Entre carcajadas y pasados de copas, Kristel y Erick salieron del Museo del Pisco a seguir recorriendo el centro histórico de Lima. A esa hora de la noche aún había gente caminando, sobre todo turistas que al igual que ellos apreciaban las antiguas edificaciones y tomaban fotografías.
—Es una brisa agradable a ésta hora, ¿No te parece, Kristel?
—Bastante agradable para ser la ciudad más importante del mundo ubicada en un desierto. ¡Lima es enorme! Aproximadamente once millones de habitantes
—¡Eso es increíble!
—Increíble es haber conocido a un apuesto francés en la plaza de armas
Erick se sonrojó y dijo:
—Gracias por lo de apuesto
—Lo eres – aseguró Kristel mientras ajustaba hacia el lente de la cámara
—¿Vas a tomarme una fotografía?
—Mañana me iré. Quiero inmortalizar éste momento, así que posa para mí
—¿Así? —bromeó cruzando los brazos
—Un poco más relajado, Erick
—Entonces así – replicó quitándose los anteojos
—Oh, my God! ¡Erick, tus ojos son tan hermosos!
Erick volvió a sonrojarse y dijo:
—Creo que exageras
—¿Puedo pedirte un favor?
—Claro
—Dime algo al oído
—¿Qué te diga algo al oído?
—En francés.
La petición de la antropóloga inglesa lo dejó muy sorprendido, y claro, también le produjo risa.
—Erick, es en serio, siempre tuve una fantasía...
—¿Qué fantasía?
—Siempre he fantaseado con que un apuesto francés me diga algo muy romántico al oído
—Soy francés, pero no apuesto. Soy francés, pero nada romántico—dijo riendo. El pisco que había bebido en el bar provocó en Erick una hilaridad incontenible
—Pero mi fantasía no culmina ahí —agregó Kristel
—¿Sigue?
—Sí, el punto fulminante de mi fantasía es un beso francés
—¿Nunca antes besaste a un francés, Kristel?
—Mi lista sólo incluye a un montón de fríos ingleses, dos austríacos, un holandés...
—¡Vaya lista! ¡Jajaja!
—¿Lo harás?
—Bueno, si lo hago corres un riesgo...
—¿Cuál?
—Que te guste – respondió guiñando el ojo
—Estoy más que dispuesta a correr ese riesgo, Erick Lardé. Ven conmigo
—¿A dónde me llevas?
— A donde no haya mucha gente, mi fantasía necesita algo de privacidad
Erick aún estaba aturdido por el alcohol. Kristel lo llevó hasta el parque y buscó un lugar oscuro bajo un frondoso árbol.
—Ahora sí, estamos completamente solos. Dime algo al oído
—¿Algo como qué?
—Algo muy pervertido y lujurioso
—A ver, déjame pensar...
Mientras él buscaba en su cerebro una buena frase, la inquieta mano de Kristel hacía de las suyas. Erick, prendido ante las caricias de la atrevida británica, soltó una sarta de palabras calientes en su oído, todas ellas en francés. Y la besó, la besó como sólo pueden hacerlo los franceses. Metió la lengua dentro de su boca y dentro se libró una húmeda batalla de lenguas e intercambio de saliva con sabor a pisco, a nicotina y a lujuria.
La inglesa cayó a sus pies, dispuesta a ofrecer al francés un placer sin límites. Erick se estremeció, estaba tieso. El orgasmo fue inminente.
Una inoportuna llamada al teléfono móvil sacó a Kristel de su trance. Respondió de mala gana. Su rostro demostraba que no había recibido buenas noticias.
—¿Pasa algo, Kristel?
—Algo muy malo, Erick. Cambio de planes. Uno de mis colegas llamó y dijo que debemos reunirnos con el resto del equipo en el hotel para ultimar detalles sobre el viaje a Vilcashuamán. Nos estará esperando el guía peruano.
—Entiendo. Salgamos a la claridad para que puedas buscar un taxi
El parloteo y la risa de Kristel se habían esfumado y en su lugar había quedado un hueco triste. Luego, volviéndose a medias hacia Erick suplicó:
—¡Ven con nosotros!
—Kristel, no puedo acompañarte a ti y a tus colegas antropólogos. Debo ponerme en contacto con un editor aquí en Lima
—Me refiero a Inglaterra. Ven conmigo a Inglaterra.
—¡Debes estar bromeando!
—Hablo en serio, Erick. Estoy enamorada de ti
—Eso no es posible, tienes apenas unas horas de conocerme
—Lo suficiente para darme cuenta que eres el hombre que siempre he estado buscando
—Pues no has buscado bien- sonrió
Kristel apretó con fuerza los puños y permaneció inmóvil
—¿Por qué lloras?
—No lo sé, Erick. Quizá porque estoy ebria. Quizá porque no soy lo suficientemente buena para ti... ni para nadie
—Ya encontrarás a alguien
—¡Te quiero a ti!
—Lo siento, Kristel. No puedo corresponderte, no como tú deseas
—¿Es porque estás esperando por tu doncella inca?
—¡No digas tonterías!
—En tu viaje por Perú encontrarás a una doncella inca y te casarás con ella
—No debiste beber tanto, Kristel. Hablas estupideces
Mientras Erick aún hablaba, Kristel hizo señal a un taxi para que se detuviera. Antes de subir, ella intentó besarlo, pero él evadió el beso desviando la cara a otro lado
Kristel subió al taxi y éste se alejó hasta confundirse con las luces de ciudad. Erick estaba ahora más confundido que al principio. Le dolía la cabeza por la resaca. Supo que había sido muy duro con ella, que esa despedida pudo ser diferente, que a lo mejor sí debió corresponder a ese último beso.
No quiso darle más vueltas al asunto. Evitó pensar en eso y regresó fumando hacia el hotel.
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©ERICK LARDÉ, AVENTURA EN EL VALLE DE LOS INCAS
PertualanganUn joven novelista francés fascinado con la cultura inca viaja a Perú para recorrer el valle sagrado de los incas. En el trayecto se encuentra con un grupo de turistas de diversas nacionalidades con quienes vive una serie de emocionantes aventuras.