Confesiones II.
Erik.
El viaje a Nueva York me tenía tenso, odiaba acompañar a mis padres a sus reuniones, pero no tenía más opción que esa. Eran vacaciones y no tenía pretexto alguno para quedarme en casa, a mis aún veintidós años seguía dependiendo económicamente de mis padres y es por ello que vivía bajos sus normas y leyes.
Ellos eran la encarnación de la rectitud y las buenas costumbres. Así que para nada me sorprendió que desde muy joven me dijeran que nada que estuviese fuera de sus estándares, era permitido bajo su techo. Yo sabía por qué lo decían. Me atraparon varias ocasiones observando al joven jardinero y mis constantes intenciones de estar cerca de él. Mi padre no tuvo que ser directo para hacerme entender que sí seguía por ese camino iba a terminar sin un techo y sin su apoyo, cosa que para el joven de dieciséis años que fui en aquel entonces, era algo terrible. Eché candado a mis sentimientos y emociones para convertirme en el hombre que soy ahora, un hombre frío al cual le cuesta reconocer y demostrar el más mínimo afecto por nada y por nadie. Tal vez toda mi frialdad ante cualquier situación se daba al terrible pánico que tenía de fracasar ante mis padres y a sus normas, y a permitirme volver a sentir lo que un día sentí por ese joven jardinero. Jamás volvería a permitirme sentir algo por alguien, no podía decepcionarlos. Poco a poco me había acostumbrado a esta vida en la que yo cumplía con mi papel de heredero de los Lehnsherr.
Así que llegar a casa de los Xavier supuso para mí un descontrol total. Yo vivía bajo mis propias normas y reglas, las cuales consistían básicamente en no estar más cerca de lo necesario con las personas en general y mucho menos si eran bellos jóvenes de tez blanca como la nieve y penetrantes ojos azules. Charles era prácticamente un adolescente cuando lo vi por primera vez, tan dulcemente hermoso, con su cara pecosa y sus hebras castañas.
Lo observé detenidamente porque me era inconcebible que todas las cosas hermosas de la creación estuviesen juntas en un solo ser, uno que para mí sería inalcanzable. Traté de fingir que no lo veía, que no lo observaba con cada pequeño movimiento que hacía, con cada palabra que salía de sus labios. Traté con todas mis fuerzas de anteponer su discapacidad, para que eso me obligará a no sentir esto que ese jovencito estaba despertando en mí. Traté de verlo como un ser inferior para no reconocer mi propia vergüenza, al saber que me había ilusionado de un extraño que apenas y me había dirigido unas palabras por obligación de sus padres.
Él parecía disfrutar de la compañía de ese corpulento hombre que lo cargaba entre sus brazos, que tenía permitido tenerlo así de cerca de su pecho y de su piel. Su sonrisa estruendosa rompía mi tranquilidad y mucho más observar lo feliz y abierto que era con sus amigos. Yo moría de envidia porque deseaba ser yo quien estuviese conversando con él, tomándole la mano y haciéndolo sonreír. Deseaba llevarlo al interior de la piscina para qué se afianzará a mi cuello y poder tener a un palmo de mi rostro su sonrisa plena y su tibio aliento. Poder observar a perfección sus labios rojizos y las dos enormes pecas que vivían asentadas en su nariz. Quería ser yo quien lo sostuviera, quería ser yo la causa de su euforia y alegría.
Salvarlo de ahogarse me permitió tenerlo entre mis brazos, sentir su cuerpo frágil junto al mío e imaginar lo que podría ser, si yo lo tuviese a mi lado. Yo no podía permitirme tales cosas, tales sentimientos y por eso le hablé de ese modo frío al cual estaba acostumbrado desde hace tanto tiempo. Creó que lo herí con mi indiferencia, porque a partir de ese día se rehusaba a compartir siquiera el mismo aire en la habitación en que estábamos juntos por asuntos del trabajo de nuestros padres. Yo seguía asistiendo a las reuniones en casa de los Xavier con la única esperanza de poder verlo unos segundos, pero cada vez que nuestras miradas se cruzaban, Charles se iba como si tratara de huir de mí, de mi presencia, de mi vida.
Tuve que regresar a Alemania. Supuse que al dejar de verlo ese sentimiento que empezó a florecer dentro de mis entrañas, desaparecería. Pero no fue así, cada vez pensaba más en él, en su sonrisa y en su hermoso rostro casi angelical. Fue tanto el impacto que causó en mí, que me arroje como un estúpido imprudente a preguntarle a mis padres si habían hablado con los Xavier, que si ellos tenían noticias de Charles. Mi padre sonrió de modo irónico para decirme que me olvidará completamente de Charles, que me había sorprendido mirándolo más de la cuenta y que por nada en este mundo, permitiría que un Lehnsherr fuera un desviado y mucho menos con un chico minusválido como lo era él. Me dolió comprobar que mis padres eran unos seres retrógrados, que vivían aún con los ideales de aquel maldito hombre que a tantos había extinto en nombre de una raza superior.
Jamás volví a pregunta por Charles, y olvidé que tenía un corazón y me dediqué única y exclusivamente a seguir con mi doctorado y los negocios de los Lehnsherr. Mis padres jamás cambiaron su postura y yo por igual, nunca conseguí a una mujer que me acompañará, no la necesitaba. Necesitaba a alguien en especial, a cierto hombre que ahora estaría casi atravesando los treinta y que debería estar mucho más hermoso de lo que podía recordar. Pensaba constantemente si él aún me recordaba, si tenía de mí por lo menos una sola imagen que le hubiese dejado un buen sabor de boca y la ganas de volver a verme.
Mis padres murieron seis meses más tarde después de mi cumpleaños número treinta y cinco, en un accidente de carretera. Ahora era mi obligación seguir al frente de los negocios y eso me llevaba a volver a Nueva York con los Xavier para reanudar las negociaciones de las empresas.
Estaba ansioso por volver. En estos trece años fue lo que siempre quise, regresar a Westchester en donde vi por primera vez a Charles, en donde su sonrisa plena me dejó deseando más de él, en donde mis ilusiones volvieron a vivir. Ahora no había nada que me impidiera hablarle, no existía nada que no me permitiera acercarme a él para decirle la impresión que había causado en mí desde la primera vez que lo vi.
Continuará...
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INCONDICIONAL
Hayran KurguErik y Charles se conocieron cuando eran demasiado jóvenes para enfrentar sus sentimientos y además, había demasiadas cosas, cuestiones y personas de por medio. El tiempo y la distancia los llevó por caminos distintos, pero ese mismo tiempo les dio...