Primera reunión

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"Malditas las primeras palabras que me dirigiste, tu gesto de haber notado una cosa en particular de mí, eso me hizo pensar en las veces que me miraste en silencio y la cantidad de pensamientos que tuviste hasta que buscaste el adecuado para tener el atrevimiento de hablarme. Así que... también me notaste."

—Venga, estamos a final de parciales. — Aeli me animaba.

—Sólo vamos un rato, yo tengo que trabajar. — Caitlin me reprendía.

Salimos de la escuela, hablando de la tranquilidad de terminar el parcial, todos estábamos bien en calificaciones y aunque yo no tenía las mejores, seguro eran mis notas más altas hasta ahora.

Cruzamos una calle, eso bastó para ver a Milo, nuestro amigo en común, él había salido corriendo cuando la revisión del examen había acabado, lo malo aquí es que no estaba solo, él estaba con mi amigo, viniendo hacia nosotros.

Yo aún no asimilaba verlo así de cerca.

No era tan alto como lo parecía, y sus tatuajes resaltaban en uno de sus brazos.

Ambos recibieron la invitación de venir con nosotros.

Yo estaba rogando que dijeran que no.

Mis amigas y yo, decidimos cruzar a la calle de enfrente donde tomaríamos el camión.

No hubo necesidad de escuchar la respuesta, Milo, mis dos compañeros y él se encontraban cruzando la misma calle hasta llegar a nosotras.

Mi cerebro me estaba jugando una mala pasada, de repente ya no quería estar aquí. ¿O sí?

Él saludo un poco tímido, nos presentamos todos y vi su sonrisa por primera vez.

El camión no tardó mucho en llegar, nos subimos entre risas y bulla, porque así éramos nosotros, muy escandalosos.

Íbamos tan enfrascados en la conversación que casi nos pasamos de nuestra parada, de nuevo, entre risas y cotilleo bajamos del autobús.

Ellos fueron a comprar cerveza y Sabritas, mientras nosotras prestamos vasos y platos y limpiamos la mesa. Nos gustaba hacer las cosas por igual.

A su regreso, nos sentamos todos en la mesa menos mi amigo y él. Salieron a la calle a fumar, los podía ver perfectamente porque estaba de frente a ellos y lo que me estaba preocupando era que las dos sillas desocupadas en las que se podían sentar estaban frente a mí.

Aeli a mi lado, al otro mi amigo de confianza, con el que el flirteo salía como cosa natural de su parte mientras yo le seguía la corriente.

Los dos personajes que faltaban tomaron asiento, uno al lado de Jesy frente a Aeli, él otro frente a mí. ¿Lo suponen? Se los afirmo, él quedó justo frente a mí, unos metros nos separaban apenas.

Trate de no hacer contacto visual, él parecía cada vez más adaptado a nuestro ambiente.

En una hora habíamos hablado de política, de naturaleza, de la escuela, de nuestra carrera, de los vicios, de religión y de todo. Porque un tema siempre nos llevaba a otro.

En la última ronda de cervezas, de la que no tomé porque la cerveza de por si no era de mi gusto y la que habían comprado menos; ya estábamos más tranquilos, relajados y simbrados.

No fue hasta que me pare para ir al baño que sentí lo ligeramente mareada que me sentía, había olvidado su presencia, me había acostumbrado a ella más bien.

Volvía a sentarme en la mesa tratando de integrarme al tema cuando sucedió.

Su voz se había escuchado por sobre todas las voces, su mirada penetraba mi perfil y luego mis ojos cuando miré hacia él.

Todos habían callado y lo miraban raro, incluso yo, lo que había dicho no tenía absolutamente nada que ver con el tema, ¿será que escuché mal?

—¿Eh? — Fue todo lo que pude decir, no porque lo que dijo estuviera fuera de serie, sino porque los órganos que habitaban mi cuerpecito de dieciocho años estaban dejando de funcionar.

Mi corazón latía como loco, en mi estómago podía sentir caballos salvajes yendo y viniendo a su gusto, mi cerebro estaba desconectado.

Maldición.

—Tus aretes son unas tortugas ¿no? — Repitió.

—Ah —Reí— Sí, lo son. — Le sonreí, o eso es lo que intenté.

Fue ese preciso momento en que las cosas pasaron de ser nada a ser algo.

Sentí un codazo a un costado y la mirada de Aeli en mi perfil, la miré y sonrió.

Hice una mueca de confusión y ella simplemente volteo los ojos.

Sabía lo que quería comunicarme, pero muy dentro de mí no quería hacerle caso a esa vaga esperanza y deseché el pensamiento de inmediato.

Así fue como pase de mirarlo de lejos, sin conocerse... a ser algo mágicamente trágico. Bueno, esa es mi opinión, mágico por la química que sin duda nos llevó a ese camino de no retorno y trágico porque al final resultó ser el click incorrecto.

Y vaya que dolió.

El click incorrecto | Nadie muere de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora