Capitulo 5 "Mi primera vez"

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Serena se encontraba de pie junto a la chimenea. Aceptó la bebida que le ofreció, una mezcla de whisky de malta con agua. Tomó un poco, dejó el vaso sobre la repisa y lo miró con nerviosismo.

—De acuerdo. ¿De qué quieres hablar? Seiya arqueó una ceja.

—De ti y de mí. ¿De qué si no? —contestó, bebiendo un poco y mirándola por encima del borde del vaso—. ¿Te has divertido en la fiesta?

—Sí —contestó con inseguridad—. De hecho, me he divertido bastante.

—Me alegra ver que conectaste con el espíritu de la ocasión —declaró, caminando hacia ella—. Ahora nos encargaremos de que conectes más a fondo.

Seiya dejó a un lado su copa. Todas las dudas que pudiera tener sobre sus intenciones desaparecieron en cuanto sintió que empezaba a desabrocharle la camisa.
De forma instintiva intentó apartarlo, pero después se rindió a lo inevitable. No podía encontrar las fuerzas para resistirse al deseo que sentía. El simple contacto de sus dedos contra la piel de su cuello había bastado para que se estremeciera de los pies a la cabeza.

Cuando alcanzó el tercer botón la miró y dijo con total tranquilidad:

—No quiero casarme con una mujer que no disfruta de una vida sexual saludable.

—Y quieres probarme antes de comprarme, ¿verdad?

Intentó decirlo con ironía, pero no fue nada convincente.

—En efecto —contestó él, desabrochando el último de los botones.

Le quitó la camisa con suavidad y la dejó caer sobre la alfombra. La atrajo hacia sí, le quitó el sujetador y observó su cuerpo desnudo, lleno de deseo.

En cualquier otro momento, Serena se habría sentido terriblemente avergonzada, pero el evidente placer que denotaba su rostro la llenó con tal alegría que la caricia de sus ojos bastó para que se excitara.

Seiya la besó de forma tan apasionada que apenas se dio cuenta de que acababa de quitarle la falda. Sin apartarse de ella, completó la operación desnudándola por completo. Entonces dio un paso atrás y la observó de nuevo. Al igual que la vez anterior, su mirada denotó una admiración absoluta.

—Dios mío —susurró él, de forma reverencial—. Eres preciosa. Terriblemente
deseable.

Seiya comenzó a desnudarse, ante la fascinada atención de Serena. La suave luz del fuego iluminaba su cuerpo dándole la apariencia de un dios griego, viril, casi esculpido en oro.

La tomó en sus brazos y sus bocas se unieron. Ella notó que acariciaba sus senos con sensibilidad, bajando después hacia su estómago y hacia, su pubis. Sus dedos se introdujeron entre sus piernas y Serena lo mordió en el hombro con un gemido. Lentamente fueron deslizándose hasta el suelo, donde lo miró excitada mientras continuaban su danza erótica.

Seiya la besó de nuevo. Poco a poco fue descendiendo hasta llegar a sus seno Acarició su pelo; al notar que se colocaba sobre ella, apartó las piernas y arqueó el cuerpo como respuesta a su deseo. Cuando entró en su interior, sintió un leve dolor y gimió de nuevo. Segundos más tarde comenzaba a moverse de forma rítmica, derritiéndola en un delirio sensual.

Serena apoyó la cabeza en su cuello. El mundo había dejado de existir. Sólo existían sus cuerpos, el brillo del fuego en la chimenea, y la pasión que la dominaba.
Su masculino olor embriagaba sus sentidos, inflamándola. Hicieron el amor hasta
que al cabo de un rato un sonido casi animal surgió de la garganta de Seiya. En el
preciso momento en que se deshacía en ella, el cuerpo de Serena se estremeció de
forma convulsiva. Apretó los dedos sobre los duros músculos de su espalda y
suspiró, satisfecha.

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