Capitulo 8 "Invitada indeseable"

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—Gracias a Dios que ha terminado —dijo Serena, aliviada—. ¿Por qué no me lo dijiste? Lo mantuviste en secreto hasta que entramos en el edificio.

—¿Habrías entrado de haberlo sabido? —preguntó—. Lo dudo.

Tenía razón. De haberle dado la oportunidad, habría salido corriendo antes de entrar.

—Es cierto —admitió a regañadientes—. Pero te advierto que no quiero que me des más sorpresas parecidas. Mi corazón no lo soportaría.

Ya era de noche, aunque bastante temprano, y el bar del hotel estaba casi vacío.
—Al menos he conseguido librarme de ese estúpido sombrero —murmuró.
—Y podrás librarte de las gafas cuando quieras. Pero déjate la cinta del pelo. Te queda muy bien —sonrió, levantando la copa—. Brindo por la justicia.

Serena tomó un poco de su bebida, satisfecha y mucho más tranquila. Darien había estado a punto de matarla, y se alegraba de poder olvidar de forma definitiva lo sucedido. Había estado a punto de ahogarse por su culpa. Durante el juicio tuvo la impresión de que iba a reconocerla. Pero su pasó ante ella sin detenerse.

Dejó la copa a un lado y comentó:

—Malditos traficantes de drogas. ¿Te fijaste en la expresión de sus rostros cuando el juez los condenó a diez años de cárcel?

—Habría sido peor si su abogado no les hubiera recomendado que se declararan culpables —observó, pensativo—. ¿Te das cuenta de que ahora nuestra relación será muy distinta?

Serena lo miró sin saber muy bien a dónde quería llegar. —¿De verdad? —sonrió—. ¿En qué sentido?
Seiya se encogió de hombros.

—Darien ya no puede implicarte en sus turbios negocios. El juicio ha terminado y no se ha mencionado nada sobre tu presencia en el barco. Así que el peligro ha pasado. Eres completamente libre.

—¿Libre? ¿Para ir a dónde? —preguntó, después de la inicial alegría. No podía creerlo.

—A donde quieras. Usé a Darien para mantenerte en Kou —declaró con tristeza—, pero ya no puedo utilizarlo. No tengo derecho alguno a obligarte a que te quedes contra tu voluntad. Si quieres regresar a Londres, no puedo hacer nada para evitarlo.

Seiya dejó de hablar y la observó esperando una respuesta.

Serena estaba tan desconcertada por la nueva situación que tardó unos segundos en recobrarse.

—¿Quieres que me marche?

Seiya no contestó. Su expresión, como de costumbre, sólo denotaba frialdad. Su rostro parecía esculpido en piedra.

Serena supuso que quería que se marchara. Pensaba que había sido una idiota al confiar en su amor. Sólo había sido un divertimiento para él, y ahora que se había cansado, quería librarse de ella antes de que apareciera en escena su preciosa Rei.

Sin embargo, podía equivocarse. Podía estar a punto de cometer un error trágico en su vida por culpa de una mala interpretación de sus intenciones. A fin de cuentas, sabía por propia experiencia que podía llegar a ser muy duro cuando quería, y de haber deseado expulsarla de su existencia lo habría hecho. La habría dejado allí con un billete de tren y un severo caso de corazón roto.

Sin saber muy bien cómo, fue capaz de encogerse de hombros como si todo aquello careciera de importancia.

—Creo que no sería muy educado por mi parte que me marchara sin despedirme de Artemis, de Setsuna, de Lita y de todos los demás. Si no te importa, me gustaría quedarme hasta el Grand Ceilidh. He oído hablar tanto de él que no querría perdérmelo.

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