Mientras el Land Rover avanzaba a trompicones por el camino de tierra, Serena permaneció sentada en silencio, rígida, con expresión enfadada, y furiosa. No dejaba de dar vueltas al asunto. Aquel hombre debía estar loco no cabía otra explicación. Y Setsuna debía de encontrarse en la misma situación. Algo lamentable, porque parecía una anciana encantadora e incapaz de hacer daño alguno. En cierto modo, también lo sentía por él. En otras circunstancias, tal vez habrían podido mantener una relación. Había, algo en él que despertaba sus instintos, instintos tan básicos como los de cualquier otra mujer con sangre en las venas. No podía negar que unos minutos antes se había sentido mareada al notar sus brazos alrededor de su cuerpo.
Seiya detuvo en seco el todoterreno, y, al hacerlo, interrumpió los pensamientos de Serena. Habían dejado atrás la casa de Setsuna y estaban a mitad del camino de la colina que terminaba en el pueblo. Echó el freno de mano y la miró frunciendo el ceño.
—Relájate. Parece que vas a estallar en cualquier momento. Ten en cuenta que las noticias corren muy deprisa en un lugar tan pequeño como éste, y a estas horas todos sabrán que estás aquí —comentó con cierto humor—. Estarán deseando saber qué clase de mujer han enviado para que se case con su jefe.
No podía creerlo. No se trataba sólo de Setsuna y de él. Todo el pueblo estaba loco. Pero tenía que haber alguien con sentido común, alguna persona razonable.
—Te estaría muy agradecido si hicieras un pequeño esfuerzo para aparentar felicidad —continuó—. De otro modo se entristecerán.
—Esto es una locura. Supongo que sospecharán de la manera que tuve de
aparecer.—No, estoy seguro de que no se interesarán por algo tan trivial —declaró con firmeza—. Pero de todas formas, diremos que estabas de vacaciones y que una tormenta hizo naufragar tu yate, por si hay forasteros en el pueblo. De ese modo, seré el único que conozca tu relación con los traficantes. Creo que será más seguro para ti. Al menos por el momento.
No había error alguno. Por su tono de voz resultaba evidente que estaba amenazándola. O sonreía y disimulaba o la entregaría a las autoridades.
Seiya la miró como advirtiéndola por última vez. Entonces quitó el freno de mano y continuaron hacia el pueblo.
La calle principal discurría a lo largo del puerto. Más o menos a la mitad detuvo el vehículo, frente a un gran almacén con un letrero desgastado que decía Kou Fashion Emporium.
—Sal del coche. Tenemos que hacer unas cuantas compras —dijo con brusquedad, sin mirarla.
Había aprendido que, cuando hablaba con aquel tono de voz, era mejor obedecerlo. Salió del automóvil a regañadientes y lo siguió al interior de la tienda.
A pesar de su destartalado aspecto exterior, el interior la sorprendió. Era tan moderno como cualquier gran almacén de capital, bien iluminado y con multitud de prendas de todo tipo, desde faldas hasta vestidos, pasando por jerséis.
Una mujer morena de ojos brillantes les dio la bienvenida con una sonrisa.
—Buenos días, Seiya —dijo, volviéndose después hacia Serena—. Usted debe ser la mujer de la que habla todo el mundo. Anoche dio un buen susto al viejo Diamante.
La dependienta pareció notar su confusión, porque amplió la explicación de inmediato.
—Se trata del hombre que la encontró en las rocas. Después de dejarla en casa de Setsuna vino al pueblo a tomar algo en el pub. Temblaba tanto que tuvo que tomarse cuatro jarras de cerveza antes de ser capaz de contarnos lo sucedido. Una hora y seis jarras más tarde tuvieron que llevarlo a su casa y meterlo en la cama.
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Historia del Mar....
FanfictionSerena no podía creer que tuviera tan buena suerte. Cuando estaba segura de que iba a morir a merced de las olas, fue arrojada a la costa de una remota isla escocesa. Una vez allí, sólo deseaba volver a casa. Lo que, desde luego, la joven no había...