Mamá Cuervo

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El camino hacia esa bruja llamada Lady Siniestra es lento, muy lento. El anillo de Paola no es exactamente como un GPS, porque no puedes pedir rutas alternativas que no te lleven por sitios super transitados, ni recalcular tu ruta cuando te has desviado un poco. Es igual de estricto y amargado que Corvo, ya le tengo asco al anillo.

Pero para Jack será fantástico, ya que observa el ambiente que se respira en el mundo subterráneo. Magos y brujas que mezclan la ropa de la actualidad con el pasado: modelitos de vaqueros con túnicas, capas con camisetas de tirantes, americanas con pantalones de sultán...Y todo eso con colorines, muchos colorines. Los guardias visten de negro o blanco, dependiendo el grado de relevancia, pero los de a pie no tienen esas restricciones. Desde los más humildes que pueden vestir con tonos pastel hasta los de cartera ancha que pueden llegar a lucir brocados hechos con hilo de oro o incrustaciones de perlas. Una horterada, desde mi punto de vista. Sobre todo cuando muchos visten igual que cuando me encontré con Paola en su primera visita a mi celda: ropa de colores monocromos, muy recargada hasta parecer sacada del barroco...Terrible.

Y maquillaje, mucho maquillaje. Del que dices: "Huy, tienes un poco de cara en tu potingue". Todo mierda y productos químicos tapando cualquier fealdad en la cara, la cual tiene su encanto pero con tanto polvo y líquido no se puede apreciar. Perfumes, creo que me voy a desmayar de los fuertes que son. Junta la humedad del lugar, el sudor que produce que algunos lleven muchísima ropa, los fritos de los tenderos, con los perfumes y colonias fuertes de azahar, de vainilla, almizcle, rosas...Un maldito tufo. Ojo, que en el mundo de los humanos también hay lo suyo, pero hay AIRE para que todo se ventile. 

Jack dobla una esquina y ululo aliviado cuando veo que es una calle casi vacía: con unos niños jugando a hacer figuras en el aire con la tierra. Me quedo observando los torpes dibujos, ensimismado, hasta que el humano se para de golpe. Agarro con fuerza de la tela de su abrigo y agito las alas para no caerme. Él se disculpa.

El edificio en el que hemos parado es un rectángulo blanco de una sola planta, una gran puerta de cristal al lado de una luna y encima un cartel de madera desgastada. "Remedios de la abuela Siniestra", recita el cartel en letras blancas sobre fondo negro. La abuela Siniestra me suena a personaje al cual asustar a los niños cuando se portan mal: "Ya verás como te lleve a la abu Siniestra" y el niño contestando "Nooooo, la abu Sini no, que me tira de los mofletes". En la luna contigua a la puerta se expone, sobre un fondo de tela negra e iluminado con dos focos (uno de luz rosáceo y otro verdoso), un maniquí abierto enseñando los órganos y los huesos, hierbajos curativos y unos botellines de cristales de colores. En serio, ¿quién quiere irse a curar a un sitio así? 

La luz del anillo desaparece y noto que Jack traga saliva, sé que también siente el mismo escalofrío que yo. Se acerca a la puerta de cristal sucio, tapando el interior de la tienda con una larga tela morada que no oculta el cartel de "abierto". La abre lentamente, al son que un crujido se oye y parece retorcer el ambiente. Ambos nos acercamos a la pequeña abertura y vemos de refilón el interior: es un lugar oscuro, lleno de estanterías con trastos y polvo, todo bajo la iluminación de lámparas de luces purpúreas, anaranjadas y amarillentas a parte de velas blancas dispersas por la zona.

—¿Estás seguro de que es aquí, Owl?

Me encantaría echar a volar y huir mientras grazno, pero ¿después qué podría hacer? Sin poderes, ni comida, ni mi aspecto original poco puedo hacer para volver a la superficie sin que me pillen. Asiento con un leve aullido y él entra con cierta vacilación. El sonido de sus pisadas se oyen fuerte por el suelo de piedra lisa, cierra la puerta con sus respectivos chirridos y notamos el tufo de algo pudriéndose, lo que provoca que el humano se tape la boca y la mano para no ahogarse por el olor. 

Jack, no tengas miedo

Él gira la cabeza a su lado izquierdo, sin encontrar nada. Frunce el ceño y me mira, me pregunta si he oído eso. Y la verdad es que sí, mi cuerpo empieza a temblar.

El Vuelo de los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora