Capítulo Uno.

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Corrió el fuerte viento a toda prisa luego de irse del terminal el tren, a primera hora de la mañana. El día estaba hecho por nieblina, frío y oscuridad.

Jack y su madre se dirigeron con decision firme y sin marcha atrás por parte de la madre hacia el terminal de trenes, la madre iba a prisa con algunas maletas y bolsos, sosteniendo al niño, casi jalándolo de la mano mientras ella estaba por correr, y el pequeño iba ya corriendo por sus pequeños pasos que no lograban superar la rapidez y magnitud de los de madre, cargando una mochila desteñida que ya casi no lucía su color rojo, y una bolsa en la otra mano con un poco de ropa. Al llegar al terminal, la madre soltó un suspiro, dejando caer una lágrima y tapandose el rostro angustiosa, pero siempre alerta a su alrededor, el niño se percató del estado de su madre, no sabiendo que hacer, ni que le ocurría a su desconsolada madre, se sentó al lado de ella, la abrazó y le besó la mejilla húmeda por lágrimas. Desde no tan lejos se escuchó un grito, no de desesperación ni miedo, si no de enojo. El niño jugando con su carrito de color azul y ruedas rojas en el suelo, despistado, la madre escuchó el grito, y de no muy lejos, divisó una silueta de un hombre, robusto y alto, pasaron unos 20 segundos en que la silueta se acercara más y la madre pudiera identificar el rostro de su esposo.

-¡Jack!, ¡Hijo, ven aquí!- Le dijo angustiada y con un poco de adrenalina la madre.

El niño sin más, dejó su carrito a un lado, y se acercó a la madre. La madre se agachó hasta el niño.

-Si algo sucede, corre, corre muy lejos sin poder más, busca a tu abuela y quédate con ella, entrégale esto- le dijo mientras le entregaba un sobre sellado y blanco. -Ahora colócate detrás mio, a ti nadie, pero NADIE te hará daño mientras que yo este.- Dijo la madre con firmeza y poder.

El niño un poco asustado y confuso le hizo caso a su madre, lo último que le quedaba era confiar en ella plenamente.

-¡Aquí estás maldita!- Dijo el hombre, el esposo, ebrio, se tambaleaba un poco, pero no perdía su fuerza. -No te puedes escapar de mí fácilmente, y dejarme botado. No, no lo harás.-

-¡Alejate Eric! ¡Te lo advierto!-

-¿Qué tu me adviertes qué..?, losiento si no escuché bien, pero tu no me levantas la voz. ¡Ahora regresa a casa maldita inutil!- El hombre la agarró de las solapas de su chaqueta azul junto con la camisa, tirando hacia él. -¡Camina!-

-¡Suéltame Eric! ¡No volveré allí, después de lo que hiciste!- Dijo la mujer, botando lágrimas incontables y alterada.

El hombre la jaló del brazo acercándola a la linea del tren, con tanta furia descontrolada y enojo. La mujer desesperada no lograba zafarce del fuerte brazo del hombre corpulento. Su cabeza ya pasaba los límites de seguridad de la línea del tren, el hombre la inclinaba más y más hacia la línea. El niño atemorizado, pero siempre con valor, corrió hacia su padre y comenzó a golpearlo y tirarle el brazo para ayudar a zafar a su madre, el hombre sintió unos golpecitos en sus piernas, vió al niño, lo observó, y sin más remordimientos ni nada, con su brazo libre lo lanzó no muy fuerte, el niño no alcanzó a impactar con la muralla, pero se deslizó con gran fuerza en el suelo, sin más, se refugió bajo un asiento largo de fierro.

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