeza y devorándolo desde las patas traseras lentamente frente a mis ojos mientras él se lamentaba y apagaba poco a poco su vida.

La mitad del cuerpo calló al suelo cuando la figura humanoide se aleja con dolor luego de que un extraño niño apareciera en cuclillas al lado de mi amigo, el cual no sangraba más bien se consumía como las brazas de un leño.

Me acerqué corriendo hacia mi perro y lloré como nunca lo había hecho en mi vida, mientras ese extraño niño miraba con sus fríos ojos azules que brillaban en la oscuridad
— No quiero que sufra — le dije.

Y un último llanto escuché del canino, la ceniza de su cuerpo levitaba a un costado del niño el cual se levanta y desaparece entre la oscuridad.

Mucho tiempo pasó, pero el día en que mi amigo Esteban desentrañó uno de los más grandes misterios de nuestro país, vi por última vez a aquel extraño niño y a Kromo moviendo su cola, jugando conmigo desde la distancia y moviendo su cabeza como solía hacerlo cuando estaba feliz. Ahí supe que no tenía de qué preocuparme y que aquel niño esa noche hizo realidad mi deseo, después de mi mal presentimiento.

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