Ana

Pensar demasiado

En las últimas dos clases no podía sacarme a Gerardo de la cabeza. Ahora no solo se trata de él, sino que Joel se ha cruzado en el camino. Detesto darle cabeza a cosas que sé que son estúpidas. Uno de los riesgos que uno se toma cuando se enamora es que la confusión y los pensamientos se apoderan lentamente de ti. Es claro que no siento nada por Joel, pero si se comienza a cruzar, puede que hayan muchos problemas. Por otro lado, si lo rechazo, perdería una amistad. No sería divertido hablar en la escuela solo con Gerardo. Odio mis problemas para poder desenvolverme con las personas. Supongo que buscaré una forma de mantener la amistad sin arruinarla ni llegar más allá. Mientras salía de mi última clase en busca de Gerardo, lo veo y resulta que estaba hablando con Joel. Mi mundo se quería caer y en ese mismo instante deseaba que la Tierra me tragara viva. ¿Por qué esto me daba un mal presentimiento?
-Mi amor, tu amigo me cae muy bien.
-¿Mi amor?
-Sí, ¿qué tiene de malo?
-Solo fue inesperado.
Me echó su brazo y me dio un beso en la mejilla. En vez de sentirme feliz, me sentía incómoda. Ciertamente algo no andaba bien aquí.
-No sabía que tenías novio, Ana. ¿Por qué no me dijiste? Con razón no podías responder en cuanto a mi invitación.
-Es solo que no estaba segura de...
-No la culpes, Joel, apenas le confesé hoy que me gustaba. Se sentía confundida, es todo. Gracias por invitarnos a salir a ambos. De hecho, fue un placer haberte conocido.
-No hay de qué. El placer es mío, Gerardo.
Nos despedimos y salimos a esperar a Sofía. No sé cómo se conocieron y realmente, tampoco me interesaba en esos momentos. Sin duda alguna, me sentía demasiado confundida e incómoda. Necesitaba un descanso urgentemente. Al cabo de diez minutos, Sofía llegó a recogerme.
Me despedí de Gerardo con un pequeño beso y un gran abrazo.
-Te quiero.
-Yo también te quiero, Ana.
Y esbozó una sonrisa inmensa que hizo que mi corazón se paralizara. En ese momento olvidé todo lo que estaba pensando y corrí al auto más que feliz. Ahí estaba Sofía, que me recibió con un beso y un abrazo.
-¿Cómo te fue hoy?
-Pasaron muchas cosas. Digamos que es una pregunta un poco difícil de contestar.
-¿Te parece bien si vamos a comer y hablamos?
-¡Fantástico!
Sofía me llevó a un restaurante de comida rápida y pedimos una hamburguesa. El lugar estaba lleno de jóvenes disfrutando y hablando entre ellos. La estructura por dentro estaba pintada de unos colores extravagantes. Unas mesas eran redondas y otras, rectangulares. Los empleados vestían con estilo. Mahones con agujeros en las rodillas y tenis Converse. Las camisetas eran de franjas verdes y azules. Al ver todo a mi alrededor, me dieron ganas de ser empleada de ese lugar. Nos sentamos con la comida y enseguida Sofía comenzó la conversación.
-Y bien, cuéntame todo lo que sucedió.
Le conté con todo y detalles. Ella parecía muy entretenida porque me miraba mientras comía sin decir una sola palabra. Al terminar toda la historia, por fin decidió hablar.
-Vaya, todo eso me sonó a un drama de película.
-Lo sé, no me lo tienes que recordar.
-Tienes que ver el lado bueno. Gerardo se confesó.
-La realidad es que no me quejo tanto del día de hoy. Solo que me preocupa el hecho de que ambos se hayan convertido en amigos.
-No pienses cosas negativas si todavía no ha pasado nada. Tranquila.
-Tienes razón.
Sí que la tenía. Sofía era una mujer llena de sabiduría, apesar de que es muy joven. La comida estuvo exquisita. Luego de terminarla, nos fuimos a casa. Me pareció que el día fue muy agotador. Cuando llegamos, hice mis tareas, tomé un baño y vi un poco de televisión con Sofía. Estuvimos viendo una película de comedia realmente divertida. Dieron las ocho de la noche y estaba demasiado exhausta. Caí en la cama lista para cerrar mis ojos cuando recibo un mensaje de texto. Era de Gerardo.
-¡Buenas noches, princesa! Descansa.
-¡Buenas noches, mi amor! Descansa tú también.
Y me quedé dormida con el teléfono en mis manos.