Capítulo 3

59 11 54
                                    

Nadine D'Angelo

Apenas puse un pie en el palacio, me rodeo un grupo de estilistas, maquillistas, hablando muy rápidamente y diciéndome que teníamos que darnos prisa si queríamos estar listos para la cena.

Recuerdo mirar unos de sus relojes y ver que apenas eran las 11:00 am. No me voy a empezar a quejar, supongo que esta será mi vida por ahora.

Apenas tuve tiempo de apreciar el castillo. Las grandes paredes, decoradas con cuadros de la familia real, artefactos raros, las grandes ventanas que dan vista al gigantesco jardín, las incontables habitaciones, la gente moviéndose aquí para allá. El olor a comida invade mi nariz haciéndome saber que tengo hambre.

Solo voy a decir ¡Vaya!

Mi habitación es gigante, de color blanca con ligeros toques en rosa pastel y amarillo. Tenía una gran ventana con vista al jardín, un armario gigante y no voy a hablar de mi cama. En un rincón se situaba un caballete con un lienzo en blanco, listo para que lo pintara.

−¿Lo cortamos o lo dejamos a su largo? –escucho que se preguntan entre si dos de mis estilistas, llamando mi atención.

−Al príncipe le gusta corto−dice uno de ellos.

−¿Cómo lo sabes? –pregunta la chica que estaba quitándome los restos de esmalte negro de las uñas de mis pies.

−No lo van a cortar. −les aseguro con firmeza. Los tres me miran. –He cuidado este cabello por tres años para que me llegue a la cadera. No van a cortarlo.

−Al príncipe−empieza a decir uno de ellos.

−No van a cortarlo. −le repito. No iba a sacrificar mi cabello. Crece demasiado lento como para cortarlo sin más.

−Largo será−me apoya a regañadientes. Sonrío satisfecha.

(•••)

No sé cuántas horas han pasado, pero cuando por fin se van siento una enorme pesadez salir de mi cuerpo. Me tiro en la cama boca abajo sin importarme nada.

Yo enserio no entendía cómo es que se habían tardado tanto, solo me hicieron aseo personal, todavía faltaba arreglarme para esta noche. Nunca creí que arreglarse fuera tan difícil.

No pasan ni diez minutos cuando la voz ya conocida y chillona de Gastón me habla desde afuera.

−Pase−digo sin fuerzas. Gastón entra con cuidado, dejando salir a Mina de su jaula, esta corre a toda velocidad hasta situarse a mi lado, y siento que por un momento me va a rasguñar por dejarla sola y hacerla pasar por todo esto. La acaricio, sintiendo por un momento que estoy en casa.

−Me alegra que ya estés, lista. Empieza la fase dos. Ellas son Vee y Tahra, tus doncellas. −Alzo mi vista encontrándome con dos mujeres, tal vez unos treinta años. Una con oscuro cabello corto, hasta las orejas y otra con el cabello cenizo por algún tinte y a los hombros. Dos mujeres bajitas.

−Lady D'Angelo−hacen una reverencia.

−Vee y Tahra−las señala de nuevo Gastón, empezando primero con la mujer de cabello cenizo. –Ellas te arreglaran para esta noche.

−Solo si me aseguran que no será así todos los días−sueltan una pequeña risita. Sonrío.

−Será más tranquilo después de la cena.−me asegura Vee sonriente.

−Eso espero−bromeo. Después de unos rápidos anuncio de Gastón, diciendo que tengo una cita médica mañana aquí, otro sobre que pronto se nos dará acceso a un teléfono para poder hablar con nuestras familias, y que conoceríamos a la familia real antes de ir a cenar. Mis doncellas se apresuran a empezar a arreglarme, preguntándome sobre mis gustos, como me siento cómoda y que están para servirme.

Corona de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora