CAPÍTULO 01: Una muerte advertida

18 5 0
                                    

Una noche oscura con neblina por doquier y una luna llena invaden la aldea Wildwood. Sus calles están solas. El viento sopla mientras que los habitantes se mantienen encerrados y los animales hacen estragos. Sin embargo, en una habitación en la zona más peligrosa del lugar, dos adolescentes se encuentran hablando sobre el tema diario: la muerte.

–¿Qué? Sí, así es la vida en  Wildwood.

–Jamás me dijiste que los animales "hacen estragos", John. ¿A qué te refieres con eso?

–Me refiero a la maldad que siempre está cubriendo cada rincón de esta aldea, Emma.

–¿Maldad? ¡Ya mismo me iré a mi casa!

–Por favor, Emma. Tu casa queda a kilómetros de distancia, al menos espera que amanezca para irte a tu aldea.

–Jamás fuiste sincero conmigo, John. No creas que me quedaré un segundo más en un lugar que es peligroso. Ya debo irme.

Esa joven rubia, caracterizada por los hoyuelos en sus mejillas, su sonrisa arrolladora e ingenuidad sorprendente, jamás creyó que estaba a punto de caminar hacia la mismísima muerte. No obstante, el temor que su amigo John había sembrado en ella la llevó a salir desesperadamente de aquella casa, empacando todas sus pertenencias.

–¡No te vayas, Emma, es peligroso allá afuera!

–Debiste decirme eso antes de invitarme a esta aldea. No regresaré, John. No pienso volver.

Irónicamente no se equivocaba con sus palabras, puesto que la verdad, ella no iba a volver jamás.

Salió de aquel sitio como alma que lleva el diablo, huyendo hacia la estación de trenes para esperar aquel tren que la llevaría hasta su aldea natal. Sin embargo, ese lugar estaba tan desolado como todo Wildwood. Los aldeanos no salían de sus casas toda la noche, pero Emma, lo hizo.

–¿Acaso no hay ningún tren? –pensó.

A unos cincuenta metros de distancia, Emma pudo observar lo que parecían ser unos perros, acercándose a ella a una gran velocidad. El temor se apoderó de la joven como nunca antes. Soltó su maleta y corrió, corrió tan fuerte que el aliento no le daba para gritar y pedir ayuda.

–¡A-Ayuda! –exclamó agotada.

Al mirar hacia atrás, notó que los perros que la perseguían, poseían unos colmillos muy afilados y parecían estar hambrientos. Pero... ¿por qué un perro con dientes tan afilados? ¡Correcto! Aquellos "perros" no eran más que una manada de lobos. Una manada de lobos que, luego de segundos de persecución, lograron alcanzar a su objetivo.

Aldea InvadidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora