¿Qué sucede?

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-¡SOFÍA! ¿Qué te sucedió? Por favor, respóndeme.
-Ana, tengo mucho que contarte, pero necesito descansar primero.
-Está bien. ¿Necesitas algo?
-Ahora no, llévame a mi cuarto.

Entre tanta confusión, no sabía qué debía hacer. Es evidente que Sofía necesita descansar, pero tengo demasiadas dudas que debo aclarar. Gerardo estaba igual de sorprendido que yo, supongo que esto lo recordó a cuando él se había desmayado también. Un silencio recorrió toda la casa, no habían palabras que pudieran salir a flote. Llevé a Sofía a su cuarto para que descansara. Luego de eso, fui a la sala y me senté en el sofá junto a Gerardo. Por suerte, el silencio había terminado cuando emitió un comentario.

-Primero yo, ahora ella. ¿Qué sucede?
-No lo sé, pero me tiene asustada.
-¿Es el fin de todos? Tú misma dijiste que yo antes de desmayarme dije que algo malo iba a suceder.
-Tenemos que escuchar qué nos dirá Sofía. Supongo que podremos sacar nuestras conclusiones después.
-Bueno, tienes razón. Oye, ¿qué te parece si nos vamos a comer? No sería mala idea ocupar nuestras mentes por un rato. Cuando regresemos quizás Sofía ya esté despierta.
-No es mala idea. ¡Vámonos!

Sé que no es un momento adecuado para pensar en otra cosa que no sea lo de Sofía. Pero, ¿esto es una cita? Iremos a comer y siento una emoción fuera de lo normal. Estoy empezando a creer que este chico me gusta. ¿Qué debo hacer? ¿Reservar estos sentimientos? Lo más seguro él no sienta lo mismo que yo. No soy persona de enamorarme, pero cuando me gusta alguien sé que puedo terminar enamorada. Ahora vamos por las calles que nos conducirán a ese lugar en el cual comeremos. Él me mira con sus ojos que me matan, algo va a decir.

-Ana, ¿qué lugar sugieres?
-¿Puede ser un restaurante?
-Claro que sí, dime cuál.
-El más que te guste, yo siempre encuentro algo delicioso en el menú.
-De acuerdo, ya sé.

Ambos nos reímos, en ese momento sentí cómo las mariposas se apoderaban de mi estómago. Ya estaba segura de que sí me gustaba Gerardo. Él era exactamente lo que yo buscaba, era pura perfección. Tenía miedo de no poder regresar a la Tierra, pero al mismo tiempo solo me quería quedar aquí, para siempre. Gerardo se estacionó y me señaló el lugar en donde íbamos a comer. Era un lugar muy bonito, con mucha clase. Eso lo podía visualizar desde lejos, no me imagino cuando lo vea por dentro. Cuando entré, era el restaurante más hermoso que había visto en toda mi vida. Nos atendieron rápido y nos asignaron una mesa. Gerardo me hizo un gesto de que tomara asiento primero. Cuando ambos ya estábamos sentados, comenzamos a dialogar nuevamente.

-¿Te gusta el restaurante, Ana?
-¡ES HERMOSO! Nunca antes había visto un lugar así.
-¿Nunca antes? Lo dices como si no pertenecieras a Efara.

En ese momento olvidé que Gerardo no sabe que soy de la Tierra. ¿Debería decirle? Tengo miedo de que me vea como un asco, como cuando fui al centro comercial que todos me miraban de manera extraña. Aunque tarde o temprano él tendrá que saberlo, así que se lo diré.

-En realidad no, no soy de Efara, soy de la Tierra.
-¿Qué? ¿Es una broma?
-No, no lo es.

Él comenzó a reírse, supongo que no lo podía creer. De todas formas no me echaré para atrás, yo le contaré todo.

-Verás, mi hermana hizo que yo llegara a este lugar. Para poder regresar, necesito completar siete misiones. Yo solo he completado una. Si no las completo todas, mi cuerpo en la Tierra morirá. Sofía es mi guía, ella es la que me está ayudando.
-¡Qué interesante! Aunque a la misma vez, aterrador.
-¿Me rechazarás como los demás?
-¿A qué te refieres?
-Bueno, cuando fui al centro comercial, todos me miraban mal. Sofía me dijo que nuestra raza es un asco para ustedes.
-No te rechazaré, y menos cuando fuiste la persona que me ayudó. No solo me llevaste a tu casa, sino que también me alimentaste y te preocupaste por mí. Quién sabe qué cosas me habrían sucedido si me hubiera quedado solo cuando me desmayé. Así que deja de pensar cosas negativas. Yo estaré aquí para ti.
-Gracias por esas palabras, las necesitaba. Yo también estaré aquí para ti, lo prometo.
-No hay de qué, y gracias a ti.

Luego de esa charla, el mesero nos tomó la orden. Ambos pedimos una pasta sumamente deliciosa. Estuvimos hablando de muchas cosas, nuestra infancia, amores del pasado, etc. De pronto, recordé que tenía que empezar a ir a la escuela. También recordé que no sé la edad que tiene Gerardo.

-Gerardo, ¿qué edad tienes?
-Diecisiete, ¿y tú?
-Tenemos la misma edad, qué impresionante.
-¿Ya asistes a la escuela?
-No, Sofía me había dicho que teníamos que hacer esos asuntos de matricularme, pero todavía no estoy en ninguna escuela.
-Entiendo, pues cuando te matriculen, asegúrate que sea en la Neilen High School.
-Está bien, espero que te pases conmigo.
-Así será, siempre y cuando no hagas amistades y me cambies.

Ya estaba ansiosa de estar en su misma escuela. Me parecía perfecto imaginar todo lo que íbamos a disfrutar estando juntos. Estar en una nueva escuela me parecía divertido. Luego de hablar sobre todas estas cosas, decidimos regresar a casa. Cuando entramos Sofía estaba en el sofá viendo televisión. Supongo que no pudo descansar lo suficiente o ese tiempo le bastó para descansar. Cuando me vio, me abrazó como si no me hubiera visto hacen años. Aunque su rostro cambió a total seriedad en cuanto vio a Gerardo. Ya sabía que probablemente se sorprendió al ver que andaba con alguien, al cual ella no conocía.

-Ana, ¿quién es él?
-Sofía, él es Gerardo. Hace unos días tuve que ayudarlo mientras tú estabas desaparecida. Desde entonces nos hemos quedado como amigos.
-Un placer, Gerardo.
-Igualmente, Sofía.
-Bueno, Ana, vamos a sentarnos para contarles todo lo que me sucedió.
-Bien, vamos a sentarnos.
-Aquella noche alguien a mi lado me levantó y me dijo que guardara silencio. Me amarró los brazos y me colocó un pañuelo en la boca. Esa persona me dijo que todo estaría bien si yo guardaba silencio. Luego de eso me montó en un auto y me vendó los ojos. Supongo que su intención era llevarme a un lugar y que yo no supiera el camino. Me bajó del auto y me desamarró los brazos, me quitó la venda de los ojos y el pañuelo de la boca. Estábamos frente a un edificio, que nunca jamás en mis veintiséis años había visto. El que me llevó era un hombre alto, moreno y de pelo oscuro. Él me guió hacia la entrada del edificio. No me atreví a decir ni una sola palabra, solo seguí al hombre. Subimos un elevador y luego entramos a una oficina. La oficina estaba llena de personas discutiendo sobre alguna situación, la cual yo desconocía. Cuando nos vieron, todos se callaron, y el hombre que me llevaba me dijo que tomara asiento. Ellos me dijeron que yo necesitaba ser parte de esa reunión, pues yo era una guía muy importante. Me dijeron que Efara acabaría pronto, que tenemos que impedirlo. Otra cosa extraña que me dijeron fue que las personas que se desmayaban y veían el fin de Efara, eran personas que tenían poderes especiales. Cuando salí de la reunión me dieron algo de beber, y me desmayé. Supongo que la bebida tenía algo para dormirme. Cuando desperté fue cuando ustedes llegaron.
-Eso está muy extraño, Sofía. Lo más extraño es que Gerardo dijo algo sobre Efara y se desmayó. ¿Él tiene poderes especiales?

AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora