Capítulo 6.

2K 129 7
                                    

Draco observó la habitación que se extendía ante ellos. Se tomó unos segundos para contemplar las paredes grises y el suelo oscuro, los muebles de roble y la elegante decoración del apartamento. A día de hoy todavía le costaba asimilar que Theodore le hubiera embaucado para comprar entre ambos un edificio muggle para revender las viviendas y ganar un dinero considerable después, pero así había sido. Habían conseguido vender todos y cada uno de ellos a excepción del ático, lugar al que Draco le había cogido especial cariño y había hecho de él su guarida secreta.

El lugar al que acudía cuando quería estar solo y apartado del mundo.

Jamás había llevado a nadie ahí. Nadie que no fuera Theodore o Blaise conocían de la existencia de ese lugar. Draco no podía entender por que diablos había decidido traer a Hermione Granger allí. Podría haberse aparecido en el hotel donde siempre llevaba a sus conquistas, un lugar sobrio y apartado de las miradas indiscretas.

Pero pensar en Granger en el mismo lugar donde se follaba a otras mujeres le causaba una sensación extraña. Se sentía...incorrecto. Fuera de lugar. Y a Draco no le gustaba para nada la dirección por donde iban sus pensamientos.

Se atrevió a mirarla de reojo. Hermione tenía los ojos abiertos de par en par y observaba todo en silencio, captando cada detalle de lo que la rodeaba. Su vestido caía elegante por todo su cuerpo formando un charco de tela plateada sobre sus pies. Tenía el pelo recogido sobre la nuca, con algunos rizos rebeldes enmarcando su rostro. Los labios rojos estaban entreabiertos mientras respiraba con fuerza. Y Draco pudo notar su nerviosismo, su expectación, el deseo...

Entonces Hermione levantó la mirada para clavarla en la suya y Draco tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abalanzarse sobre ella en ese preciso instante. A diferencia de la última vez que habían estado juntos, donde todo se tornó de una forma rápida y violenta, esa vez Draco quería tomarse su tiempo.

Quería disfrutar cada puto segundo y estaba muy seguro de que lo haría.

Pero fue ella, maldita sea, fue ella la que se tiró a sus brazos. Fue Hermione la que lo agarró por la chaqueta del ridículo traje que Blaise había diseñado para él y lo atrajo en su dirección. Lo primero que Draco sintió fueron sus labios contra los suyos, duros y exigentes pero suaves y delicados a la misma vez. Sabía exactamente como recordaba y todo resquicio de autocontrol se evaporó como una niebla.

Draco enredó una mano en su pelo, justo detrás de su cuello, y con la otra la acercó en su dirección para pegarla completamente a su pecho. Su lengua se enredó con la suya, desesperada, agitada, frenética, y Hermione no pudo evitar soltar un gemido ante aquella sensación. No se separaron. Fueron retrocediendo de espaldas mientras iban chocando con todo a su paso. Con una de las columnas que separaban una estancia de la otra, el aparador que había en una de las esquinas y por último contra un mullido sofá de cuero negro.

Ambos se separaron durante unos segundos mientras luchaban por quitarse la ropa el uno al otro. Draco tiró del vestido de Hermione hacia abajo mientras que ella le quitaba la chaqueta con fuertes tirones. Cuando lo consiguió sus manos volaron directamente al cinturón de su pantalón y Draco juró que le temblaban las manos mientras lo hacía. Él no se quedó atrás, tiró de la tela plateada hasta que este quedó arrugada sobre la cintura de Hermione y cuando observó que no llevaba sujetador bajo el vestido, Draco inspiró hondo.

Observó la piel pálida de Hermione, la infinidad de pecas que salpicaban sus hombros. Sus pechos...Por Salazar. Eran simplemente perfectos. Más grandes de lo que siempre se imaginó que serían, con los pezones sonrosados y erectos apuntando en su dirección.

—Llevo toda la semana deseando hacer esto...—murmuró Draco mientras se agachaba lo suficiente para meterse un pezón en la boca.

Hermione jadeó, arqueando la espalda hacia atrás, sus dedos se quedaron paralizados sobre el botón de sus pantalones. Draco aprovechó el momento para mordisquear la punta y tirar de él con los dientes con exquisita lentitud. Repitió el movimiento en el otro pecho. Ella gimió con fuerza y acto seguido Draco notó como apoyaba la palma de su mano sobre su pecho y lo empujaba hacia detrás con fuerza.

Wicked Games | DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora