Sin duda alguna aquel hombre que decía ser un vidente resultó ser un aldeano más. Desde ahí, el sheriff lo encarceló por falsas acusaciones, y al «justiciero» le confiscó su escopeta.
–¿Estás bien, John?
Preguntó la oficial Mary, quién se había acercado al joven para verificar que todo estuviese en calma.
–Sí, oficial. No se preocupe.
–Recuerda que siempre estaremos cuidándote, no mereces estar rodeado de tanto caos. –dijo mientras posaba sus extremidades superiores en los hombros ajenos.
–Sí, lo sé. ¿Pero sólo yo? No soy solo yo quien corre peligro, oficial. Es toda una aldea.
–Lo entiendo perfectamente, John, pero por ahora eres quien más ha sufrido por lo que ha estado ocurriendo. Así que bueno, necesito que te marches a tu casa junto con los guardias.
John, sin reprochar, acató la orden de la superior. Los guardias asignados por la fuerza policial lo acompañaron hasta que llegase a su casa. Una vez ahí, se quedaron en la puerta como siempre para custodiar la entrada.
John se dirigió hasta su habitación, donde posteriormente se quitó la chaqueta que llevaba puesta y la lanzó a la cama. Cuando lo hizo, notó que de ella saltó un pedazo de papel. Se inclinó a recogerlo, abriéndolo en el instante.
«𝑽𝒆𝒏 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 𝒂 𝒍𝒂 𝒇𝒂́𝒃𝒓𝒊𝒄𝒂 𝒂𝒃𝒂𝒏𝒅𝒐𝒏𝒂𝒅𝒂. 𝑺𝒊 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒆𝒔 𝒔𝒂𝒃𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒊𝒆́𝒏 𝒔𝒐𝒚, 𝒆𝒔 𝒎𝒆𝒋𝒐𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒗𝒆𝒏𝒈𝒂𝒔 𝒔𝒐𝒍𝒐. 𝒀 𝒏𝒐 𝒕𝒆 𝒑𝒓𝒆𝒐𝒄𝒖𝒑𝒆𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒍𝒐𝒔 𝒈𝒖𝒂𝒓𝒅𝒊𝒂𝒔, 𝒆𝒍𝒍𝒐𝒔 𝒆𝒏 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒏𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒂́𝒏 𝒄𝒂𝒑𝒂𝒄𝒊𝒕𝒂𝒅𝒐𝒔. 𝒀 𝒄𝒖𝒊𝒅𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒂𝒗𝒊𝒔𝒂𝒓𝒍𝒆 𝒂 𝒍𝒂 𝒑𝒐𝒍𝒊𝒄𝒊́𝒂, 𝒑𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒆𝒏𝒕𝒆𝒓𝒂𝒓𝒆́ 𝒆𝒏𝒔𝒆𝒈𝒖𝒊𝒅𝒂 𝒚 𝒏𝒐 𝒑𝒐𝒅𝒓𝒂́𝒔 𝒗𝒆𝒓𝒎𝒆.»
–¡Maldición!
Al parecer aquella nota le había afectado a John. Así que se dirigió a la puerta para avisarle a los guardias lo que estaba sucediendo, así ellos podrían solucionarlo. Al abrirla, los encontró a los tres tirados en el suelo con una torcedura de cuello bastante notable.
–¡No puede ser. Maldita sea!
Pasó por el poco espacio que había, corriendo directamente a la fábrica abandonada, donde aparentemente le esperaría quien mandó la nota.
De su frente goteaba sudor, sus piernas temblaban del miedo y su voz se quebraba a medida que se acercaba más al lugar. Sólo pensaba en quién podría ser, y en si ese descubrimiento pondría fin a la maldad en Wildwood.
Luego de varios minutos, llegó. Caminó lentamente mientras se adentraba en el lugar abandonado y sucio. Tenía cuidado de no pisar los charcos de agua filtrada, de no chocarse con una araña y lo más importante: encontrar a su citador.
–¡Vaya, vaya! Entonces sí viniste, John. Me gusta saber que puedes hacer tus cosas sin que nadie te diga que las hagas.
–¿Quién eres? ¿Qué le hiciste a mis guardias?
La voz vino de un hombre anciano, que poseía un sombrero extravagante sobre su cabeza. Llevaba una licra de franjas blancas y negras, y un buso naranja: el cual tenía bolsillos en los lados; lugar de donde colgaban dos muñecos.
–Oh, esos tontos. Sinceramente no sé para qué te los pusieron. Al parecer puedes con todo, niño.
–¡¿Tú asesinaste a mi tío?!
–Por supuesto que no.
–¿Eres un hombre lobo? ¿Te comiste a mi amiga Emma?
–Básicamente lo hice.
Luego de aquella respuesta, caminó hasta una mesa donde habían muchos títeres; los cuales tenían tallado en hilo una letra en el pecho.
–Con estas herramientas hice que los lobos descuartizaran a tu querida amiga. – prosiguió.
–¿De qué mierda hablas?
Un fuerte aullido se oyó en el lugar, dando vista a un lobo que entraba. A medida que aquel lobo se acercaba a John, se detuvo abruptamente para quedarse estático frente a él. Al otro lado de la mesa se encontraba el hombre anciano con sus manos en los hilos de un muñeco con la inicial "K" tallada en su pecho.
–¡¿Qué acaba de pasar?! – preguntó John, asustado.
–Tendré que desperdiciar uno de mis juguetes para explicarte, chico torpe.
Tomó los hilos de dicha marioneta y los enrolló en su cuello para hacer presión sobre la zona. Posteriormente, el lobo comenzó a jadear y toser por falta de aire, procediendo a agonizar lentamente frente a John.
–Chico, todo este circo que ha ocurrido en Wildwood sólo ha sido un pequeño espectáculo para niños dirigido por mí. Controlo marionetas para mi diversión y gozo. Pero he llevado esto a otro nivel; puedo ser el Dios de todos ustedes, manipulando los hilos de estos pequeños insectos para que trabajen para mi placer, y luego sean tirados a la basura. Eso es lo que le da valor a mi trabajo.
Seguido de aquello, apretó mucho más los hilos en la marioneta para seguir ahorcándola. Aquel lobo sumergido en la desesperación cayó al suelo y empezó a alternar entre su forma humana y animal a causa de la agonía de no poder escapar del terrible sufrimiento.
–Pero al final todos estamos unidos por hilos invisibles atados a nuestros temores. Somos títeres y titiritero, víctimas de nuestro propio pensamiento para olvidar el temor del cual no podemos escapar: la muerte.
El hilo fue apretado tan fuerte, que el lobo cedió a la presión y con un gran crujido se detuvo; quedando con el cuello roto frente al afrodescendiente.
–Por más que intenten evadirla, de una u otra forma la muerte llegará y nos tomará. Y no es por el hecho de morir, es por el factor que de cualquier manera, nosotros seremos olvidados con el paso del tiempo y nuestra existencia será nula en un punto futuro. Tal vez me considere uno de los mensajeros de la muerte, ¿por qué no? Ahora déjame darle las buenas noches a mi juguete.
Luego de ese monólogo, el anciano vestido de una forma particular cortó los hilos de esa marioneta y la última cayó al suelo. Su ciclo de utilización y vida había terminado.

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Aldea Invadida
Misteri / ThrillerWildwood, una aldea ubicada en los rincones de Estados Unidos, ha sido invadida por hombres lobo y un asesino en serie. ¿Podrá John, «el chico torpe», terminar con la maldad? Esta es una historia de fantasía, misterio y drama. Está basada en el jueg...