Entré en la ciudad de mis recuerdos tal y como lo calculé, mucho antes que el sol alcanzara el punto más alto del cielo... ya se ven los estandartes ondeando con el viento y el escudo de LunaLlena. Es y no es la misma ciudad que visité en la primera ocasión; son los mismos los muros que la rodean, son las mismas fuentes que ofrecen líquido cristalino al visitante y las mismas atalayas resguardan la ciudad. El mismo palacio y los mismos jardines que lo rodean, y también el mismo zoco, el laberíntico mercado de géneros en el barrio de los mercaderes. Las casas no son iguales, y las tiendas tampoco son las mismas, como si yo hubiera llegado demasiado tarde... o demasiado temprano. La gente también es otra, como en un sueño.
Compré un poco de kippe en un puesto ambulante y afortunadamente pude pagar con mis monedas, al parecer no han perdido aún su valor y con el ánima dispuesta, y el cuerpo más entusiasta por el sabor de los alimentos me dispuse a hacer el recorrido por los almacenes que pregonan alegremente, a voz en cuello sus mercaderías: porcelana de China, sedas de Cipango, especias de Golconda, rosas de Persia. Entre tanta variedad uno huele el cardamomo y la cúrcuma, la canela y los aceites... son los pasillos perfumados de los mercaderes de especias. Este zoco está construido en redondo, en círculos concéntricos con jardineras y bancas donde es muy agradable descansar, y si no vigila uno se puede perder fácilmente en ellos... pero basta uno que el círculo más exterior, es el de textiles y por tanto el más extenso, luego el de orfebres, luego el del alfareros, luego el de joyeros... y el último, el más abarrotado, el de víveres, donde hay desde alimentos preparados para consumirse in situ, hasta animales vivos para cebar.
En aquellos días cuando Kahir fingía no ser un príncipe sino un muchacho corriente, quizá el hijo de algún próspero mercader y yo fingía ser solo "Gina". Gina, un nombre vulgar, demasiado corriente para ocultar mi identidad, gustábamos de dar largos paseos fingiendo ambos ser lo que no éramos: amantes buscándose y encontrándose.
Ahí, en ese lugar, ante el tumulto de gente que viene y va, que entra y sale arrastrando carros con mercaderías, podíamos permitirnos cercanías y confianzas que él jamás osaría en palacio, rodeado por guardias y la vigilancia de Chapur... caminar uno muy cerca del otro, tomarnos de las manos como las parejas lo hacen, andar en fila india para permitir el paso y constatar, por el rabillo del ojo, que él estaba al pendiente de mi andar o quizá, adivinando mi cuerpo bajo las muchas telas de mi vestido, cómo saber, hasta aquel día en que un rapazuelo me salió al paso de alguna de las tiendas y si Kahir no me hubiera refrenado, lo habría hecho caer al suelo.
Lo hizo automáticamente, rodeándome la cintura con su brazo musculado, pero terso, y con su mano firme pero bondadosa, debajo de mis senos. Sentí, y él debió haber sentido el subir y bajar de mi pecho al exhalar todo el aire, tanto era mi estupor e incredulidad por lo que había pasado (imposible pensar mal de él, pero en el fondo yo lo estaba deseando) y en ese momento sentí, como nunca he sentido, algo duro y suave recargarse en mis caderas, ¿quizá la empuñadura de su daga? Su aliento en mi nuca, la incredulidad en mi mirada, espera, me dijo al oído.
Pero el chiquillo pasó corriendo a un lado sin darse cuenta de lo que acababa de desencadenar y yo....¿era consciente de que había sucedido? Volteé a mirarle, y Kahir me devolvió una sonrisa de complicidad. Su semblante estaba cárdeno, como presa de una ira incontenible, ardiendo, pero dueño de sí. Jamás le había visto así. Ahora, al pensar en ello no puedo sino abandonarme a fantasías tan incendiarias que nunca confesaré. Bueno, tal vez a él sí, pero no en este momento: me acababa de detener, mecánicamente, frente al almacén que solía ser de Simbad.
No había nadie allí.
-Pero si es la chica que fingía ser sirvienta en el palacio real...
Ay, no, no puede ser él... no quiero girarme y que la primera persona que veo sea él...
ESTÁS LEYENDO
Amaar, Una Historia de Dress Up! Time Princess
FanfictionEn mi mente solo éramos Chapur y yo haciendo incansablemente el amor por siempre, él besándome por todo el cuerpo y yo buscándole a tientas en la oscuridad gimiendo y rogándole, que me hiciera suya una y otra vez, ya lo era, desde ese instante y pa...