CAPÍTULO 07: ¡Pero qué necio!

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La mañana había llegado. Nuevamente el sol salió en Wildwood y John se encontraba más nervioso que nunca. El día anterior –antes del ocaso– la oficial Mary habló con él sobre los guardias que lo respaldarían. No obstante, él quería hablar con el sheriff Jason para que le diera más información sobre la investigación.

Así que decidió salir a la oficina del anteriormente mencionado, tratando de buscar una respuesta que le ayudara a tranquilizar los nervios.

–Sheriff, siento entrar de esta forma, pero necesito que me explique qué está pasando y por qué tengo a tres guardias a mis espaldas a cada segundo.

–Buenos días, John. No te preocupes, tu actitud es natural en estos casos, pero no me gusta que te pongas tan nervioso. Por favor.

–¡¿Y qué rayos se supone que debo hacer para calmarme?! Acaban de matar a mi tío y a mi amiga Emma hace unos días, sheriff. Es muy difícil que me calme y más sabiendo que me podría ocurrir algo en algún momento.

–No creo que eso suceda, John.

–¿Cómo podría estar seguro?

–Ayer invité a un viejo amigo para que me ayude con la investigación. Él es un psicólogo criminalista, y vino a darme la pieza que necesitaba para saber más sobre el asesinato de tu tío. Resulta que la nota que recibiste, junto con la muerte de tu tío; son un mensaje para ti. El asesino te quiere a ti, John, por eso te asignamos guardias.

–¿A mí? ¡¿Y por qué?!

–Aún no lo sabemos, pero seguimos haciendo investigaciones.

–Odio esto.

–¿Hay alguien que quiera hacerte daño, John? ¿Alguien que te odie?

–¡No lo sé, sheriff!

–Piensa bien, John. Es importante para ti.

–¿Brandon? ¿Brandon Foster? Él me odia desde que soy un niño, hasta me apodó «chico torpe».

–Ese el mismo chico que ayer trajimos para hacerle un interrogatorio. Ya sabes, por todo lo que sucedió en la plaza. Él había defendido a su amigo de no ser un hombre lobo y bueno... terminó siéndolo.

–Hablando de la plaza, ¿no deberíamos estar allá en este momento?

–¡Oh, diablos! Lo olvidé por completo. Muévete, John, tenemos que irnos a la junta ahora mismo.

Los aldeanos se reunieron en la plaza como se acordó. El sheriff, junto con la oficial Mary, se estaban preparando para dar inicio a su discurso. Por otro lado, John estaba con sus dos amigos: Mason y Charls.

Luego de unos minutos, Brandon se acercó al «chico torpe» para... quién sabe, molestarlo nuevamente.

–¿Qué hay, John? ¡Oh, lo siento mucho! Olvidé que así no te llamas, chico torpe. –dijo Brandon con un tono sarcástico que se podía notar a simple vista.

–Déjame en paz, Foster. ¿Acaso no estás feliz? Tu amigo mató a mi amiga Emma.

–Oh, pobre chica. Pero de todos, mi muchacho debió estar hambriento. Ya sabes, hombre lobo y humanos como comida.

–¿Por qué no te largas, Brandon? –comentó Charls, dejando notar un poco de rabia.

–Oh, claro que lo haré. –respondió.

Una sonrisa malvada se postró en el rostro de Brandon Foster; quién posteriormente pasó por un lado de John, chocando su hombro con el contrario al pasar.

Luego de aquel mal rato, una mujer pelinegra pasó por un lado de John, mientras llevaba un libro en su mano.

–Esa mujer es extraña –fijo Mason.

–¿Perdón? Estoy aquí, niño. Te puedo escuchar. –respondió la mujer.

–Discúlpelo, señorita. Él es tonto, a veces no sabe lo que dice. –comentó John al intervenir

–No debes ser tú quien lo pida, cariño.

Expresó aquellas palabras mientras se acercaba a John con una leve sonrisa. Con el índice de su diestra que estaba cubierto con un guante rojo acarició la mejilla del afrodescendiente, bajándola al par de segundos.

–Sin embargo, acepto las disculpas. Mejor ten cuidado con lo que dices, pequeño.

La mujer que poseía una bata negra sobre su cuerpo siguió su camino, olvidando por completo lo ocurrido.

–Aldeanos, nuevamente nos encontramos en este lugar reunidos para darles información sobre lo que ha estado sucediendo en nuestra aldea. Sin embargo, hoy traigo un regalo para todas las personas malvadas que intentan arruinar nuestro amado Wildwood.

–¿Qué mierda ven mis ojos? – dijo John.

–¡Una horca! ¿No les parece genial? A partir de ahora, en esta construcción serán ejecutadas las personas encargadas de haber asesinado a Madeleine Wilson, Emma Walker y Ray Brown. –prosiguió el sheriff.

–¿Y cómo sabrán quiénes fueron? –gritó alguien de la muchedumbre.

–¡Yo sé quién fue!

Un señor con pantalones viejos, barba blanca y anteojos había gritado aquellas cuatro palabras. En sus manos traía unas cartas del tarot, y un bolso en su espalda.

–¡Fue ese hombre! Soy un vidente, anoche estuve haciendo mi trabajo y descubrí mediante mis herramientas que ese hombre es un hombre lobo.

–¿Un hombre lobo? ¡Otro maldito hombre lobo! ¡Acabaré contigo, malnacido! –respondió el hombre del día anterior, quien decía ser un justiciero. Con su arma apuntó al hombre, dejando impactados nuevamente a los aldeanos.

–¡No, esperen! –exclamó la mujer pelirroja con una joya en su frente.

La advertencia fue muy tarde, ya que en ese mismo momento «el justiciero» le había disparado al hombre señalado de hombre lobo. Lo extraño para todos –excepto por una persona– es que el hombre no tuvo la alternancia entre su forma humana y su forma de lobo.

–¡¿Qué has hecho, hombre?! ¡Él era un veterano! –reclamó la pelirroja.

Aldea InvadidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora