El mundo de las gafas era un mundo completamente nuevo para Renata porque nadie en su familia, ni siquiera los ancianos, había llevado gafas que ella recordara. Sin embargo, según James, debido a la maldición de la familia Potter que consistía en un pelo desordenado y una mala vista, parecía que iba a ser inevitable para Harry. Desde luego, como ya lo había notado antes entrecerrando los ojos, no podía dejar de notarlo cada vez que lo hacía y esperaba que el oculista pudiera aliviar la tensión de los ojos de Harry.
Por desgracia, la magia no podía cambiar la disposición genética y cualquier varita alrededor de los ojos sólo buscaba problemas. Era una de las pocas áreas en las que los muggles eran superiores en su práctica y, afortunadamente, el oftalmólogo al que iban a visitar era de origen muggle. Un ex alumno de Hogwarts que no deseaba seguir una carrera mágica, sino prestar un servicio que parecía no tener solución entre la gente mágica. Después de dejar a Ron en la Madriguera, Sirius se reunió con Renata y Harry, ya que James no estaría presente en la primera cita.
Harry no tenía la sensación de que fuera a ocurrir nada fuera de lo normal, ya que permanecía alerta pero bastante contento de estar en compañía de Sirius y Renata.
-Al menos, si necesita gafas, las tendrá antes que después- dijo Sirius -se acostumbrará a ellas antes de empezar el colegio. El pobre James no empezó a tener que llevar las suyas hasta quinto año y se resistió como un demonio. No fue hasta que la profesora McGonagall le dijo que iba a transfigurarlas permanentemente a su cara que las llevó con regularidad.
-¿Por qué no quería llevar las gafas en primer lugar?- preguntó Renata en tono confuso -Quiero decir, fueron diseñados para ayudar a sus ojos.
-Porque pensó que habían arruinado sus oportunidades con Lily en su momento- respondió Sirius, sintiendo que una pequeña sensación de incomodidad les invadía -Creo que Quejicus tuvo algo que ver con eso, afirmando que James no sería capaz de ver su salida de un duelo, por lo que estaba destinado a ser un fracaso.
Mientras los dos estaban sentados en la sala de espera esperando a que el oftalmólogo estuviera disponible, Renata sacudió la cabeza.
-Así que esta persona Quejicus, ¿quién era exactamente?
-Un furibundo imbécil- gruñó Sirius antes de que Renata lo mirara por usar ese lenguaje delante de Harry. Aunque Harry no prestaba atención a lo que estaban hablando, ya que estaba demasiado ocupado hojeando un libro que habían dejado sobre una mesa.
-Lo siento- añadió rápidamente -pero era verdad. Sigue siendo cierto. Se remonta a antes de que empezara el curso en primer año. Estábamos todos en el tren y James afirmó que quería estar en Gryffindor, ya sabes, como su padre. Pues bien, ahí va Snape, poniendo los ojos en blanco, como si James hubiera dicho lo peor de la faz de la Tierra y luego le dice a James que no pasa nada si quiere estar en Gryffindor si prefiere los músculos a los cerebros.