Capítulo 12: El balcón.

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Él me ofreció caminar por la playa, por su puesto no me negué.

Estaba sola y hacía un clima maravilloso, unas cuantas nubes estaban cerca y la brisa del aire hacía que oliera el mar.

"Hace tanto que no venía al mar" le dije mirando las olas.

"Yo vengo cada que puedo, es la casa de Oscar, me la presta cuando quiero. Cuando me siento aburrido de la vida cotidiana y no puedo ir a Santiago con mi familia, vengo aquí, me ayuda a pensar y relajarme" noté como el viento movía de manera linda su cabello, aún con sus lentes y unas pocas canas asomándose cerca de sus sienes, se veía más radiante que nunca.

"Quisiera tener amigos con casa en la playa" opiné, "así vendría todos los días al mar, amo el mar" dije alegremente, luego dejé que el agua mojara mis pies.

"¿Por qué te vi tan irritada en el aeropuerto?" me preguntó después de un rato de caminar.

"Porque había tenido una semana odiosa y estar ahí sin posibilidad de salir sólo lo hizo peor" hice una mueca al decir eso.

"¿Por qué? ¿Qué pasó que te hizo poner así?"

"Trabajo en el área de recursos humanos en una empresa, tengo que viajar a distintas zonas. Nunca me habían mandado a Los Ángeles porque siempre tenían problemas con las reservaciones en todos lados, pero decidí insistir en venir, lo cual, al principio fue un error " él me escuchaba atentamente, parecía realmente interesado en todo lo que decía, asentía con la cabeza o me hacía preguntas para que prosiguiera. "Todo empezó mal cuando llegué al hotel que me habían asignado, mi sorpresa fue que el hotel no tenía ningún registro a mi nombre o al de la compañía, por poco duermo en la calle porque no había lugares disponibles y todo era muy tardado. Encontré un lugar para quedarme, pero era la muerte ese lugar, era horrible, la cama era dura y la comida no me gustaba para nada, tuve que sufrir eso por cinco días, sin contar que las jornadas de trabajo eran largas, no dormí nada, los empleados de la empresa me hicieron enojar y al final, bueno, ya sabes lo que sucedió" había sido el diálogo más largo que le había dicho a él, por lo general él hablaba mucho y yo sólo me limitaba a contestar con respuestas cortas o asentir con la cabeza.

Ambos nos metimos al mar con todo y ropa, comenzamos a jugar como niños pequeños que recién acaban de conocer el mar, no olvidaba el alma de niño que Pedro tenía, lo divertido que era estar con él lo feliz que me sentía, ese era el problema, que él era un hombre conocido y famoso pero no lo parecía, sentía que estaba con un ser de lo más normal, era como si estuviera con un amigo al cual llevaba conociendo toda la vida, nunca me cruzó por la mente que era Pedro Pascal, el hombre que le dio vida a Din Djarin o a Oberyn Martell u otros cientos de personajes que tenía en su currículum. Sentía que sólo tenía frente a mi a José Balmaceda, un hombre común y corriente de Santiago Chile.

Regresamos casi cuando el sol iba a meterse, a él no le molestó en lo absoluto que lo hubiera tomado de la mano, al contrario, entrelazó sus dedos con los míos y así nos fuimos hasta llegar a la entrada de la casa.

"¿Qué ves?" me preguntó cuando me detuve antes de entrar.

"El balcón"

"¿Qué tiene?" lo miró, buscaba lo que yo veía.

"Nada pero, se me ocurrió algo loco" sonreí de manera tímida, él no lo entendió a la primera pero después de un par de segundos lo supo todo, ahí tomó mi mano y entonces subimos.

Ahora nuestros gemidos eran más fuertes, lo cual no era tan apropiado, estábamos en el balcón, estábamos expuestos pero eso no nos importaba para nada.

No me sentía incómoda, él simplemente subió mi pierna derecha y se colocó en medio, eso había sido una excelente idea, el barandal de madera era nuestro apoyo. Esta vez si estábamos completamente desnudos, su piel sabía a sal por el mar pero aún así era suave, sus manos encajaban perfectamente en mis pechos y mis manos lo tomaban de la espalda para que entrara con más fuerza, él se detenía a veces, se controlaba. <<Estoy enamorada>> pensé con cada balanceo intenso dentro de mí.

"Muévete..." le pedía entre suspiros a pesar de que ya lo hacía, quería más. Me acercó aún más con sus manos en mi cintura, puse mi mano en su pecho, su piel estaba caliente. Mi sudor con el suyo se mezclaba, sabía que cada vez que estaba con él de esta manera, terminaba oliendo a él, quería tener su olor en mi cuerpo para siempre.

Me colocó de espaldas, ahora sus manos estaban en mis pechos, cada vez me empujaba más rápido y más fuerte hacía él, mi piel se erizaba poco a poco la tensión se liberaba pero al instante volvía de nuevo a sentirme atrapada, entre más rápido se movía, mejor me sentía. Me levantó un poco, y besó mi espalda, eso terminó por doblegarme más y más, amaba cuando era rudo y firme y de pronto sólo era delicado y dulce.

Colocó sus labios en mi oreja y sentía su respiración entrecortada, sus leves gruñidos me volvían loca, tanto que mordía mis labios. Al final lo logramos, ambos terminamos con un grito de placer ensordecedor.

Me giró para besarme en los labios.

"Eres tan hermosa" me susurró.

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