Por poco

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A la mañana siguiente, Miguel Ángel fue el primero en levantarse, lo cual le sorprendió ya que siempre hallaba a su hermano mayor despierto, aun así no le tomo importancia y solo preparo el desayuno, les hizo unos emparedados de queso y tomate junto con algo te y jugo. Desayuno tranquilo, pues no se sentía dispuesto a pasar momentos con aquellos que le veían mal, al terminar se retiró de nuevo a su cuarto, por alguna razón se sentía muy cansado.

Cerca de las diez los tres mayores se habían levantado, aseado y desayunado. Splinter llevaba cerca de tres horas esperándolos, al verles llegar les obligo a hacer cien sentadillas. A los minutos vio llegar a su hijo más chico el cual traía aun aquella sudadera, su padre le llevo al cuarto, no sin antes decirles a los mayores que hicieran cien sentadillas más. Dentro miro a su pequeño, el cual ya no tenía aquel suéter. Al verlo, pudo apreciar el nuevo cuerpo del menor.

Mikey: ¿No entiendo, que me está pasando? -viéndolo asustado-

Splinter: tranquilo hijo -le abraza tratando de conservar la calma- solo es efecto de la sustancia que te dieron, pronto tu hermano resolverá esto -sonríe suave-

Mikey solo asintió y volvió a ponerse el suéter, con un poco de pena se fue de allí. Sus hermanos le vieron pasar y esperaron a que su padre saliera. Splinter salió tranquilo y siguió con el entrenamiento, sin darles oportunidad a cuestionar lo de hace poco.

Después de aquello los mayores fueron a la sala, para su sorpresa el menor les esperaba tranquilo con una jarra fresca de jugo y unos bocadillos. Estos aceptaron y comieron aquello muy contentos.

Leo miraba atento a su hermanito, algo en aquellos ojos no le gustaba y aunque no sabía lo que era, sentía que podía ser un gran problema.

Leo: ¿Tú no piensas comer Mikey? -lo mira curioso-

Mikey: -sonríe suave- gracias, pero ahora solo quiero jugo -tranquilo bebe de su vaso-

Los tres mayores lo miraron por un momento, hasta que un poco de jugo bajo por su comisura y recorrió su cuello hasta perderse en aquella tela.

Donatello y Raphael se estremecieron al pensar tan solo en lamerle aquella zona, por lo cual agradecieron rápido y se fueron de allí. Leonardo los miro extrañado y sin tomarle mucha importancia limpio el pequeño desastre en su hermano.

Leo: debes tener cuidado Mikey, ellos no son tan fuertes en este ámbito -sonríe al comprender lo que pensaron sus otros dos hermanos-

Mikey: n-no era mi intención -sonrojado al notar su descuido-

Leo: lo se -sonríe y suave le besa la mejilla- ten cuidado -toma la bandeja con todo y se lo lleva-

Miguel Ángel le siguió con la mirada, mientras soltaba un suave suspiro, no sabia porque pero en ese momento, se sentía muy feliz, quizás solo era su imaginación haciéndole una broma. Pues no tenía sentido que de un día a otro su hermano actuara tan dulce con él. Tal vez era esa tonta sustancia haciendo de las suyas. Suspiro una vez más y se retiró a su cuarto sin notar como un par de ojos le veían con deseo.

A la tarde llegaron Casey y April, ambos saludaron a los tres quelonios que estaban en la sala. April dudosa pregunto por el menor, por lo cual solo le dijeron que estaba en el cuarto, esta fue con él, pues deseaba saber cómo se encontraba. Toco la puerta y espero a su amigo.

Miguel Ángel estaba recostado tratando de distraerse esperando a que sus hermanos se fuesen, pues por un tiempo prefería ni verles la cara y menos en las condiciones en que estaba, aun así sus pensamientos fueron interrumpidos por el golpe de la puerta. Molesto, se colocó de nuevo el suéter y fue abrir.

¿Yo, un omega? (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora