❝ Londres - 7:00:02 ❞
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El Líder de la Legión de Londres empezó a despertar al grupo de Riva, tocando las puertas a medida que caminaba. Llegó a pensar que ese trabajo era responsabilidad del capitán, que él debía despertarlos a las seis de la mañana y así mismo, prepararlos para el día. No obstante, el haber tenido al nuevo grupo en camino, fue una emoción tan grande que olvidó regañarlo. Lo veía como una oportunidad que no dejaría desperdiciar; ya que Rico, al ser tan estricta con los métodos de trabajo, no dejaba a su grupo lejos de su vigilancia. Agradecía eternamente al entender el riesgo de trabajar solos y la magnitud del problema con el trabajo que les había tocado.
Al terminar, se paró firme al final del pasillo, esperando a los demás cadetes para que salgan de sus habitaciones con el mayor ánimo. Pero, al contrario, recibió quejas y regaños por haberlos despertado tan temprano. Por un momento formó una mueca reprimida de suma decepción, al no tener el respeto que deseaba. Esperaba que su padre no saliera de la tumba y lo regañara por no poner mano de hierro a los alumnos y al mentor. Si él lo había puesto en ese rango de comandante, debía tener una gran razón para no hacerlo participe de las futuras misiones que la misma Élite hacia fuera de la vista de las grandes potencias por la cual trabajaban. Aclaró su garganta para hablar con un tono bastante serio, uno que usaba para explicar en sus antiguas misiones a sus compañeros el riesgo de muerte que corrían.
—Debemos empezar a arreglar las habitaciones, estarán cerca de ustedes por si necesitan saber algo o consultarles alguna duda.
— ¿A qué hora vendrán? —preguntó Armin, restregando sus ojos adormilado.
—Entre ocho y nueve de la noche —respondió.
—Pero si el instituto está limpio —protestó Sasha con un leve puchero—. Limpiamos las habitaciones para el grupo anterior.
—Eso fue hace un año.
—Tsk, está sucio y asqueroso como ustedes —opinó Riva con cierta mueca de desprecio. Apareció detrás de Erwin con un aire despreocupado y el casco de una motocicleta debajo de su brazo izquierdo, dejando signos de haber salido por toda la noche y no haber dormido—. Encontré la mercadería de limpieza en uno de los tantos armarios de la mierda con lentes. Vamos a limpiar, ahora —ordenó entrando a su habitación para dejar la chaqueta y colocarse ropa más cómoda, no sin antes asegurarse de que su grupo hiciera lo mismo.
Por un momento, Erwin agradeció el trastorno obsesivo-compulsivo que poseía Levi y no estaba seguro si estaba bien que se complemente con el de Leila. Ya que, según la segunda carta y el recuerdo de la última guerra de Hiddark, conocía bastante sobre los trastornos de ambos capitanes, además de su psicología, que fueron secuelas del mal rato que pasaron de pequeños. Cuando fue avisado para supervisar y tener la oportunidad de comandar un instituto, no era capaz de imaginar a los Zoe cuidando a un niño amargado como si fuera un hijo más, más porque ellos criaron mejor a uno de afuera que a los suyos. Sin contar que eran despreocupados para tal reto como Hans y Hanji.
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Riva, al pasar de un lado a otro el trapo por un viejo estante, observó el pequeño polvo que se escondía entre las esquinas de la madera. De vez en cuando sentía su mano tensarse con un cosquilleo que pasaba desde su codo a sus dedos, una sensación que desconocía por completo; normalmente aparecía por un lado de su rostro cuando se estresaba o se desesperaba, sin embargo, nunca en sus manos. Tal acción de querer quitar dicho problema, provocó que dos libros se cayeran al suelo. Suspiró pesado, cerrando un ojo ante el impacto que se formaba y el exagerado ruido que dejaba. Culpó al sueño que lo mantenía idiota, maldiciendo de no poder cerrar un ojo y menos conciliar el sueño una vez en la cama. Bajando del banco que utilizaba para tener más altura, miró los dos títulos que yacían en la alfombra. El anterior capitán invitado, que ocupó esa habitación, había sido amante de los libros. Siempre quiso mostrarle la bendición de entender la lectura de otra manera, pero a él sinceramente no le importaba.
Movió su cabeza de un lado a otro, volviendo a prestar atención a su mano. Sus dedos se movían de forma involuntaria y efímera, teniendo la percepción de tener un hormigueo nacer desde sus muñecas. Nunca deseó comentar sus problemas de salud, además de estar agobiado por tantos exámenes físicos desde el uso de la razón. La última revisación había dado todo positivo y sin novedades, la curiosa enfermedad que rondaba por su cuerpo había sido tratada o bien eliminada, agregando que la anemia se encontraba normal. No era bueno en la medicina, aunque le interesaba, pero poseía cierto pánico interior sobre las incógnitas de su salud.
—Veo que te entretienes.
Una suave voz logró darle un pequeño susto, el cual no pudo cambiar demasiado sus facciones. Al mirar la puerta con cierta indiferencia que simulaba, estaba Petra apoyada sobre el marco, mientras miraba toda la habitación sin sorpresa. Nunca dudaba que su capitán era muy bueno en la limpieza, más al tener de la oreja al antiguo residente para cuidar la higiene de la habitación.
— ¿Qué necesitas? —decidió preguntar Riva, levantando los dos libros caídos. Recordaba bastante bien la charla que tuvo con el hombre que estaba hospedándose en la habitación. Uno de los textos era una novela, la cual comentaba el gran viaje de un hombre por recuperar a sus hijos; mientras que el otro era una ayuda para vencer diferentes ataques, entre ellos del pánico y ansiedad.
—Nada. Estaba arreglando el cuarto de armaduras y limpiando cada arma. Recién llego de avisar el inventario actualizado.
—Qué suerte, ese lugar daba asco —respondió, restando importancia.
Petra quedó callada por varios segundos, sin dejar de viajar su vista por el mayor. De cierta forma le preocupaba su manera de vivir, ni siquiera lo veía cerrar los ojos por dos minutos. Temía que volviera a su antigua vida de rebelde, donde poseía ataques constantemente y era muy duro poder realizarle exámenes en esos estados. Hans fue golpeado muchas veces por él, que le sorprendía que siguiera operando su tratamiento mensual. Era consciente que ambos eran como hermanos, al ser criados juntos, pero el trato brusco que se dejaba dar era preocupante.
—Pásame el producto de limpieza —indicó Riva al verla tan callada.
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Aeropuerto de Londres - 21:05
Luego del gran vuelo, Leah miró a sus lados encontrándose con la tierra firme del pavimento bajo sus pies. Ya habían aterrizado, ni siquiera poseía ganas de salir del aeropuerto y enfrentar la realidad. Suspiró al ver toda la gente amontonarse, personas simples que eran indiferentes al mundo que las rodeaban. Algunos jóvenes posaban en fotos con sus cámaras y otros alentaban a sus padres de comprar objetos materiales para llevarse un recuerdo, los niños corrían entre las maletas y la gente mayor estaba dormida o llegando de su anhelado vuelo. Poco le importó la vida de los demás, hasta que cayó en cuenta que parecía una adolescente, más por la altura de 1,55. Los transeúntes la chocaban y se quejaban con la frase: "los jóvenes de hoy son ciegos", sin caer en cuenta que poseía más edad que un vampiro.
— ¿Ahora hacia dónde? —preguntó Ymir hacia su capitana, bostezando ante el aburrimiento de esperar.
—Hay que esperar un auto o algo así.
Formó una mueca con indiferencia, mirando un celular negro. El mismo era utilizado para comunicarse con otros miembros de la Élite de forma anónima y que no pudiera aparecer sus llamadas o planes a terceros que no sean las Tropas. Había un mensaje del comandante de Londres, avisando hace cinco horas que estarían esperando ansiosos su llegada. Aquello fue como un chiste malo para Leah.
— ¿No es aquel?
Marco señaló a un individuo que esperaba con un cartel blanco en sus manos en la salida del aeropuerto. No tardaron en ir a esa dirección, notando a un hombre alto, rubio, robusto y bien vestido, siendo acompañado de un semblante sereno. Se notaba un aura tranquila desde lejos, percatándose de la frase que llevaba entre sus dedos: "Jóvenes de Australia".
—Al parecer sí—contestó la capitana con una ceja alzada, mirando aquel sujeto. Detestaba admitir la situación en la cual pensaba, sin embargo, no objetaba que aquel comandante no estaba nada mal para llevarle varios años.
—Bienvenidos a Londres, gracias por venir —dijo mientras daba una pequeña sonrisa, mostrando su perfecta dentadura, siendo Leah la única en notar ese mínimo detalle. Los jóvenes agradecieron la bienvenida con respeto, mientras que la capitana se mantenía seria y callada, maldiciendo entre dientes su poca cordura—. Mi nombre es Erwin Smith y soy el nuevo comandante de la Legión.
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Bulletproof ❥ʟᴇᴠɪ ᴀᴄᴋᴇʀᴍᴀɴ
Fanfiction❝Nunca pensé que la muerte estaría en nuestra puerta.❞ ゞ Historia de ❛ Levi Ackerman x Reader/OC. ゞ Prohibida copia y/o adaptación. ゞ Los personajes de Shingeki no Kyojin no me pertenecen, a excepción de los OC. ゞ Crossover. |Libro 4 | de la saga E...