Bulletproof ❥ʟᴇᴠɪ ᴀᴄᴋᴇʀᴍᴀɴ

14┇CATORCE

❝ Una noche antes. ❞

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—Pareces una rata. Sal de ahí antes de que se me ocurra patearte.

El lugar se inundó de pasos secos y lentos. Leah recorrió con la mirada todo el lugar oscuro que inundaba el garaje. Al contrario de otros días, las dos camionetas que usaban para transportar a los miembros de la Legión estaban estacionados al fondo, dejando una pequeña zona libre, donde Riva estaba acomodando su moto para marcharse.

—Veo que tu escondite ya no es aquí.

Su voz había sido seguida por el sonido del portón eléctrico. El metal se enrollaba lentamente, provocando impaciencia en el joven que deseaba irse. Era muy tarde, más cercano a la madrugada. Varios días dedujo los horarios que él se retiraba y regresaba, diversos miembros sabían de sus aventuras y daban diferentes teorías.

—¿Cuánto cobras por la hora? —volvió a preguntar, ante el silencio por su parte—. ¿Sueles dormir en otros lugares? ¿O tener una vida normal lejos de aquí? Dime, ¿Qué se siente pagar impuestos y vivir en una ignorancia?

Riva siguió mirando cómo el portón subía hasta detenerse, en ese momento acomodó el casco sobre su cabeza y movió su pie para encender su vehículo. No tenía motivos para contestarle, pero esa noche era diferente.

Para ambos lo era.

—Agarra el casco y deja de hablar.

♔

El viaje, a comparación de los anteriores, no eran iguales. Las plantas se elevaban dando un aspecto lúgubre y con sombras. El instituto más famoso de la Legión se ubicaba lejos, dentro de un camino de tierra interminable que salía por las rutas que dirigían hasta la ciudad. Ir por todo ese camino de noche no se comparaba con una salida al trabajo de docente. Por otro lado, el motor rugía ante el silencio cuando lograron llegar; cada cuadra o centímetro de calle de la ciudad no estaba tan desierta hasta que tomaron un desvío.

Aún en la penumbra, Leah notó cómo Riva se dirigía a un barrio medianamente desierto y en ruinas, muy lejos de la civilización. Pocas luces se notaban entre las casas y solo eso logró que ella pudiera tener un miedo inexplicable.

—Para —demandó, moviendo los hombros de su compañero—. Te dije que pares.

Riva movió su cabeza para ignorarla, por lo que finalmente terminó parando en la vereda, luego de sentir que su chaqueta por poco abandona su cuerpo. Su pie se detuvo en un escalón y ni siquiera se dignó en apagar el motor. Su mirada solamente se posaba sobre la chica que buscaba bajarse y sacarse el casco para usarlo de arma. Leah, al contrario, nunca se sintió tan pequeña como en ese momento. Parecía que estaba reviviendo una pesadilla, una que le costaba recordar, pero estaba segura que allí estaba por la presión de su pecho.

—No pasa nada malo. Vengo todas las noches por estos lugares, no hay mucha gente viviendo por aquí y no se gastan en hacer controles —respondió, luego de apagar su vehículo y sacarse el casco—. Además, somos peores que unos asesinos o ladrones comunes, no entiendo tu absurdo comportamiento.

—¿Por qué me trajiste aquí? ¿Qué significa todo esto?

Si bien ella estaba alterada, aún sentía la humedad de su cabello, recordando los motivos de aquel estado. Siempre que lloraba o realizaba ese estilo de ritual peligroso en la bañera, una parte de sí misma se rompía. A veces detestaba ser sensible o haberse encariñado con esa generación de reclutas.

—Querías respuestas y aquí las tendrás. También necesito tu ayuda, aprovechando que ya no pareces tener el rostro de matarme cada dos segundos.