Mis pies se movían tan rápidos que parecía estar volando, lo único que escuchaba era la sirena del auto de policía que me perseguía, si, otra ves escapándome de la policía, si no me equivoco es la cuarta vez en la semana, igual creo que hoy si me pase un poco ya que incendie el auto de unos de mis profesores, de todas formas se lo merecia, y yo más que nadie se el porque.
Esconderme en un contenedor de basura no fue tan mala idea después de todo, gracias a eso el auto que perímetraba la manzana se había alejado. Salí rápidamente antes de que mi ropa se impregne de ese asquerosos olor que permanecía compacto dentro de ahi, me encapuche con mi campera negra y empecé a divagar por las aburridas y oscuras calles de la ciudad, estaba tan hundido en mis pensamientos que no vi el momento en el que tenía a un pequeña chica al frente mío tendida en el asfalto frotándose la rodilla con una mueca de dolor, creo que la había empujado.
Le tendi mi mano para ayudarla pero la muy arisca no la acepto.
— Fíjate por donde caminas la próxima vez, idiota— hablo furiosa mientras intentaba balancearse con una sola pierna.
— ¿yo?, tu fíjate por donde caminas— respondi secamente. no quería hablarle de esa forma, pero mi orgullo me ganaba. Sabía quién era pero se notaba que ella a mi no.
— Sabes que, m...— no termino la frase ya que la interrumpi.
— adiós, no aguanto a las niñas insoportables— termine y empece a mover mi largas piernas lejos de ella.
— ¡No soy una niña!— exclamó enojada, escuche sus pizadas, estas eran tan fuerte que se escuchaban perfectamente como se alejaba en dirección alguna.
Cuando fumo pierdo la noción de todo, no escucho, ni veo, a tal extremo que nisiquiera me había dado cuenta que estaba en la entrada de mi casa, como de acostumbre, conté hasta tres y empuje lentamente la gran puerta de madera para que no haga ni el mínimo ruido, pero no sirvió de nada ya que la persona que menos quería soportar hoy, estaba parada con los brazos cruzados, justo donde yo estaba entrando, ¿en serio?, ¿el?, ¿justo el?, la vida me detesta.
— ¿Acaso ahora no saludas?— pregunto irónicamente, a lo que rodee los ojos y comencé a caminar hacia mi cuarto evadiendolo.
— ¿A donde crees que vas?— cuestionó
— A cualquier lado lejos tuyo— respondi velozmente
— Das un paso más y te garantizo que lo llamo, tenes suerte de que te haya encontrado yo, después de todo ¿se me pude escapar decirle no?— dijo triunfador
Al escuchar esas palabras deje de caminar y me volteé en mi eje, mis ojos empezaron a proyectar una desafiante mirada, estos ya estaban tan oscuros que no se veían mis pupilas
— No te hagas el buen hermano ahora Eric, los dos sabemos que de todas formas le vas a decir a nuestro padre porque te conviene para dejarme como el malo de la película— afirme con los ojos en llamas.
— Que bien me conoces hermanito— argumento mientras subía la extensa escalera principal
— Te odio— susurre mientras lo seguia
La relación con mi familia nunca fue muy buena, mi madre esta más pendiente de su ropa que de sus propios hijos, y digamos que no soy el preferido de mi padre, eso esta muy claro, sus ojos siempre están posados en Eric, mi hermano mayor, apodado como "el hijo perfecto", más que hijo es un robot, uno que creo mi padre por su puesto, la imagen perfecta de un hombre, pero ¿son felices?, ¿acaso la felicidad existe?, porque en mi vida claramente no, soy invisible hasta para mi familia, soy la decepción, el hijo fallido, el complicado, el que siempre tiene la culpa, el antisocial, pero creo que ya estoy acostumbrado, acostumbrado a estar decaído, a llegar al exceso de no aguantarme, de no aguantar el peso de mi cuerpo, y todo gracias a mis increíbles padres. Pero no se crean que en todos los lugares que vamos me tratan con indiferencia, afuera de casa parecemos la familia perfecta, en cambio dentro de esta somos 4 desconocidos.
— Mama llegué!!— grite desde la entrada de la casa
— ¿Mama?— pregunte al no escuchar a nadie
— Genial estoy sola, como siempre— reproche exhausta
Todos los días de mi vida son iguales, aburridos, me senté en el extenso sillón del living, y me desperté con los gritos de mi madre, creo me había quedado dormida, y no me da para nada buenas vibras.
— Rosse, que haces durmiendo acá,— pregunto enojada
— Perdón— conteste con la cabeza baja
— Sube a tu cuarto, se supone que tendrías que haber cocinado pero se nota que te olvidaste que yo trabajo— agrego con la misma voz de fastidio.
Por lo que me contó mi hermano, nunca fuimos muy apegados a nuestra madre, nunca estaba en la casa, siempre pasaba su tiempo en las oficinas o en la casa de Javier, su estupido y repugnante novio, la señora Carmen, nuestra vecina, cumplia más la función de madre que ella, la relación empeoró al caso de no saludarnos, no mirarnos, ni mucho menos intercambiar palabras, era normal en mi vida cotidiana, hasta que empecé a sentir un trato raro hacia mi, ahora me miraba pero con ¿asco?¿decepción?, la verdad ni yo lo se, igual eso no es lo peor ya que empezó a tratarme como basura, como si fuera inservible, me decia que para lo único que servia era para arruinar vidas, me agredía verbalmente, pero de suerte tenía a alguien que me apoyaba y me decía todo lo contrario, que me hacía sentir como si fuera una delicada reliquia del museo más famoso e importante del mundo, mi hermano, pero mi madre no se detenía, así que concurrí a amenazarla con autolesionarme, claramente no lo iba a hacer, no había llegado hasta ese exceso, pensé que si la asustaba capas se detenía. Pero no pasó. Yo siempre intenté e intentó estar tranquila y no prestarle atención por que yo creo que a estas alturas ya hubiera explotado.
Los humanos somos algo empáticos, somos una máquina que chupa sentimientos, por eso mismo siempre que puedo intento estar con una sonrisa en mi rostro, porque una de esas pueden alegrar el día de otro, pueden contagiarlo, las sonrisas reviven a la gente, los llena de color, de pureza, una persona que derrocha buena energía se nota a kilómetros, el brillo que se forma en los ojos cuando reímos es increíble, las lágrimas que salen después de estar un buen rato riéndonos, el dolor de estómago, todo es mágico, por eso mismo tenemos que acostumbrarnos a transmitir sonrisas, por que la sensación de saber que le cambiaste el ánimo a una persona, es hermosa.
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Al mirar hacia las estrellas fugaces
Teen FictionOtro año más de la aburrida y patética vida de Rosse, misma escuela, mismos compañeros, hasta mismos profesores. Pero su último año de curso va a ser completamente distinto a lo que ella se espera, ya que el destino decide ponerle frente ella, a un...