Sueños Capítulo 4: Paul, canciones de alegría

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                                             Capítulo 4

 

                          PAUL, CANCIONES DE ALEGRÍA

(¿Seguro, Ali?)

Si tan sólo se hubiera convencido de que sí. Si tan solo se hubiera absortado en algo más, el clima, por ejemplo, él no estaría ahí. Paul estaba en el umbral de la puerta de su cuarto, mientras que Ali en la sala, entre la jungla de alfombra y los sillones que parecían cercarlo invadiendo cualquier salida que pudiera tener.

Pero, ¿para qué escapar?

Paul era su amigo… El único que le quedaba. ¿Qué le haría un viejo amigo? Paul, vestido con su traje de conejo, sólo le daría un abrazo y le tendería sus brazos. Un lugar para desahogarse, un mundo vacío al que arrojar tanta mierda que cargaba encima. Su madre, a la que no le importaba nada. Su padre, el enfermo de mierda. Michael, ese hijo de puta. Andrea, la insolente. Y Rose, la perra desagradecida. Todo desaparecería con él. Todo lo hacía.

-¿Qué pasa Ali? ¿Te sientes malito? Ven a darle un abrazo a tu conejito…

Alex creyó ver la imagen de una niña pequeña y de cabellos rubios. Lo abrazó. No. No sólo lo abrazó. Se abalanzó sobre él, como un niño.

-No lo entiendo Paul, ¿qué está pasando?

-Sí, sí lo entiendes. Sólo que no lo recuerdas. Tienes mala memoria, ¿recuerdas?

-¿Mala memoria…?

Alex sintió que dijo algo que a Paul no le agradó. La careta de Paul comenzaba a… derretirse. Como un helado al sol, el pelaje de algodón parecía crema y los ojos, blancos, parecía agua chorreando. Su sonrisa parecía estar cayéndose y las pupilas de los ojos, a punto de saltar. Paul parecía estar soportando gritar.

-Mala memoria, claro, siempre la he tenido- dijo Alex, algo preocupado-.

De súbito la careta estaba bien, los ojos la boca, todo. Parecía perfecta, diabólicamente perfecta.

-¿Y qué ha pasado, Ali? Trata de recordar. ¿Dónde está mamá?

-Trabajando…

(Trabajando, ¿estás seguro, Ali?)

-¿Y Ca… digo, Rose?

-En su casa, supongo.

(¿Estás seguro, Ali? Venga. Revisa el garaje. ¿Está todo?)

-Claro. Vamos, Ali. Cierra los ojos. Dijo Paul, cubriéndole los ojos con las peludas manos rosadas-. Cuando cuente hasta tres, tratarás de recordar cuanto puedas.

1…2…3

«No, papi. Por favor no. No se lo diré a mamá, pero no otra vez. Por favor. ¡POR FAVOR!»

Se vio a si mismo cayendo de un lugar alto, un… ¿alféizar? Segundos después estaba arrastrando la pierna. Corriendo. Alguien lo perseguía, o algo. Volvió ese aroma rancio.

Llegaba arrastrando la pierna al edificio « RadiLon». Subía a su cuarto, allí estaba él otra vez, Paul.

-¿Todo ha salido bien, Ali?

-Sí. Sólo un poco de complicaciones, pero ya está. ¿Quieres brindar Paul?

Luego los recuerdos se esfumaron, como polvo en el viento. Fueron arrastrados, sorbidos, guardados. Como si alguien no quisiera que Alex lo supiera.

Abrió los ojos. Ya no estaba Paul.

Vio su reloj, era muy temprano, demasiado. Así que volvió a la cama.

Unas dos preguntas revoloteaban como moscas en la cabeza de Alejandro:

¿Dónde estaba su vaso de agua, lo había tomado?

¿Quién era Paul?

Hola AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora