Prólogo

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En un abrir y cerrar de ojos, Steve simplemente desapareció en la máquina del tiempo.

Antes la posibilidad de no significar algo en la vida de Steve parecía remota, casi absurda, pero ahora, era simplemente acertada.

Su alma sabía lo su mente aún no; Bucky se había perdido a sí mismo en el momento en que lo perdió a él.

Incluso cuando Bruce se hubo marchado, Bucky permaneció en el arido bosque en un doliente silencio. Firme como el soldado que alguna vez fue, contempló esperanzado.

Los recuerdos de lo que alguna vez vivieron juntos avivaban su fé de que, si solo esperaba un poco más, Steve regresaría a él.

El cielo bañado en ocaso fue prueba suficiente para saber que eso no sucedería.

Cerró los ojos, acogido por la consoladora oscuridad, sobrellevo el célebre corazón roto. Causado por la única persona a quien se lo cedió sin más, por que Steve no necesitó luchar por obtenerlo, siempre fue suyo.

Observó nuevamente aquel sitió, y un desprecio se formó en su estómago, acaparando la pesadumbre, pero no lo suficiente como para desvanecerla.

Dispuesto a irse de la amarga escena, se giró sobre sus talones, y se sorprendió cuando se encontró con Sam. Estaba sentado en un viejo tronco, aparentemente aguardando por él todo este tiempo.

Éste no lo estaba viendo, su atención estaba fija en los fragmentos de ramitas quebradas en su mano, batallaba por romperlas un poco más.
Lo oyó voltear, y alzó la vista, haciendo contacto visual un tanto incómodo. Se levantó y se acercó apaciblemente.

—Lamento lo sucedido —dijo, tratando de ser lo más reconfortante posible—. Sé lo cercanos que eran, pero podrás superar esto, eres capaz, aún tienes mucho por delante.

Bucky rió por la nariz, el optimismo que Sam creía existía en su persona era valorable, pero equívoco.  

—No me queda más nadie, Sam —admitió, y su voz tembló, las lagrimas se acumulaban—. Pero eso no fue relevante para él como para hacerlo quedarse. No debería sorprenderme, una mujer que conoces a duras penas vale más que un simple idiota que te fue devoto hasta el final que decidió sería hace unos minutos. Si realmente nunca vali algo para Steve, ahora ya lo sé.

Su labio inferior tembló, y comenzó a sollozar. Se agachó avergonzado, y con la manga de su chaqueta secó el agua.

Sam estaba aturdido, la imágen fría del sargento se había evaporado, el mismo que nunca emitía más de diez palabras ahora se había derrumbado ante él, vulnerable.

—Una amistad como la tuya vale todo el oro del mundo, Buck —afirmó—, pero no todos saben verlo.

—No, creo que no lo hacen —coincidió, con una línea formada en sus labios—. Tampoco creo ser capaz de superarlo.

Sam no encontró que más añadir. Evitaba mirarlo por mucho tiempo a los ojos, reflejados ahora de dolor. Steve solía decir ver el océano en ellos, pero ahora, Sam estaba ante una tormenta a punto de desatarse, impaciente por dejar caer sus gotas.
Y cuando sucediera, sería una desgarradora tempestad.

—Sé fuerte.

Palmeo el hombro de Bucky antes de llevarse la mano a los bolsillos y marcharse, sabiendo que nada de lo que diría remediaria su sufrimiento. Los crujidos de sus pasos se hicieron distantes hasta ser inaudibles

𝐁𝐔𝐂𝐊𝐘'𝐒 𝐕𝐈𝐒𝐈𝐎𝐍 ⇢ 𝘴𝘵𝘶𝘤𝘬𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora