V. Por El Bien Mayor

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No pudo sacar de su memoria durante toda la noche y gran parte del día, aquella imagen de Grindelwald tan cerca de su rostro. Ni hablar de su aroma y la sensación del contacto físico, tan solo repetir la escena en su mente, le aceleraba el ritmo cardíaco. ¿Por qué se sentía así?

Una vez su amigo Elphias le contó cómo era estar enamorado. Era su quinto año en Hogwarts y el pobre parecía un manojo de nervios cuando quería acercarse a una bruja de Ravenclaw, y se le veía sonriendo como tonto al pensar en ella. También fue testigo de cuando Aberforth comenzó a salir con Violet, pero vamos, son chicas y... en este caso Gellert un chico. Tampoco había leído ni en cuentos muggles del amor entre dos personas del mismo sexo, en todas partes era un chico con una chica. Definitivamente estaba perdiendo la cabeza.

Cuando pasó frente a la casa de Bathilda Bagshot camino al mercado, inevitablemente volteó a mirar las ventanas, quizá esperando ver al rubio detrás de alguna de ellas, pero jamás sucedió ni tampoco de regreso.

Por la tarde dentro de su habitación y sentado frente a la mesita, no paraba de mirar los pergaminos vacíos y la tinta. Muy en el interior deseaba escribirle algo a Gellert, pero no sabía qué. En cuanto a las reliquias, aún no tenía nada y no se le ocurría por donde empezar, así que no tenía nada concreto para escribir.

Sacó de un cajón el pedazo de pergamino donde había escrito la traducción del texto misterioso en el libro de Los Cuentos de Beedle el Bardo. Tenía la sensación de que estaba relacionado con alguno de los objetos y que sería útil descifrarlo.

Tan pronto como sacó el papel, también se encontraba en su ventana la lechuza marrón claro con una carta amarrada a la pata. Tomó la correspondencia y premió al animal con unas semillas, pero este no se marchaba. La lechuza se quedó parada en su ventana, observando y probablemente esperando una pronta respuesta a la carta recién entregada.

Albus:

Encontré unos libros bastante interesantes para nuestra investigación de las reliquias en la biblioteca de mi tía. ¿Te parece si vienes y leemos? No creo que a Bathilda le moleste, ya que está muy ocupada en sus asuntos.

Espero tu respuesta.

Gellert.

Al terminar de leer tenía dibujada esa sonrisa tonta en los labios. Grindelwald había sido más rápido y no dudaría un segundo en aceptar la invitación.

Gellert:

No tengo nada más interesante que hacer, y también tengo algo que aún no logro descifrar, pero nos podría ayudar. Te veo en veinte minutos.

Albus.

•••

—Te estaba esperando. Adelante, Albus —se apartó de la puerta para darle el paso.

—Gracias —entró a la casa— ¿Tu tía no está?

—No. Salió, pero tengo permiso de usar su biblioteca. ¿Vamos?

—S-sí, vamos.

¡Merlín! ¿De cuándo acá tartamudeaba al hablar?

—Queda al fondo del pasillo —le señaló invitándolo a ir.

Albus dio la media vuelta y siguió la indicación del rubio, a la vez que escuchaba sus pasos detrás de él. Una vez llegaron a la biblioteca, el cobrizo se quedó parado sin hacer mucho.

—Toma asiento, no muerdo.

Albus sintió un poco de vergüenza, seguramente parecía un idiota. Sin más, eligió una silla para sentarse.

—¿Cuáles son esos libros tan interesantes que encontraste?

—Historia de la Magia del siglo XV, XVI y XVII. Los Magos Más Poderosos de los Últimos Tiempos —dijo Gellert a su vez que le mostraba los libros—. Hay mucho por leer —acercó una silla a su lado para sentarse.

«Otra vez ese aroma a lavanda»

—Sí pues, en marcha. Esos libros no se leerán solos —Albus tomó un libro de Historia de la Magia y lo abrió en una página al azar.

Gellert hizo lo mismo con el de "Los Magos Más Poderosos de los Últimos Tiempos". Todo era inmensamente silencioso, a ratos solo se escuchaba el rechinar de las sillas cada vez que uno se acomodaba o el pasar de las páginas.

—Hey, Albus, creo que tengo algo —interrumpió su lectura, dándole palmaditas en el brazo.

—¿Qué cosa? —dirigió su mirada al rubio.

—Dice que mataron a un hombre que presumía haber heredado una varita muy poderosa a principios de mil setecientos.

—¿Dice el nombre?

—Ferdinand Schröder, de ahí en fuera más nada.

Albus suspiró frustrado —Al menos sabemos que en algún lugar del mundo aún existe.

—No podemos rendirnos.

—Ahora que recuerdo... —sacó un pergamino doblado del bolsillo de su pantalón—. El otro día vi un texto en los cuentos de Beedle el Bardo y lo traduje, pero no sé exactamente a qué se refiere.

Se lo entregó y el rubio comenzó a leer en voz alta:

¡Ay! El tormento arraigado en el linaje, el grito desgarrador de la muerte, el golpe que rasga la vena, la sangre que nadie restaña, la tristeza, la maldición insoportable...

Por unos segundos dejó de prestar atención a lo que leía, cuando menos se dio cuenta, estaba tomándose la libertad de admirar los cabellos dorados de Gellert y las finas facciones de su rostro con más detenimiento.

—"A vosotros clamamos oscuros dioses que habitáis bajo la tierra..." —repitió pensativo—. Se refiere a los demonios —alzó la vista a Albus quien le miraba como si fuese una eminencia.

Sentir la mirada penetrante de esos ojos heterocromos, lo hizo desviar la vista a otro lado.

—Correcto —carraspeó la garganta— ¿Pero qué con eso?

—"Dichosos poderes subterráneos... ","Amparad a estos muchachos, concededles la victoria ya" —continuó repitiendo con calma—. ¡Inferis! Se refiere a la piedra de la resurrección y traerlos como un ejército para la victoria.

—No pensarás en hacer eso, ¿O sí?

—Es magia extremadamente oscura y no es tan sencilla, pero en última instancia podría funcionar.

—No creo que sea buena idea, Gellert.

—No hay de qué preocuparse. Ellos obedecen las órdenes de su amo y son excelentes guardianes de cualquier objeto que se les encargue cuidar. ¡Así nadie nos robaría las reliquias!

—La magia oscura siempre tiene repercusiones en quién la práctica...

—Cuando llegue el momento solo déjamelo a mí. Tengo muy buen control con esa magia, estudié en Durmstrang ¿recuerdas Albus? —suavizó el tono en su voz y posó ambas manos en los hombros del cobrizo para tranquilizarlo.

—Será inevitable que muchos nos persigan por tales objetos, así que tal vez sí —mencionó no tan convencido.

—Conseguiremos el poder por el propio bien de los muggles y de los magos. Será por...

—¿Por un bien mayor? —el cobrizo miró atentamente a Gellert.

—Por el bien mayor, Albus —sonrió dulcemente y le dio palmadas en el hombro.

De pronto se dio cuenta de la escasa distancia entre sus cuerpos. Con cada día que pasaba, Albus comenzaba a sentir una conexión inexplicable con Gellert. Por si fuera poco, el rubio bajó sus ojos heterocromos estacionándolos justo en los rosados labios de Albus. ¿Sería que quería besarlo, o buscaba jugar con él? porque ese acto no llegaba. Por un instante se le cruzó por la cabeza ser él quién rompiera esa barrera y besarlo, pero no fue capaz de atreverse, quizá por miedo.

Masters Of Death «Grindeldore»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora