INCONDICIONAL: Confesiones I.

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Confesiones I.

Charles.

Desde que era muy pequeño mi padre me dijo que debía ser un chico extrovertido y que la mayoría de las ocasiones, yo tendría que acercarme a las personas e iniciar las conversaciones para poder conocerlas y ellas a mí. Él sabía que si no era así, las personas me mirarían y pasarían de largo sin prestarme real atención. Pero sobre todas esas cosas, mis padres me incentivaron a luchar por cada uno de mis sueños.

Sabía que había algo diferente en mí, pero no me importaba, en casa mis padres siempre estaban animándome a dar lo mejor y lograr todo aquello que me propusiera. Supe que era distinto a los demás cuando entre al colegio y observé a otros niños de mi edad. Ellos podían caminar y correr a voluntad, mover sus brazos y manos con total libertad, y que decir de sus voces y las palabras, que salían de sus bocas en forma rápida y fluida. Mi realidad era un tanto distinta, y es que tener parálisis cerebral me hacía parecer extraño entre los compañeros de salón y el instituto.

Los primeros años fueron difíciles, ya que no dejaba de sentir las miradas de los demás niños sobre mí, cuando formulaba alguna palabra que no era del todo comprensible o cuando tomaba con mucho esfuerzo el lapicero de la mesa y hacía notas en mi libreta. Siempre estuve matriculado a institutos regulares, ya que mi capacidad intelectual y cognitiva era igual o un poco más amplia que los chicos de mi edad. Pienso aún con tristeza que fui aceptado en estos institutos porque mi padre era uno de los principales benefactores.

Las diferencias con mis compañeros y con los demás quedaban en relieve, siempre. Ya sea por qué mi forma de hablar se tornaba poco articulado en situaciones de suma tensión, por el ligero movimiento que tenía en la cara y el cuello al hablar o por los movimientos espasmódicos que ocasionalmente tenían mis piernas, y en ocasiones también por la espasticidad en mis brazos y manos. Ese tipo de cosas me hacían notar entre todos, siempre. Y claro aún más con la gran silla de ruedas eléctrica que me acompañaba desde niño para poder movilizarme.

Conforme el tiempo empezó a pasar las cosas empezaron a cambiar a medida que fui creciendo. A mi entrada al Instituto Metropolitano de estudios medio superior, tenía bastantes amigos hombres que me adoraban por ser el chico listo y simpático, parecía importarles poco lo diferente que éramos y siempre estaban dispuestos a saltar encima de algún bravucón que quisiera pasarse de listo conmigo. Con las mujeres fue una historia totalmente diferente, la mayoría me ignoraba o fingía una amistad para aprovecharse del chico inteligente y que las apoyaba absolutamente en sus trabajos. Algunas más siempre trataban de hacer lucir lindo mi cabello y lo hacían por igual con mi ropa.

Mis padres siempre me dieron la libertad de hacer y experimentar, así que en ese tiempo aproveché para estar la mayor parte del tiempo con mis amigos. Así que, si mis amigos me invitaban a salir, mis padres me daban siempre oportunidad de ir con ellos, Alex, Darwin, Sean y Logan.

¡Ah Logan!, mi amigo Logan. Él era varios años mayor que nosotros y estaba cursando por tercera vez el último año del Instituto. Y no es que fuera poco inteligente, por el contrario era demasiado astuto que le costaba mantenerse lejos de las peleas y los malos entendidos. Logan fue mi amor platónico, es por él que me di cuenta de que me encantaban los hombres. ¿Y cómo fue que lo supe?

Logan fue el motivo por el cual el Instituto me dio la oportunidad de ir a un viaje escolar a las montañas. El personal de la escuela y maestros alegaban aún con su "política de inclusión" que si asistía al viaje permanecería la mayor parte del tiempo en la cabaña y me perdería de las atracciones del lugar, de las actividades como el montañismo y senderismo, ya que no eran lugares que estuviesen adaptados para ser transitados por sillas de ruedas. Logan estaba hecho una furia y me prometió que yo asistiría. La verdad es que me enfrentaba a diario con pequeños problemas con todo lo que implicaba ser discapacitado, desde miradas fijas, largas e insistentes, lugares inaccesibles y hasta personas hablándome en forma pausada y en diminutivo como si fuese un niño pequeño que no podía comprenderles, pero ahora está situación me había rebasado, estaba realmente molesto, ofuscado y decepcionado con todo el asunto del viaje. Logan habló con mis padres y ellos firmaron un permiso para que él fuera mi cuidador durante el viaje, gracias a todos los cielos él era mayor de edad y fungiría a la vez como mi tutor. Así fue como compartimos cabaña y un viaje entero, que yo lo consideraría mi viaje de autodescubrimiento. Supe definitivamente que deseaba ser abrazado y mimado por un hombre. Moría porque Logan me besara y amaba pasar la mayor parte del viaje colgado de su espalda como un pequeño koala. Amaba su aroma masculino a colonia mezclada con sudor y un poco de tabaco, y sus musculosas que mostraban en que gastaba su tiempo por las tardes.

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