Prólogo

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Una amorosa madre levanta a su niña con el simple llamado de: -Lottie, ya son y media.

No necesitaba más que eso para despertar. Y no es que no deseara seguir durmiendo, pero sabía que si no lo hacía su padre llegaría tarde a trabajar.

Se colocó su falda naranja favorita, sus medias rayadas de colores, sus zapatos de charol y un suéter negro que la somnolencia hizo que estuviera al revés.

Su madre se lo quitó para ponérselo como correspondía y mientras ataba su cabello Charlotte aún dormitaba.

Malcolm comenzó a llorar, y por más lindo y apretujable que se veía, a veces odiaba esos llantos matutinos.

Como es costumbre no desayunó o se le revolvería el estómago. En cambio se durmió en la mesa hasta que su padre puso una mano en su espalda. Un dulce aparece frente a sus ojos cuando los abre, animando su semblante y despertando el cuerpo ansioso por esa barra de chocolate.

-¡Gracias! -se abraza a la espalda de su padre cuando Amanda aparece con el regaño en su rostro.

-No tiene nada en el estómago ¿y tú le das dulces? ¿No te enseñaron lo básico de la pirámide nutricional?

-También tengo uno para ti -Amanda flaquea al ver su bombón favorito.

-Eso no cambia mi punto.

-Lo sé y por eso sé que mis hijos tienen una madre maravillosa -besa sus labios con cariño.

En el auto le gustaba dibujar los vidrios empañados por el frío. Al menos una distracción antes de llegar a la tortuosa escuela: un edificio que a diferencia de su escuela primaria, era más apagado.

Subió al piso de su próxima clase y comenzó a jugar con su cubo mágico con las manos bajo la mesa, mientras esperaba a que el salón se llenara y llegara el profesor.

-Hola -se acerca una niña pecosa de cabello enmarañado.

"Hola" quería decirle, pero el hecho de que le hablara la ponía sumamente nerviosa. Comenzaba a preguntarse "¿Por qué le hablaba? ¿Que quería? ¿Quería burlarse de ella? Ahora lo hará, ya está pensando que soy rara".

-Olvidaste esto ayer en la clase de gimnasia -quita la sudadera por la que la regañaron en su casa de su mochila.

-Gracias.

-Tienes linda voz. Deberías usarla más seguido, especialmente si eres nueva -le dice antes de sentarse en uno de los asientos de adelante. Charlie sentía el calor de su sangre en todo su rostro.

Su abuela la pasó a buscar como es usual. Cuidaba de sus nietos hasta la noche cuando su padre regresaba de trabajar. Pero a medida que pasaban los años, su salud se deterioraba y fue Charlie quien comenzó a cuidar de Malcolm.

-Recuerdo que tenía trece años cuando quisieron asaltar mi casa. Mi abuela corrió conmigo y Malcolm al cuarto de mis padres y nos encerró, quedando ella afuera. Tenía miedo por ella -cuenta jugando con sus manos- La extraño tanto.

-¿Pasó algo con ella esa noche? -preguntó la doctora.

-No. La perdí hace poco. Bueno, hace ya dos años, pero se siente como ayer. Esa noche me juré que a mi familia jamás le faltaría nada, que haría lo que fuera para que no tuvieran que trabajar tanto, y para que Malcolm no tuviera que preocuparse por eso.

-Es mucha presión para una niña de trece años -Charlotte baja la mirada, y asiente.

-Eso creo -se ríe para no llorar, pero una mueca se le escapa- Lo siento.

More Than Just L•O•V•E•R•SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora