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Las plantas de mis pies arden y punzan cuando corro por los pasillos de la clínica, utilizar zapatillas de tacones tan finos para cumplir horas de guardia no fue la mejor opción, debí considerar aquello cuando por la mañana me decidí por agregarle un estilo diferente a mi forma de vestir de manera repentina. Blanqueo mis ojos cuando noto que quienes me buscan son las enfermeras encargados del área del piso privado. Doy una media vuelta sobre mis pasos con la decisión de marcharme antes de que llegue a mis oídos más quejas de mi personal supuestamente informándome el comportamiento de Iván Archivaldo, nada más ni nada menos que el hombre que llegó para alterar la paz de una de las mejores clínicas de México. Pinche malcriado y consentido. 

—¡Doctora!—Respiro hondo intentando no perder la calma al ser consciente de que es a mí quien llaman. Paso de la muchacha pelirroja que me observa con ojos suplicantes y la comprendo, lidiar con el carácter de un Guzmán no es fácil y mucho menos con la actitud que tomó Iván la cual aun no comprendo, nunca antes me había sucedido algo así con un paciente.

«Ni siquiera me preocupaba por ellos o estaba al pendiente de su salud en horas extra laborales como lo estuve con él»

—No hace falta que me lo digas—Asumo interrumpiendo a la plebe quien asiente liberando un suspiro de alivio y me deja el camino libre para poder caminar con rapidez hacia el ascensor presionando el botón de uno de los últimos pisos de las cinco plantas con las que cuenta la clínica.

Ordeno que se me quite el trabajo pendiente con el resto de los pacientes y continuo leyendo el breve informe diario que pedí que haga exclusivamente el cuerpo médico que está a cargo de Iván para no perder ni un solo detalle.

—Me vale que haya despertado de un coma ¡Necesito ir a ese festival, Ovidio!—Levanto de forma disimulada mi mirada para encontrar al recién mencionado forcejeando con su cuñada—Que las mueva y haga que sus hombres me lleven, no lo sé ¡Pero necesito ir!

—Magia no puedo hacer, Blanca. Si mi carnal no quiere mover sus hombres para llevarte pues te chingaste mija, ni modo.—Me es imposible que una sonrisa no surque en mi rostro, sin embargo, paso de ellos como si realmente no estuvieran ahí y cumpliendo el mismo procedimiento de siempre, ingreso a la habitación y finalmente sala de Iván.

—Buenos días—Dejo de lado la planilla que leo cuando soy consciente del revuelo que hay en la sala con un Iván lanzando amenazas a diestra y siniestra, luchando con un Eleazar quien intenta inyectar algo en el contenedor del suero de su patrón, al mismo tiempo Alejandrina y la mujer muy parecida a ella observan desde un rincón de la habitación.

El ambiente no tarda en volver a ser calmo como debería de ser en una habitación de hospital al notarme.

—¿Qué hacen?—Es lo único que sale de mi boca al ver tanto salvajismo en un solo cuarto.—Se supone que tu deberías estar tranquilo y el resto ¡dejándolo descansar! Nunca se va a recuperar sino siguen al pie de la letra mis órdenes.—Me quejo notablemente ya cansada de lidiar con un hombre grande que por alguna extraña razón se comporta como un crío.

—Iván no quiere comer, Gianna.

—¡Que me digas patrón dije!—Iván alarga la última vocal al mismo tiempo que rueda los ojos cruzándose de brazos notablemente desconforme por el trato que le da el hombre que ha sido su escolta -y como parte de la familia también- desde sus inicios.—Y tu—Me señala con su índice—¿Qué es eso de decir simplemente buenos días? Aquí llegas y me dices, buenos días cariño ¿Cómo te sientes? ¿Te han tratado bien estos cabrones? ¿Ya quieres irte?

—Eres un paciente más, Iván—Sus ojos se abren y alza sus cejas antes de fulminarme con la mirada, Eleazar tiene la valentía de reírse en el rostro de su jefe por lo que evito que comiencen a pelear invitando a las mujeres a retirarse, el escolta comprende mi señal y se larga también molestando a Iván hasta el último segundo en que se lo ve.

Lonely | Iván Archivaldo Guzmán |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora