5. Y ahora qué

220 17 0
                                    

El resto del sábado lo pasé en casa llorando y durmiendo. Aún no me puedo creer que huyera de esa manera. ¿Tan horrible soy? Ahora estoy sola, los ojos y la cabeza me duelen de tanto llorar, mis ojos están hinchados y lo único que consigo hacer es dormir, me he saltado todas las comidas del día.

Estaba oscuro fuera cuando escuché unos golpes en la puerta. Me desperté buscando mi móvil para comprobar la hora, eran las 5 de la mañana. ¿Quién querrá venir a estas horas a mi casa? Caminé hasta la puerta principal y me encontré con el cobarde que huyó de mi cama la mañana del día anterior.

- No quiero verte - dije sacando fuerzas de donde no tenía.

- Ruby, por favor, ábreme la puerta - se escuchaba cómo arrastraba las palabras, estaba borracho - soy un idiota, por favor, déjame entrar. - ¿estaba llorando? Abrí la puerta y confirmé mi sospecha. En cuanto me vio se arrodilló y abrazó mi cintura llorando como un niño pequeño - te he tratado fatal, soy una mierda, no te merezco. Perdóname, por favor.

- Levántate y entra, nos puede ver alguien y te recuerdo que sigues casado. - no podía creerme que fuese yo la racional de los dos teniendo en cuenta la diferencia de edad entre nosotros. Entró en casa y se sentó en el sofá. - ¿Quieres agua? ¿Un té?

- Te quiero a ti aquí conmigo - señaló al espacio que había a su lado para que me sentase junto a él. Sin pensarlo lo hice. Y me tomó de ambas manos dejando besos en ellas. Después de dejar esos besos intentó besarme en los labios pero aparté mi cara.

- Estás borracho, te arrepentirás y mañana por la mañana me volverás a dejar sola - dije dolida recordando lo que había pasado.

- N-no, no te haré eso. Lo prometo. Nunca me podría arrepentir, sin embargo, tú sí. Eres demasiada mujer para mi - agachó su mirada, tomé su rostro para admirarlo y sucumbí a lo que mi corazón me pedía ignorando completamente mi lado racional. Besé sus labios, era suaves y estos me devolvían los besos con una ternura que jamás había experimentado, nos abrazamos y nos quedamos dormidos en el sofá.

(ANDREW)

Desperté con un dolor de cabeza que me taladraba. Me costó habituar mi vista a mi entorno y reconocerlo. Flashes de recuerdos me venían a la mente. Después de beberme una botella de whisky en Joe's había caminado hasta la casa de Ruby. Y es que odiaba la situación en la que me encontraba. Estaba casado, pero mi matrimonio hacía aguas desde hacía dos años, pero aguantábamos por los niños. Lo que no esperé fue encontrarme con la chica a la que estaba abrazando, me había quedado dormido en su regazo. Sí, la atracción hacia ella era irresistible, nunca había engañado a mi mujer hasta ahora y me sentía una mierda por ello, pero es que Ruby tenía algo que me llevaba a ella, daba igual qué hiciese. Empecé a ir al Donna's sólo por verla ¿no tiene nada malo eso, no?

Me gustaba verla todas las mañanas, me escapaba del set para al menos poder tomarme un café y hablar con ella de cualquier asunto trivial. Después, vine con Gael y con los pequeños, estos se hicieron amigos del "hijo" de Ruby, por lo que intercambiamos números por si alguna vez había una emergencia cuando salían juntos. Creedme cuando digo que me costaba la vida no sucumbir a la tentación de hablarle, pero no lo hice.

Desde que nos conocimos, no había vuelto a tener relaciones con mi mujer y es que por más que lo intentaba, mi cuerpo no reaccionaba ante ella, pero sí lo hacía cuando soñaba con Ruby.

Harta de la situación y las peleas por cualquier estupidez, Gael pidió que me fuese de casa unos días y tuve la maldita suerte de toparme con la rubia que se colaba en mis sueños.

- Buenos días - la voz adormilada de Ruby me sacó de mis pensamientos.

- Buenos días, preciosa - me incorporé para admirar su rostro y acaricié con mis nudillos su mejilla. ¿Cómo podía estar tan jodidamente preciosa recién despierta?

- ¿Resaca? - asentí y ella rió - voy a traerte una pastilla para el dolor de cabeza ¿sí? - desapareció por la puerta y volvió con un vaso de agua en una mano y una pastilla en la otra que acepté de inmediato.

- Gracias - dejé el vaso en la mesita del café que se encontraba en frente del sofá, girándome hacia ella posé ambas manos en sus muslos y dirigí mis labios a ellos dejando cortos besos - déjame hacerlo bien ¿puedo? - acariciaba sus muslos arriba y abajo, ella parecía dudar, pero quería hacerle sentir ese placer que le negué ayer.

- ¿No vas a huir? - preguntó algo aterrada.

- No - besé sus labios y ella me correspondió. Besé su cuello y comenzaba a notar como nuestras respiraciones se tornaban agitadas. Bajé hasta su sexo y me deshice de sus braguitas, estaba preciosa con esas camisetas que usaba de pijama, y me imaginaba cómo se vería con una mía.

Me limité a hacerle sentir lo mucho que la deseaba y disfrutar de su cuerpo, porque siendo honesto conmigo mismo, no sé si podré permitirme repetir esta situación por más que quiera.

Probé de su sabor, podría afirmar que estaba tomando de la mejor droga, que estaba perdido, porque de seguro era adictiva. Ella enterraba sus manos en mi cabello a la vez que se le escapaban gemidos por lo que le estaba haciendo con mi boca. Introduje uno de mis dedos en su interior, era terriblemente prieta y temo acabar nada más me adentre en ella. Podía notar cómo sus uñas se clavaban en la piel de mis brazos y mis hombros, así que iba introduciendo más dedos en su interior hasta que una serie de espasmos y gemidos agudos me hicieron saber que había llegado a su orgasmo.

***

Tras mi primer orgasmo, se incorporó y se colocó entre mis piernas. Me retiró la camiseta dejando mis pechos al descubierto. Me trataba con delicadeza, como si fuese de porcelana. Me beso los pechos mientras sacaba un preservativo de su cartera, se deshizo de la ropa hasta quedar desnudo como yo, se colocó el látex en su miembro y me miró sonriente. Besó mi cuello y después mis labios. Notaba cómo se colocaba en mi entrada haciendo que me desesperase e inconscientemente moviese las caderas deseando tenerle en mi interior, no se hizo de rogar y atendió a mi necesidad. De una suave estocada fue entrando en mi haciéndome sentir llena. Dejó de besar mis labios para separarse de mi rostro y contemplarme.

- Eres jodidamente perfecta - se movía en mi interior despacio, dejándome besos y acariciando mi piel, haciéndome sentir terminaciones nerviosas que no conocía en mi.

- M-más... - mi cuerpo reclamaba más velocidad, más rudeza. Él, una vez más, respondió a mi petición aumentando frenéticamente su movimiento de caderas, haciendo lo que no creí posible, le sentía cada vez más adentro. Él sudaba y las venas de su cuello y brazos cada vez se marcaban más. Bajó su mano derecha a mi sexo para estimularme a la vez que entraba y salía de mi. Volví a llegar al climax mirando a los profundos ojos azules de Andrew.

- Oh, dios... - comenzó a hacer movimientos erráticos que me avisaron de su orgasmo y cayó sobre mi agotado dejando su rostro escondido en mi cuello - con esa mirada tuya no pude aguantar más - reí y él dejó besos en mi cuello y mi hombro. Cuando recuperó la respiración se posó a mi lado y se deshizo del condón. - Eres incluso más hermosa recién follada - le di un pequeño manotazo en el hombro al notar que me había sonrojado y él soltó una carcajada ante mi reacción.

Descansamos acurrucados y adoraba las caricias que Andrew me proporcionaba. Comimos juntos y se fue, ya que tenía que pasar la tarde con sus hijos. Se despidió de mi con un simple beso en la mejilla que sinceramente me molestó. Después de hacerme todo lo que quiso era incapaz de volver a besar mis labios.

No me dejes (Andrew Lincoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora