Odio tu indiferencia.
Ni siquiera intentaste volver a hablar conmigo.
No debería importarme, pero lo hace.
Ya no vivo en la escuela, ahora me estoy alojando en una banca del parque.
Es lindo ver las estrellas, que brillan en la noche. Se parecen al brillo de tus ojos, cuando te ponías la capucha con orejas de gato.
Eso me calma. Ya no siento tanto frío.
Es como si me dieras las buenas noches, y esperes a que me duerma. Es como si me estarías protegiendo de todo lo malo de la oscuridad.
Le cuento a la luna que solo estás enfadada, pero que pronto volverás a sonreírme.
Me duermo con una sonrisa en los labios, por alguna razón desconocida.
Me gustaría no tener que conformarme con tontas estrellas.
