Epílogo

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Al ver a su compañero de batallas retorciéndose en el suelo, incapaz de contener las carcajadas histéricas, Ladybug, ahora en su forma civil (o sea, Marinette) primero frunció el ceño, molesta, pero al ver que el chico no paraba de retorcerse, comenzó a preocuparse. ¿A caso lo había descompuesto?

La semana pasada, por fin, después de años de batalla, habían recuperado el Miraculous de la mariposa y del pavorreal. Gabriel Agreste los había entregado voluntariamente en una reunión que al inició creyó que era una trampa, pero en realidad, el hombre estaba exhausto. Finalmente, había aceptado comenzar a tomar el duelo por la muerte de su esposa de una forma sana, aceptando sus errores y disculpándose, aunque claro, sin llegar al extremo de enfrentar los cargos por terrorismo por los que se acusaba al villano. Ladybug había decidido conservar su identidad como secreto, en parte porque el hombre realmente parecía arrepentido, en parte porque no quería problemas con su querido suegro. Porque sí, Adrien y Marinette llevaban cinco años saliendo, y planeaban casarse dentro de unos meses, apenas terminaran la universidad.

Pero ahora que la amenaza que se cernía sobre París había sido detenida, tenían un último asunto que zanjar.

Durante toda la semana, Ladybug había tenido que arreglar algunos asuntos: Devolver los Miraculous perdidos, reunirse con la orden de los guardianes para decidir si ella y su compañero debían conservar o no los Miraculous, comunicados de prensa, planes para la boda... En fin, entre todo el caós, este era el primer momento que había tenido para hablar a solas con su compañero de batalla, y aunque hace años había dejado atrás su enamoramiento al entablar una relación con una chica misteriosa, sabía que el minino moría de curiosidad por saber quién se ocultaba tras la máscara.

Y así, se había destransformado frente a él, dando paso a la escena que tenía frente a ella. Justo cuando pensaba que tendría que llamar a emergencias, el chico pareció calmarse un poco.

- Dame un minuto, por favor. - Pidió el rubio, tratando de recuperar el aliento.

- ¿Se puede saber qué es tan gracioso? - Preguntó Marinette, visiblemente molesta ahora que era seguro que su compañero no estaba sufriendo una crisis. Chat Noir decidió que era más simple mostrarle que darle una larga explicación.

- Destransformación. - Y cuando la luz verde desapareció, en el lugar que estaba Chat Noir apareció su prometido, Adrien Agreste.

- Tiene que ser una maldita broma. - Murmuró Marinette. Al ver su expresión, el chico no pudo contener otro ataque de risa.

En ese momento, todas las piezas encajaron. La sensación de esconderse algo, y al mismo tiempo, de que ambos podían confiar en el otro su vida misma, tanto de forma civil como heroica, los años persiguiéndose en círculos, las insinuaciones de los kwamis... En fin, todo. Al darse cuenta de lo absurdo, Marinette abandonó su expresión mosqueada para reír un poco, aunque sin llegar al nivel de histeria de Adrien. Porque, en cierto sentido, toda la historia parecía una mala broma.

- Entonces... ¿Todo el tiempo fui el chico misterioso? - Preguntó Adrien, un poco más calmado.

- Sí, eso parece. - Murmuró Marinette, un poco abochornada. - Ahora me siento un poco mal. Tú lograste enamorarte de ambas facetas mías, mientras que yo siempre estuve deslumbrada por tu faceta civil.

- Bueno, tengo algo que confesar... ¿Recuerdas esa vez en la que me enviaste un video en lencería, hace cinco años? - La chica enrojeció violentamente. A pesar de que unos meses después ella misma le había modelado ese conjunto a su novio en persona, y él lo había hecho trizas (enfureciéndola, pero hasta varias horas después) ese evento aún seguía siendo una espina para Marinette. - Bueno, comencé a buscarte como Chat Noir por culpa de mis hormonas adolescentes, y Plagg fue quien me empujó a salir contigo.

- Si te dijera las cosas que hizo este muchacho... No he dejado que vuelva a tocar mi precioso queso desde entonces. - Comentó el kwami, quien observaba el drama bastante entretenido.

- No sé si sentirme ofendida o halagada. - Bufó Marinette.

- Lo importante es que estamos juntos, Bugginette. - Para darle más peso a sus palabras, el rubio se acercó a su prometida, y la besó con ganas.

- Estos son los portadores más caóticos que hemos tenido. - Comentó Tikki, quien observaba toda la escena junto a Plagg.

- Tampoco exageres, terroncito. -

FIN (ahora sí).


Bueno no me gustó el final, así que decidí agregar algo al cierre de esta historia. Un saludo, y cuídense.

Persona equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora