III. Los Cuentos De Beedle El Bardo

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El cantar dulce de los pájaros hicieron a Albus abrir sus ojos, su habitación iluminada plenamente por la luz del día le indicó que había despertado más temprano que el día anterior. Un rugido en el estómago lo hizo levantarse de la cama, y observó que ni siquiera se puso la ropa para dormir, pues aún traía consigo el pantalón de vestir y la camisa.

Adormilado, bajó a la cocina extrañado de que todo estuviera tan callado debido a que sus hermanos todavía no despertaban. Se sirvió en un plato su cereal favorito Cherri Owls que le recordaba a Hogwarts, ya que ese y otros cereales siempre estaban disponibles en el desayuno de todos los días.

Cuando terminó su plato, lo dejó en el lavabo junto con otros platos sucios y conjuró un encantamiento para que se lavaran por sí solos. Entre tanto, volvió a subir las escaleras y encerró en el baño para tomar una ducha que le subiría los ánimos.

Ya en su habitación y con ropa limpia, escuchó a sus hermanos despertar y desayunar en la cocina, a lo cual decidió ignorar prefiriendo sentarse en la mesita de madera cerca de la ventana. Lo primero que vió,  fue de nuevo aquel libro de tapas azules reposar sobre unos pergaminos en blanco, hasta que luego de unos segundos decidió volver a abrir desde sus primeras páginas.

Un pequeño texto escrito en otro idioma llamó su atención, pues no recordaba haberlo visto antes. Al intentar leerlo, se dio cuenta que era en griego, así que rápido buscó un diccionario de aquel dialecto y se puso en la tarea de traducir. Le llevó un poco de tiempo encajar y darle una buena interpretación a cada palabra, porque se sentía más familiarizado con el latín; sin embargo finalmente logró el objetivo quedando un escrito peculiar.

¡Ay! El tormento arraigado en el linaje, el grito desgarrador de la muerte, el golpe que rasga la vena, la sangre que nadie restaña, la tristeza, la maldición insoportable.

Pero hay un remedio en esta casa, no fuera de ella, no, no venido de otros, sino de ellos mismos en su pugna sangrienta. A vosotros clamamos oscuros dioses que habitáis bajo la tierra.

Escuchad con atención, dichosos poderes subterráneos, responded, enviar ayuda. Amparad a estos muchachos, concededles la victoria ya.

Lo leyó un par de veces, pero aún así no lograba entender exactamente a lo que se refería y por qué estaría algo así en un libro de cuentos para niños. Parecía algo puesto intencionalmente para que alguien lo suficientemente curioso e inteligente se pusiera a investigar, pero claramente no cualquiera lograría llegar correctamente a lo que eso significaba.

Recargó ambos brazos sobre el libro y seguido hizo lo mismo con la cabeza, mientras miraba a través de la ventana un poco pensante. De un momento a otro volvió a ganarle el sueño y dejó de percibir todo aquello que sucedía a su alrededor. No fue hasta que sintió una sutil mano y dedos delgados que recorrían su nuca, que lo despertaron.

—Albus.

Al escuchar su nombre se enderezó de inmediato.

—Abe necesita que bajes con él —volvió a hablar la dulce voz de su hermana menor.

—Sí, ya voy Ari.

Talló sus ojos al mismo tiempo que se levantaba de la silla y bajó a donde estaba su hermano.

—Aquí está la mercancía para el día de hoy —le entregó el queso de cabra, pero esta vez en un costal.

—Vale, nos vemos al rato —dijo y acomodó el costal sobre su espalda.

Salió y caminó de nuevo al mercado del pueblo ya un poco más acostumbrado a ese estilo de vida.

Otra vez la gente se acercaba a comprar, algunos todavía con lástima en sus miradas; eso como le ponía de mal humor. Hasta que una figura muy familiar llegó a él y se trataba de la señora Bagshot quién iba sola.

Masters Of Death «Grindeldore»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora