Bonus

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Bonus: El sueño de Chat Noir

Adrien estaba en su habitación, mirando el techo, pensando en la inmortalidad del cangrejo. No sabía cuánto tiempo llevaba de esa forma, pero su cuerpo se sentía demasiado pesado como para moverse. De repente, unos golpes en su puerta lo interrumpieron de su trance.

- Adelante, está abierto. - Gritó. No tenía ganas de moverse.

- Ha llegado tu visita. - Anunció Nathalie, con su formalidad habitual.

- ¿Qué visita? No estoy esperando a nadie.

- Adrien, no seas descortés. Esto lleva mucho tiempo anotado en tu agenda. Le diré qué pase. - Cerró la puerta antes de irse. El chico continuó en esa misma posición, incluso cuando escuchó que la puerta se abría de nuevo.

- Hola, Adrien. - Saludó Marinette, con su dulzura habitual. - Espero no haberte hecho esperar demasiado. - El chico se levantó de golpe. ¿Qué hacía Marinette en su habitación? No era como si su presencia le desagradara, sino todo lo contrario, pero era raro. A demás, su padre casi nunca permitía que lo visitaran. Al ver su expresión, Marinette hizo una pequeña mueca de fastidio que le pareció al rubio irresistible.

- Adrien, no me digas que lo olvidaste. - Le recriminó la chica.

- ¿Olvidar qué cosa? - Francamente, no tenía idea de qué estaba pasando.

- Habías prometido ayudarme con mi proyecto. No te hagas el desentendido. - A juzgar por su voz, parecía ligeramente molesta, como cuando Ladybug lo regañaba por hacer tonterías durante un ataque. Decidió que lo mejor era seguirle el juego e improvisar sobre la marcha.

- Oh, cierto. Solo estaba bromeando. - Respondió, nervioso. La chica sonrió.

- Perfecto. Entonces comencemos.

Por primera vez, Adrien notó que Marinette traía una gabardina negra hasta las rodillas, el cabello suelto y tacones. Solo la había visto usar tacones un par de veces, y aunque torneaban exquisitamente sus piernas, le hacían tropezarse demasiado. Pero, a juzgar por su seguridad, ese problema debía ser cosa del pasado.

- De verdad, agradezco mucho que hagas esto por mi. No sabes lo importante que es tener la opinión de alguien tan involucrado en la industria de la moda. - Mientras hablaba, sacó una pequeña libreta y una pluma de su bolsillo izquierdo, y luego las dejaba en el escritorio. - Bien, todo listo. - Y tras esas palabras, desabrochó la gabardina y la dejó caer al suelo.

Adrien sintió como su corazón se detenía, para luego reanudar la marcha a toda velocidad. Debajo de la gabardina, solo llevaba ropa interior. Y no cualquier cosa, sino un delicado conjunto de encaje negro con detalles rojos que acentuaba sus delicadas curvas y por alguna razón, le resultaba extrañamente familiar. Parecía la mezcla perfecta de un ángel y un demonio.

- ¿Y bien, qué te parece? - Preguntó la peliazul, con una sonrisa radiante. Dio unos pasos hacia él luego de una vuelta lenta y provocativa. Adrien abrió la boca, aunque no sabía qué decir. Sus manos ardían en deseo de tocarla, aunque a decir verdad, no eran la única parte de su anatomía que estaba ardiendo. Abrió la boca, pero Marinette puso un dedo delicadamente sobre sus labios.

- No hables aún. Debo tomar apuntes. - Quiso tomar la libretita y la pluma, pero está última rodó al suelo. - Cielos, qué torpe soy. - Comentó con una risita, antes de darle la espalda y empinarse para recoger el objetivo, dándole una vista en primer plano de sus glúteos. De repente, hacía demasiado calor en la habitación. La chica caminó hacia él juguetonamente, hasta quedar a centímetros de tocarse. Sin decir palabra, lo tomó de los hombros, y dándole tiempo de negarse si quería, se acomodó lentamente a horcajadas sobre él.

- Puedes tocar. La tela es bastante suave. - Le comentó con una sonrisa más parecida a la de su Lady que a Marinette. Titubeante, el chico obedeció. Su pulgar estaba rozando uno de sus senos, cuando se dio cuenta de que no se sentía como esperaba. Inmediatamente, notó por qué; tenía las manos enguantadas. Extrañado, cayó en cuenta de que llevaba el traje de Chat Noir, y lo odió como nunca, pues amortiguaba el calor de su piel. Y a demás, apretaba como nunca.

- Destransfórmate, gatito. - Susurró en su oído. - Quiero sentirte bien... Y que tú me sientas.

Sin pensarlo dos veces, el chico obedeció. Gritó la orden, pero en lugar de sentir la habitual explosión de luz verde, todo se quedó a oscuras. Y de repente, un ruido odioso comenzó a retumbar en sus oídos de forma rítmica, haciéndose cada vez más agudo y cercano...

Entonces, Adrien despertó.

Aún estaba a oscuras cuando su alarma sonó, pero no necesitaba luz para darse cuenta de que había una enorme mancha de humedad en su cama. Esperaba que se secara pronto, o tendría que darle una explicación muy incómoda a Nathalie. Aunque esa era la menor de sus preocupaciones; vería a Marinette en unas horas, y después de ese sueño, estaba convencido de que no podría sostenerle la mirada.


Escribí este pequeño interludio en la historia por diversión y

porque soy bien puerca UwU

Agradezco a todos por seguir leyendo esta mamada.

Persona equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora