Sueños Capítulo 3: Sabor a vino y enfermos

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                                             Capítulo 3

   

                           SABOR A VINO Y ENFERMOS

 

Alex se despertó al día siguiente, con la boca seca, así que fue a tomar un vaso de agua. Había otra nota:

«Alex, nos tuvimos que ir. Come bien»

Parecía que cada día se esforzaban menos con la nota.

¿Quién la escribiría?, se preguntó Ali. No parece la letra de mamá. Éso lo explica todo.

Su papá tenía varios talentos y características destacables. Pero una de ellas, una de aquellas cosas que tenía su papá nunca le agradó. Nunca llegó a convencerlo por completo. Nunca llegó a sacarle una sonrisa. Su padre, Joe, tenía alzhéimer. Siempre que lo recordaba, sus lágrimas se volvían amargas y su garganta se secaba. Lo recordaba aún. Aquella escena tan horrible y triste.

«Vamos, papá, que soy yo. ¿No me recuerdas?»

Él, sentado en la cama de su habitación a la derecha de la sala, por el pasillo blanquecino, veía perdido al vacío. Parecía estar drogado, o peor…

-Papi, mamá te llama. Quiere que vayas a cenar…

Joe dio un respingo, volteó a ver a Alex y huyó de él. Desgarró las cobijas, cayendo del lado contrario. Tomó una sábana y se cubrió con ella.

-¡Qué… quieres! ¿Quién eres?

-Vamos, papá, soy yo. ¿No me recuerdas?- dijo Ali, con la voz pastosa, pero algo triste.

Alex dio un paso hacia su padre y este dio un traspié hacia atrás, cayendo. Logró asirse de la corredora de la cortina y agarró algo de un entramado de madera que tenía al lado. Agazapó un par de tijeras.

-¡Aléjate! ¡Aléjate! ¡Lucia! ¡Luci!

Ali se volvió a la sala y después de unos minutos ojeo por el espacio de la puerta abierta. Su padre estaba sentado, temblando. Sorbiendo los mocos y con los pómulos llenos de lágrimas.

-Ali…Ali…Ali- repetía su padre.

Alejandro se afianzó en la pared, pensando que todo sería mejor si simplemente se dejara ir. ¿Qué hacía allí? Ya no podía ser su padre, ya no podía ser un buen esposo, ya no podía asustarlo. Atrás habían quedado las aventuras del Sr esponjoso. Atrás habían quedado los «Ven que te como, Ali, ven que te como» Atrás habían quedado los abrazos y mimos. Ahora sólo recordaba su nombre… pero no a él. Se sentía como si Joe hubiera muerto. No. Se sentía como si él hubiera muerto y su padre no lo hubiera notado.

Sólo él pudo haber escrito una nota así. Ya no iba a trabajar. Iba al parque y se sentaba en las butacas. No era raro verlo sentado, con las manos tensas e inquietas, como si quisiera agarrar algo, pero no sabía qué.

Alejandro caminó hasta el pasillo blanco que llevaba a la habitación de sus padres. Se escuchaba un infomercial de televisión. Probablemente su padre sí estaba.

«No se fueron, Luis, no se fueron»

Pero quién podría culparlo por dejar una nota tan vacía.

(¿Cómo pudo escribirlo, Ali, cómo?)

Y yo qué sé. A lo mejor aún lo recuerda. No creo que sea tan cagón como para no poder agarrar una jodida pluma.

(¿Estás seguro, Ali?)

Obvio, ¿quién más podría escribirla? ¿Andrea?

La voz se fue y Alex volvió a la realidad. Como un choque de autos, como un balde de agua helada, como una picadura de mosquito en verano, sólo volvió…

Tomó su vaso de agua y volvió a la cama. Los ojos de Alex se iluminaron como un árbol de navidad. ¡Rose! Sí, tenía que ser ella. Apretujó su teléfono entre los dedos.

No, no era Rose

Camila: Dime, ¿cómo has amanecido?

Alex: Y dale… ¿Ahora qué quieres?

Camila: Saber cómo has amanecido…

Alex: Bien, ¿algo más?

Camila: Nada, tranquilo.

Alex guardó el teléfono. Pero justo en ese instante comenzó a vibrar.

Camila: Una última cosa: No me agrada el disfraz de Paul. Que tengas buen día, ya no te molesto.

(¿Quién es Paul, Ali?)

Eh… no lo recuerdo. ¿Un compañero? ¿Alguien que conocía?

(¿Seguro que no lo recuerdas? ¿Acaso ya olvidaste el sabor a vino?)

 ¿Sabor a vino? Yo no tomo…

(Seguro que no. Sólo que…)

En la mente de Ali apareció una imagen. Era él, sentado en la mesa del comedor. Con una gran copa de vino en la mano, a medio llenar. (Su padre no se acordó de él). No había encontrado el sacacorchos de mamá. Así que tomó una copa, la puso frente a la pared y rompió la botella contra la misma.

Algo de vino caería en ella, ¿verdad?

Quizá yerró el tiro un poco. Sólo cayeron un par de gotas en la copa y lo que se escurría por los azulejos.

-¡A quién le importa! Si no me recordó qué más da. Igual, ya no es mi padre. No, ya no lo es… snif… no, ya no lo es… snif.

(¿Seguro, Ali?)

Hola AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora