Camila Capítulo 1: Un mal final

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                                         Capítulo 1

            

                                     UN MAL FINAL

 

 

Tres semanas atrás. Cuarto rosa, pequeño y atiborrado de posters.

Camila estaba allí, mirando por la ventana. ¿Acaso lo había seguido ese chico extraño?

Le dio una buena oteada al paisaje. No. No había nadie.

Soltó un suspiro. Se sentía bien. No lo había seguido ese sujeto

(Sí, pero me llevaré a alguien antes de éso)

Afianzó el culo a la pared y se fue resbalando hasta quedar acostada en el suelo, como una flor marchita, una flor de pétalos negros. Tenía el cabello negro como un desparpajo, desparramado por el suelo. Sus ojos azules brillaban como perlas, a través de la espesa neblina. Y su hermoso tatuaje en el vientre, que dejaba ver su pupera, le daba cierta elegancia anarquista. Sus pómulos eran grandes y altos. Que sobresalía, a lo convexo, en su rostro. Pero le daba el tono perfecto.

Se quedó pensando un par de segundos. Ese sujeto si que le había dado miedo. Pero qué más da. Ya estaba acostumbrada. Después de todo  ese era el verdadero precio de la belleza. La perversión de todos los que la miraban. Ya había notado antes aquellas miradas lascivas. En su curso, en la calle, en todas partes. Pero nunca como la de ese sujeto. ¿le preguntó el nombre? No, no lo hizo. No parecía interesarle  como a los demás. No la veía como un par de tetas andantes. Sino como alguien. Eso era bueno. Quizá hubiese  podido tener una cita con él, pero lo jodió.

(Claro, pero me llevaré a alguien antes de éso)

Camila se levantó del suelo, agarró un pintalabios rojo de su bolsa negra y se vio en el espejo. Hizo labios de pato y comenzó a pintárselos.

Después sacó su diario debajo de la almohada, apartando un viejo peluche rosado, algo polvoriento, que tenía en la cama. Se lo había dado su abuela y lo tenía como recuerdo.

Comenzó a escribir. Rememoró todo lo que había hecho en el día. Su trabajo de modelaje le quitaba todo el día, pero al menos era divertido. Sus amigas la habían llevado a tomar un helado

» ¿Por qué nos costó tanto? En la heladería que está cerca de mi casa es mucho más barato

» Se cobra por las sonrisas y la cordialidad- había dicho Emma

» Pues que sus sonrisas se las metan por el culo. ¿Dónde dice “Sonrisas” en la cuenta?

Había tomado un respiro en el parque cerca de la cafetería de Charlie’s, cerca de un edificio y un par de casas.

»Vaya, por aquí no pasa nadie…

De repente escuchó un golpe violento en la puerta, como si la hubieran golpeado con un hacha... o una pala. Miró por la ventana, no se veía a nadie, por la neblina. Pero sabía quién era.

Sí, estaba segura, era ese chico. Mierda. Vivía sola. Por un momento odio al modelaje. ¿Cómo saldría? Claro. Agarró su diario, sus dos teléfonos. (Uno para su carrera, algo pueril, de modelaje, y otro para su familia), y su peluche rosa. Los tiró por la ventana. Podría escapar bajando por ésta. Afianzándose en el alféizar y pisando entre las fisuras de la piedra. Podría, podría.

Una voz se acercaba rápida y violenta por el pasillo.

-¡Ven que te como, Rose, ven que te como!

-¡Qué ese no es mi puto nombre!- pensó Camila, con las manos en el marco de la ventana, y los pies dubitativos-

La puerta se abrió.

(¿Por qué no la cerré?)

Estaba un tipo vestido de conejo. ¡De conejo! Con una pala.

-Prepárate…

Camila sintió la tibia calidez de las lágrimas cayendo por sus grandes pómulos, afuera de la ventana. Hacía niebla, y vivía algo alejada de la gente. ¡Cómo odiaba Omura, esa ciudad en la que todos parecían fantasmas! 

(¿Dónde diablos estaban todos? ¡Dónde!)

 Memento mori, Amigo! ¡MEMENTO MORI!

Hola AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora