Capítulo 3.

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A los pocos días Draco comprendió que había cometido el peor error de su vida.

Oficialmente no era capaz de quitarse a Hermione Granger de la cabeza. Todavía podía verla inclinada ante él, con el vestido arrugado sobre su cintura, la caderas golpeando contra las suyas con fuerza y sus gemidos envolviéndolo como una dulce melodía.

Había sido un completo ingenuo al pensar que sucumbir a la tentación era una buena forma de quitársela de encima. Y también fue un imbécil al creer que si se la tiraba una vez resultaría tan decepcionante que no tendría ganas de volver a repetir la experiencia.

Lo que Draco no había esperado es que el efecto fuera el contrario, que Granger se le metiera tan debajo de la piel que no podía dejar de imaginársela en todas partes: debajo de él y encima, sobre la mesa de su despacho, de rodillas entre sus piernas mientras lo rodeaba con aquella boca tan dulce y suave...

Oh, por Merlín. Estaba jodido, pensó mientras se frotaba con fuerza los ojos tratando de quitarse todas aquellas malditas fantasías de la cabeza.

Por supuesto, no se habían visto desde entonces ya que tenían como costumbre coincidir en los mismos eventos sociales por culpa de Theodore y Luna. Y ahora que ambos se encontraban de viaje por Europa celebrando su luna de miel, no había ninguna excusa para encontrarse de forma meramente casual.

Draco jamás admitiría que había estado vagueando más de lo normal por los pasillos de la cuarta planta del Ministerio, tratando de divisar una mata de pelo rizado entre la marea de funcionarios que trabajan tranquilos en sus cubículos.

Al parecer, a Granger se le daba bien jugar al escondite puesto que no había sido capaz de verla ni una sola vez. Acudir directamente a su despacho no entraba siquiera en sus opciones. Ambos trabajaban en departamentos diferentes (ella en Regulación y Control de las Criaturas Mágicas; él en Cooperación Mágica Internacional) así que Draco no tenía una escusa suficientemente buena como para dejarse caer de forma sutil por allí.

Además, no es como si quisiera ver a Granger de nuevo...

Bueno, en realidad lo que quería decir es que no estaba seguro de si ella querría verlo a él.

La expresión de su rostro cuando terminaron, como si estuviera sorprendida y a la misma vez aterrada por lo que acaba de suceder, había sido una pista bastante clara de que Granger estaba arrepentida de lo sucedido. Aunque en su defensa, Draco diría que en ningún momento ella pareció incómoda o afligida por la situación. No cuando había dejado que la follara como un animal sobre la encimera del baño.

Había estado muy receptiva. Más de lo que Draco llegó a imaginar. Y eso le había encantado. Que lo provocara de aquella forma, ver como acudía a su encuentro de sus embestidas con la misma fuerza que utilizaba él. Como lo había mirado a través del espejo sonriéndole mientras lo desafiaba a que fuera todo lo brusco posible con ella...

Esas imágenes lo había destruido y reducido a cenizas desde entonces. Draco pensó que parecía un puñetero ave fénix: estallaba en llamas cuando pensaba en ella hasta el punto de convertirse en cenizas, y luego sentía que volvía a renacer solo para volver a repetir el proceso de nuevo. Y solo había estado con ella una sola vez, maldita sea. ¿Desde cuando se encaprichaba de alguien en la primera noche?

Desde hacía una semana, al parecer.

Sí, vale. Deseaba a Granger más de lo que había deseado a ninguna otra mujer en toda su maldita existencia. El mayor problema era que también la odiaba. Y estaba muy seguro de que ella también lo odiaba a él. Jamás había conocido a nadie que lograra sacarlo tan de quicio como Hermione Granger. Intentó enumerar todas las cualidades que poseía que lograban ponerlo nervioso: su tono de voz de sabelotodo, como siempre tendía a ser el centro de atención incluso cuando no quería, su incansable manía de tener siempre la razón en todo, la forma que tenía de ponerlo en su sitio tan solo con posar sus ojos sobre él.

Wicked Games | DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora