Ninguna de las dos mujeres oyó el sonido del Land Rover que había aparcado en el exterior. Serena acababa de peinarse, y estaba contemplando su cabello rubio platino cuando observó en el espejo que un hombre entraba en la casa. Se dio la vuelta lentamente y se ruborizó. Supo con absoluta certeza que la noche, anterior no había estado soñando. Era el hombre que la había observado en la cama, el hombre que había examinado su cuerpo desnudo.
Con más de un metro ochenta de altura y anchos hombros, su presencia parecía
llenar la habitación. La noche anterior no había observado sus rasgos con claridad. Su
nariz era recta; sus pómulos, pronunciados; y su boca resultaba muy sensual. Poseía
una figura esbelta y fuerte. Llevaba una camisa con las mangas subidas y un
pantalón de color caqui metido en unas botas militares. Sus ojos azules se clavaban
en ella, observándola como si pudiera leer sus pensamientos, atravesando el fino
material de su dignidad.Al cabo de unos segundos, pudo escuchar su voz prunda.
—Soy Seiya Kou. Tengo entendido que eres la mujer con la que supuestamente debo casarme.
Serena había tenido la esperanza de que cuando llegara se limitara a llevarla al pueblo, a pedirle disculpas por el extraño comportamiento de Setsuna y a dejar que se marchara. Pero resultaba evidente que también estaba loco. Y no estaba dispuesta a permitir aquella situación.
Le había seguido el juego a Setsuna agradecida por su hospitalidad, pero no se comportaría del mismo modo con él. Pensó en hacerle caso omiso, pero cambió de opinión. Había algo peligroso y duro en aquel hombre. No era alguien al que conviniera pasar por alto.
—¿Ha comido ya nuestra pequeña bruja del mar? —preguntó él, impaciente por recibir una respuesta.
Setsuna asintió con alegría.
—Sí. Y tiene buen apetito.
—¿Tiene también un nombre?
—Se llama Serena, tal y como dije. ¿No es cierto?
—Sí, Setsuna, tal y como dijiste. Desde luego, es muy atractiva. ¿Estás segura de que es la elegida?
Seiya la observó de los pies a la cabeza, como si estuviera intentando decidir si comprar o no un coche de segunda mano.
Setsuna estaba ocupada liándose otro cigarrillo. Lamió el papel para pegarlo y asintió.
—No hay duda. Acaba de confesarme que el Fuego Fatuo la trajo aquí.
Serena gimió, desesperada. Espíritus y fuegos fatuos. Aquello parecía una escena salida de La zona muerta. Al parecer, todos estaban locos. Se preguntó con cierta ironía qué sucedería en aquel pueblo cuando hubiera luna llena. Tal vez se pintaran de azul y aullaran.
Seiya intentó tocar su rostro, pero ella se apartó.
—No te muevas, maldita sea. Quiero ver cómo está la herida que tienes en la
sien.Serena estaba tan enfadada que no pudo evitar decir lo que pensaba.
—Las heridas que tenga no son de tu incumbencia. No me toques. No quiero que me traten como si fuera una diversión circense.
Un silencio tenso dominó la habitación hasta que intervino Setsuna para calmar los ánimos.
—La pobrecilla aún está algo confusa, Seiya. Necesita tiempo para comprenderlo.
—Cierto. Y también tendrá que aprender modales. Cuando hago una pregunta espero cierta cortesía en la respuesta. Tal vez deberías ir al Nevay para decir a tus amigos que no tengo intención de atarme a una mujer que no conozco, y que parece tan fría como el mar del que surgió.
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Historia del Mar....
FanfictionSerena no podía creer que tuviera tan buena suerte. Cuando estaba segura de que iba a morir a merced de las olas, fue arrojada a la costa de una remota isla escocesa. Una vez allí, sólo deseaba volver a casa. Lo que, desde luego, la joven no había...