Capítulo VI: Encierro

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No quería salir de mi cama para nada, quería quedarme ahí para siempre, y morirme ahí o algo así. La cama era el único lugar donde no solo que podía estar a salvo, sino que cerrando los ojos podía desaparecer del mundo y de mi cabeza por un rato.
Le texteé a mi compañera de cursada, diciéndole que me dijese la nota del exámen ya que me sentía mal y no podría ir; me dijo que no había problema, así que procedí a apagar mi celular y dejarlo lo más lejos posible de mí, no quería saber nada con nadie, ya que nadie puede ayudarme.
Cris me había llamado, anteayer había pasado toda la pelea y yo seguía algo enojada.
—Joana— mi mamá golpeó la puerta suavemente para ingresar a mi habitación.
—¿Que pasó con Cris?— me dijo sentándose en los pies de mi cama, y le respondí sin moverme de la posición en la que estaba.
—Su viejo me hizo menos por la carrera y no me defendió, y me dió a entender que si sabía que el iba a estar en casa, no me invitaba— dije inexpresiva
—Me está preguntando si estás bien, hija, la tenés preocupada, contestale los mensajes— me decía pacífica
—No tengo ganas— dije tapándome hasta la cabeza.
—¿Tomaste la medicación, Joana?— me preguntó mi madre, evidentemente algo ella sospechaba, y no podía culparla, era mi mamá.
—No— contesté seca, y escuche como mi mamá se iba y volvía con un vaso de agua y la dosis que me correspondía.
—Acá tenés, y la tomas adelante mío— me destapó para darme en la mano las dos pastillas y el vaso con agua, rodé los ojos y la obedecí.
—¿Feliz?— dije al tragarlas, para volver a acostarme y taparme, dispuesta a dormir un buen rato.

Me desperté a las horas siguientes, pasando el mediodía, prendí mi celular, ya estaba mejor, bastante.
Leí el mensaje de mi compañera, me saqué un diez, sonreí con alivio.
Tenía muchas llamadas y mensajes de Cris, asi que decidí llamarla, debíamos hablar.
—Dios Joana, me tenías preocupadisima— suspiró aliviada al atenderme
—¿Podemos vernos? le dije con un poco de miedo—
—Sí, obvio, ¿donde?—
—En el parque del lago— suspire aliviada al saber que quería hablar conmigo —te espero ahí en media hora— agregué
—Está bien, te quiero— dijo
—Y yo a vos, bebé, nos vemos— le dije para colgar la llamada y arreglarme.

—Aca estoy— dijo Cris al llegar a la plaza, al escuchar su voz, me lancé a abrazarla.
—Perdoname Cris— le dije viéndola apenada — No quise decirte todas esas cosas, te prometo que no— dije volviendo a abrazarla.
—Joa, tranquila amor— dijo dándome un beso suave — no tenés que disculparte, sé que la que habló no eras vos, y como hacemos siempre, pasamos página y ya está— dijo acomodando un mechón de pelo detrás de mi oreja.
—Es que no te mereces que te trate así, ¿entendes?— me abracé a ella, perderla sería lo peor que me podría pasar en la vida.
—Sé que jamás estando consciente me tratarías mal— me reconfortaba ella.
—No sabes lo que te amo— dije volviendo a abrazarla; tenia suerte de que una chica como Cris estuviese conmigo, otra en su lugar quizá me hubiese dejado ante el primer incoveniente que se nos presentase, ella era diferente, ella siempre fue especial.
—Cualquier cosa que se nos atraviese vamos a superarla juntas, ¿si?— me decía ella acariciandome la cara, asentí con alivio y una sonrisa.
—Adivina que— susurré en sus labios para luego darle un beso.
—¿Que pasó, bonita?— preguntó viéndome y acomodando un mechón de pelo detrás de mi oreja.
—Me saqué un diez en el exámen— sonreí orgullosa de mi nota, me había esforzado, y eso dió sus frutos.
—¿Sí— me contestó emocionada y con una sonrisa —Te felicito amor— dijo abrazandome por el cuello para despues soltarse y darme un beso. —Esto hay que festejarlo— dijo mirándome.
—¿Qué? boluda es día de semana— reí, aunque las ganas de salir a festejar me mataban por dentro, no solo por la nota, eso era lo de menos; sino que quería festejar por Cris y yo, seguimos juntas a pesar de todo.
—A festejar dije, yo invito, ¿Cerves?— ofreció riendo
—Vos cerves, yo jugo, no puedo tomar alcohol— dije agarrando su mano y empezando a caminar hacía algún bar.

Habiamos llegado, nos sentamos en la mesita del fondo, la más escondida, a pesar de que estuviésemos en un lugar público, Cris sabía que a mi me gustaba mantener algo de tranquilidad.
—Son las seis, Joa— Cris me miró, tardé en reaccionar a lo que me decía, hasta que recordé y me reí; saque la dosis de la medicación y la tome con un sorbo de jugo.
—Estoy orgullosa de vos— me dice Cris agarrandome la mano por sobre la mesa.
—¿Si? Boluda te trate re mal el otro día— contesté
—¿Y? lo que importa es que apenas fuiste consciente de lo que estaba pasando, fuiste a arreglarlo, y aunque capaz vos no te des cuenta, avanzaste un montón, y acá voy a seguir yo al lado tuyo, siempre— me dijo Cris sonriendome de la forma más tierna que pude ver jamás, me daban ganas de llorar de alegría.
—Te amo, y no te das una idea cuanto— dije levantándome de mi silla para darle un abrazo y un besito.
—Y yo a vos— dijo viéndome de manera tierna.
Sonó mi teléfono, mi madre.

— Joana, hija, dios, al fin me atendes, te llamé toda la tarde— dijo a través de la línea, me fije si era verdad, y lo era, veinte llamadas perdidas suyas.
Perdón ma, estaba con Cris, bah, estoy con Cris ahora— le dije con la intención de que cortarse la llamada.
Acordate que mañana tenés sesión grupal con Sandra— me recordó, justamente rodé los ojos al hacerlo, con la excusa de la crisis de hace unos días, no me dejaría saltearme la sesión ni por broma.
—¿Y no hay forma en la que pueda faltar?, es que no quiero ir, tengo mucha tarea de la facultad y voy a estar súper cansada— mentí con la ilusión de que mi madre se comparezca de mí, y me permita faltar.
No Joana, menos teniendo en cuenta la crisis de hace unos días, puede negociarse que sigas yendo, pero mañana, vas— dijo en tono de autoridad. Suspiré frustrada.
Está bien ma, chau— dije cortando sin darle tiempo a despedirse; volví a sentarme a la mesa con Cris.
—¿Todo bien amor?— preguntó preocupada, había visto mi cara de fastidio, la cual era algo evidente.
—Mi vieja jodiendome con el grupo ese de mierda— me quejé —no me sirve de nada, odio ir ahí— dije poniendo los codos sobre la mesa para apoyar mi cara.
—Anda mañana, y planteale dejar de ir— me aconsejó
—Me dijo que era negociable que siguiese yendo, pero hay que ver cual es la condición— rode los ojos.
—Yo mañana no curso, que te parece si te quedas a dormir conmigo, y mañana te llevo no solo a la reunión de terapia, sino que a la facultad— propuso, su idea me cambió la cara, ahora estaba contenta.
—Dale– sonreí —cuando llego a tu casa le aviso a mi mamá — dije aliviada, al menos no iría sola.
Como siempre, Cris siempre ayudaba a mejorarlo todo.

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