Capítulo 7

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—Eres toda una amenaza.

Puso los ojos en blanco mientras se quitaba la chaqueta, lanzándola al asiento trasero antes de desplomarse en el lugar del copiloto, frotándose la boca furiosamente con el dorso de la mano. Irene esbozaba una sonrisa divertida, bajando la ventana para sonreír y saludar a los niños que reían tontamente antes de mover su cabeza para encontrarse con los ojos oscuros y aturdidos de su maestro.

Han pasado seis meses desde esa reunión y Jaebeom parece más un zombi que un humano ahora.

No es que ella lo esté culpando. Después de todo, su prometido no era conocido por su bondad y misericordia, tiene sentido que después de haber sufrido tanto abuso, el agotamiento y el dolor deben haber pasado factura al joven maestro.

Sin embargo, Jaebeom se merece cada pizca de sufrimiento.

—Qué asco.

Irene retiene una risita. —No es una venganza si tú también sufres —comenta.

—Lo odio —se queja, todavía frotándose los labios con furia, sacando la lengua para luego bajar la mirada y verla con disgusto. —Lo odio.

—¿Cuál es el problema? —Irene pregunta sin siquiera mirarlo mientras mantiene sus ojos en la carretera. —Te has acostado con hombres antes. Además, Im tampoco es feo.

Se pone rígido, sus movimientos son casi mecánicos cuando alcanza la botella de plástico. Irene se detiene inmediatamente a un lado de la carretera desierta en el momento en que comienza a hacer gárgaras, empujándolo fuera del auto antes de que pudiera escupir por la ventana.

—Tonto —arruga la nariz, frunciendo el ceño cuando él vuelve a hacer gárgaras. —¿Qué tiene Im como para que estés actuando como si acabaras de besar un cadáver?

—Ya he hecho eso —resopla, e Irene sonríe con cariño ante el hilarante recuerdo de su primera cita en la morgue. —Ni siquiera se acerca —se endereza, haciendo un puchero adorablemente hacia ella.

Irene pone los ojos en blanco. Ella sabe adónde va esta conversación.

—Y no creas que me he olvidado de que me engañaste para que besara ese cadáver.

Sí. Ahí está. La arrogancia digna de una década de su querido prometido.

Vaya, definitivamente podía guardar rencor.

—Fue un desafío, cariño —sonríe, apoyándose en el capó. —Deberías haber elegido verdad en vez de reto si te ibas a asustar tan fácil.

—Tú y yo tenemos una comprensión diferente de "diversión" —refunfuña, dando la vuelta al auto para pararse frente a ella.

—Creo que tenemos una definición bastante similar de "diversión" —responde, relajándose un poco más —¿Entonces? —ella sonríe, acariciando su garganta con su nariz cuando él planta sus palmas en su espalda, atrapando con éxito su cuerpo entre sus brazos. —¿Qué tiene de malo besar a Im?

Se inclina para rozar sus labios.

—Sabe como el dolor de Jinyoungie —murmura, arrastrando los labios sobre los de ella, lentos y siempre desafiantes. —Lo odio.

Irene responde a ese desafío, reclamando sus labios dispuestos en un beso feroz, deslizando sus manos dentro de su camisa, trazando cada músculo con una sed aterradora.

Él es tan hermoso. Tan retorcido y bellamente roto.

A ella le encanta.

—¿Quieres que borre la presencia de Im?

Lengua dulce y dientes afilados | JJPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora