Rosas y miel

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Día 11: Primera vez

Hay muchas primeras veces en la vida. Desde palabras hasta pasos y cosas más íntimas que no muchos estaban listos para compartir. Sin embargo, también había primeras veces dolorosas como un corte en la mano o un corazón roto.

¿Que sucedía y una sola persona se llevaba muchas de tus primeras veces? Dolía como la misma mierda pero también era la cosa más divina jamás sucedida en el mundo.

Ruben había sido su primer amigo cuando llegó a esa nueva primaria, había sido el primero en escucharlo sin esa idea de lo perfecto que era, el primero en apoyarlo en sus ideas locas, el primero que no lo abandonó después de su salida del closet. Su primer amor, su primer novio.

Recordó aquella vez que, nervioso y asustado le declaró él como se sentía cada vez que le veía, que le sonreía, que le escuchaba. Divino, hermoso, perfecto, amado. Ese día, bajo la luz de la luna de primavera, fue rodeado por esos brazos delgados y blancos, acariciado amado y protegido, esa voz que se rompía por la pubertad, esas palabras que le dijeron que no temiera.

Y luego su primer beso. Fue más bien algo torpe e inexperto. Un solo toque de labios, dulce, amable y lleno de sentimientos que no se pueden describir por qué solo se sienten. Sintió su nuca ser rodeada, pasó sus manos por su cintura, abrazándolo suavemente sin dejarlo ir, apretando con cuidado escuchando ese extraño ronroneo que hacía cada vez que recibía alguna muestra de cariño.

Recordó esa vez que le regaló rosas, un ramo tremendo con una tarjeta donde agradecía que le hubiera escogido. Suspiro pues esos días el castaño loas había pasado en Noruega, así q él tuvo que esperar una semana para agradecerle por aceptarlo. Esa noche de verano los besos subieron por primera vez de tono y se dejaron ver desnudos en la intimidad. No hicieron realmente nada pero la sensación no se iba. Fue caliente, ardiente, dolorosa incluso.

Su mente lo llevó a su primer viaje juntos, donde las risas del noruego eran eternas, donde las playas eran testigos de sus desvelos tiernos o candentes y donde la flora primaveral desprendía sus olores tan perfectamente que hacía todo a su alrededor perfumar de maneras que los llevaban al cielo y de regreso.

Lágrimas comenzaban a bajar de los ojos morados cuando los recuerdos golpearon violentos su ser, aquella tarde de otoño en la cual su pequeño se desmayó y, asustado, le llevó al hospital donde le darían de las noticias más horribles de su vida. Esos planes futuros, esas promesas llenas, todo se esfumo en sus ojos en cuestión de segundos. La enfermedad es algo que todos debemos temer y ahora más que nunca lo volvía a pensar.

Los años siguientes fueron tristes y felices. Había días donde el castaño tintado radiaba su energía y otros donde parecía tan agotado que más bien parecía muerto. Esos días donde jugueteaba con su cabello recortado con amor y los otros donde la sangre en su nariz nunca se detenía. Era doloroso pero precioso.

Lo amaba, con una locura que le hacía ver insano. Incluso cuando se casaron sin pensarlo mucho pues el aliento de la muerte tocaba el hombro de Rubén. Todos a su alrededor pensaron que estaba mal por casarse con alguien así pero él nunca se arrepintió. Vivió su vida enamorado perdidamente y, en aquella mañana de invierno, cuando el más joven no despertó no lloro.

No lloro por que la noche anterior el de ojos verdes le había dicho cuanto le agradecía por todo. Cuanto le amaba, le agradecía por los años de felicidad, por esos amargos tragos necesarios para todos y le beso como aquella primera vez. Inexperiencia se sentía en ese extraño beso pero lo acepto, dejó que esos labios delgados solo se posaron en los suyos y después lo abrazo, fuerte y firme sin lastimarlo.

Se durmió escuchando su voz suave cantar en su idioma natal y se despertó en el extraño silencio viendo como el lecho no subía ni bajaba. Se quedó viendo su rostro algo pálido y le beso con fuerza la frente como irán te los últimos años lo había hecho para despertarlo. La ambulancia llegó, su cuerpo fue cremado y, hasta el día de hoy, Samuel no notó que se había llevado también su primer corazón roto.

Uno roto pero no arrepentido. Podía recordar su risa, su sonrisa, la manera en la que se sonrojaba o se ponía nervioso. La textura de su piel, la sensación de sus besos. Recordaba todo y eso lo llenaba. Lo extrañaba sin duda, pero sabía que ahora estaba mejor.

Cerró sus ojos cansados y arrugados por el paso de los años y así, después de tantos años, se permitió llorar. Se permitió llorar la partida de su esposo y se sintió dichoso de saber que podría reunirse con él aún cuando tantos años hubiesen pasado.

La enfermera llegó corriendo, tratando de controlar el ritmo cardiaco en declive en esa sala blanca y Samuel solo podía pensar en los ojos verdes que juraba estaba viendo. Sonrió en vida una última vez para volver a tomar la mano fina y blanca que tanto había amado en vida y que seguiría amando ahora que se había reunido con el.

Jajaja, buena manera de retomar el libro? No estoy segura, espero que hayan disfrutado.

💜 Rubegetta month 💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora