𝐒𝐈𝐄𝐓𝐄.

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Un ensordecedor grito bastó para despertar a Bucky, quién dio un brinco entre las sábanas entrelazadas y buscó instintivamente el origen de tal padecer. Desorientado y aún con el ritmo cardiaco elevadísimo oyó ese grito de nuevo. Para su triste temer, se trataba no más que de Steve.
Acostado junto a él, las vendas envueltas alrededor de su torso desnudo eran medio visibles entre las sábanas, pero su atención volvió a su lastimado rostro cuando otro grito soltó.

—Estoy aquí, Steve —le susurró, tomando con cuidado su mano— ¿Qué parte te duele? Traeré los antibióticos. 

—Todo duele —siseo con los ojos cerrados—. Bucky, debes saberlo, ahí fuera... hay personas... algo extraño sucedió...y sigue doliendo... —contó dificultosamente—. Debes creer en mí.

El contrario repartió afectuosas caricias cargadas de culpa por el costado de su cabeza, otorgándole tan anhelada calma. La respiración de Steve se estabilizó, y sus párpados cedieron.

—Lo siento mucho. En verdad —murmuró Bucky besándole la frente, y se apartó, aún con los ojos cerrados.

La apariencia nueva de su cónyuge debido a los acontecimientos que tuvieron lugar unas horas atrás en los bordes de la ciudad lo tomaron desprevenido apenas se despertó.

Su piel y labios estaban casi sin color natural, a excepción de los ostensibles hematomas esparcidos por todo su cuerpo. La imagen quemó su cerebro, y las gotas aguardaban pacientemente a que sus ojos se abrieran otra vez. Decidió que les cedería el paso fuera de esa habitación. 

Si el miedo a perder a Steve no hubiese sido, por un momento, mayor que su devoción hacia él, tal vez todo habría sido diferente.

Todo había tomado un nuevo rumbo ahora, desde sus relaciones hasta el plan. Esto simplemente lo saturó, llevándolo a elegir solo por esa tarde un poco de paz. Al menos por unas horas.

Preparó el desayuno y sacó medicamentos del botiquín en el baño, incluso para él mismo. El agua arrastró por su garganta las pastillas que ablandar de nervios, y también para una tristeza que hacía semanas no sentía. Volvió a la habitación matrimonial para dejar la pastilla de malestares generales en la mesita de luz junto a Steve junto con un vaso de agua para cuando volviera a despertar. 

Pero él ya no estaba solo.

Natasha se había recostado junto a él, lo abrazaba de manera cautelosa. La mano de Steve estaba gentilmente apoyada en el brazo de la pequeña, y sus ojos continuaban cerrados. Empero, ella estaba despierta.

—Nat, el desayuno está listo. Dejemos a papá descansar, ¿si?—susurró Bucky con inaudible tristeza, dejando las cosas en la mesita.

Ella se giró a mirarlo, sus ojos humedecidos  y con pequeñas salpicaduras escarlata.

En silencio la levantó con cuidado, y el brazo de Steve se deslizó y cayó suavemente, oyó cómo su respiración se agitó un poco debido a eso.

Bajaron y la sentó en su usual silla de la mesa, colocó los utensilios y el desayuno frente a ella para luego unirsele. Inmóvil en su asiento sin deseo evidente de estar allí, la pequeña permaneció callada.

𝐁𝐔𝐂𝐊𝐘'𝐒 𝐕𝐈𝐒𝐈𝐎𝐍 ⇢ 𝘴𝘵𝘶𝘤𝘬𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora