Sueños Capítulo 1: Las cinco puertas

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                                                      Capítulo 1

                                                Las cinco puertas

Alex volvió a tener un sueño extraño esa noche, junto a su peluche rosado.

Estaba oscuro y se escuchaba el tañido de las gotas que destilaba el techo al golpear contra el suelo. Era una especie de pasillo que tenía una ligera luz roja alumbrando unas cuatro puertas a los laterales y una al final del pasillo. Era un luz como las de los cuartos para revelar fotos antiguos, roja, pero punzante.

Ahí estaba Alex, sólo que no era él. Era él dentro de una niña pequeña, con los cabellos dorados agarrados en coletas y un pequeño vestido con muchas fresas prensadas. Al lado de la niña, Alejandro, estaba otra vez el hombre-conejo.

-¿Quieres ir, Ali?

-No. Tengo miedo. ¿Tú no tienes? Eres muy valiente- dijo Ali, con esa voz chillona de niña pequeña.-

Se encendió otra luz roja en el techo, aún más fuerte, más sañosa, más refulgente. Ceñía un gran número cinco en el techo. La luz dejaba ver unas pequeñas virutas flotando furtivamente por la habitación, como cuando un rayo de luz deja ver pequeñas virutas de polvo.

El hombre-conejo miró al techo y luego a Ali, luego al techo y nuevamente a Ali.

-Se nos acaba el tiempo Ali, tenemos que entrar a la primera. Si no, no podremos ver todos los juegos

-¿Serán divertidos?

La cara del hombre-conejo, que se veía púrpura, se degeneró en una sonrisa maltrecha.

-Oh, claro que sí. Puedes apostarlo

-Está bien. Pero no me dejes, ¿de acuerdo, Paul?

-No lo haré Ali, vamos.

Apresó su mano entre la suya y dieron pequeños pasos hasta la puerta con un gran y cromado 1. Paul, el hombre-conejo, abrió la puerta despacio, casi benevolentemente.

Era una habitación gigante . Se sentían como ratones. Forzando la vista —además seguía oscuro―, apenas y lograban ver una sombra sentada en la apabullante cama.

-¿Estás lista, Ali?- dijo el conejo, sin voltear a verla.

Ali parecía entusiasmada, como si estuviera entrando a «Pirates of the Caribbean». Saltaba, meneando el vestido y agitando las coletas.

-¡Qué empiece! ¡Qué empiece! ¡Qué…

Ali se calló cuando la sombra que estaba sentada se paró. La sombra comenzó a caminar. Sus pasos hacían que el piso temblara. Cayó un rayo, nunca se oyó el rugido, pero logró iluminar un par de cosas en la habitación. Una pala estaba apoyada en la cama. La sombra era un hombre, y estaba mirando al reloj. Y por delante de la cama había una puerta gigante.

-¡Listo...!- bufó la sombra.-

-¿Qué está pasando, Paul?- dijo Ali, mirando desde abajo a Paul-, no lo entiendo.-

-Sólo mira, será divertido. Ya habíamos venido, ¿recuerdas?-.

-No. No las recuerdo, tengo una memoria malísima. Pero creo que nos reímos, ¿verdad?-
-Sí. Ahora mira, ya mismo comienza- dijo Paul, y justo al término, se oyó el crujido del reloj-

La puerta gigante comenzó a abrirse, la sombra se agachó y sujetó el mango de la pala con fuerza.

La puerta seguía abriéndose, mientras la sombra estaba agazapada bajo la cama. La puerta se abrió y dejo a la vista otra sombra. Sólo que la nueva sombra era diferente. Parecía hablarle a Ali. ¿Sinestesia? No, algo más fuerte. Parecía que la sombra gritara su nombre… sólo que no se oía.

El hombre-sombra que estaba agazapado dio un brinco y sujetó la pala con firmeza. La segunda sombra puso las manos al frente como diciendo «¡No, para!» El hombre- sombra la golpeo con la pala y ésta cayó en la habitación ―igualmente gigante— contigua. El hombre-sombra se abalanzó contra la otra y comenzó a golpearlo. El piso temblaba. Ali y Paul daban brinquitos, casi retozando. La pala machacaba a la segunda sombra. Lo poco que había de luz en la otra habitación, la contigua, dejaba ver cómo la pared se manchaba por una maraña de sentimientos: tristeza, culpabilidad, alegría, euforia, todas pintadas a través de un único y uniforme color: el rojo.

-¡A que te como, a que te como, Joe!- gritaba frenético el hombresombra-

-Te dije que te gustaría- dijo Paul, viendo a Ali, que aplaudía, retozaba y reía-

-Sí. Me ha encantado, papi. Vamos, que aún queda mucho por ver

- ¿Se te ha quitado ya el miedo, Ali?

-Sí, vamos- dijo Ali, halando de las mangas del disfraz de conejo.

Seguía la puerta 2

Hola AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora