Los labios rojos que tanto amé

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Actualidad

Nunca consigo acostumbrarme a todo esto, de verdad que no puedo, aunque lo he hecho cientos de veces. Es sólo que, para mí, la rutina deja de tener sentido y la búsqueda de algo nuevo hace que mi cuerpo tiemble de éxtasis.

Los labios rojos de la dominatrix me mantienen en vilo, colocando los tacones de sus botas en mi cara y, al acecho de un látigo de cuero negro. En sus ojos azules, remarcados con sombra plateada en los párpados, creo ver un brillo de orgullo y superioridad. Me golpea, me quema con su cigarrillo y me repite una y otra qué tan basura soy.

<Soy tu esclavo—le digo jadeando>

Y ella me azota con fuerza, relamiéndose los labios lentamente.

Parpadeo quieto, para mí es difícil afrontar esto pero: ojalá viviera en esa fantasía. Ahora mismo estoy siendo golpeado.

Recibo una patada en la mandíbula que me tira al suelo. No es una atractiva dominatrix lo que tengo en frente mía; pero sí una mujer de melena rubia, cuerpo de infarto embutido en un vestido blanco, llevando unos tacones del mismo color y unos labios gruesos pintados de un seductor rojo. Yo no tendría ningún problema en tirármela incluso en este estrecho y oscuro callejón pero...

...Los labios rojos no es del carmín.

La mujer emite un grito atronador y corre hacia mí, levantando su mano de donde sobresalen unas alargadas uñas. Esquivo su zarpazo sin problema, rodando por el suelo y apoyando la rodilla para incorporarme. Vuelve a correr hacia mí y yo busco en mi bolsillo hasta sacar mi pistola y disparar en su rodilla. Ella grita pero apenas se percata del balazo.

De sus ojos completamente negros, empieza a arrugarse aún más los párpados y su melena se revuelve hasta parecer electrificada. Suspiro y me desplazo a la izquierda ante el siguiente ataque del engendro. Tenso mi brazo y le coloco la punta de la pistola en la yugular. Noto la mirada poseída de la mujer y que, por un momento, ha entendido lo que voy a hacer. Aprieto el gatillo y empiezo a sentir cómo la sangre se expande por mi cara, al mismo tiempo que el olor de la pólvora se extiende y el sonido del disparo retumba en el callejón.

La mujer, con un enorme agujero sangrante en la mandíbula, cae como un saco de arena. La sangre empieza a concentrarse en el suelo, formando un charco redondeado y avanzando lentamente. Me agacho para poder verlo todo más de cerca y consigo ver con mucho cuidado algo bastante interesante: lencería negra muy fina, justo de mi tipo. Sonrío mientras me limpio la sangre que sale de mi nariz con la manga del abrigo.

—Una pena que no hayamos podido conocernos en otras circunstancias-le digo al cadáver—. Tú y yo en una noche loca, lo hubiéramos pasado de muerte—río y zarandeo levemente su brazo—. ¿Eh? ¿Lo pillas? "De muerte"—frunzo el ceño—. Vale, no me mates.

Me río solo, entonces mi risa es interrumpida por un una gran obra musical como tono de llamada: la cucaracha. Canturreo la canción y decido coger la llamada en el momento "Porque no tiene, porque le falta, las dos patitas de atrás".

—Hey Jack-saludo de forma amistosa—. Estoy ahora con una señorita, estaba en el callejón y no he podido evitar preguntarle a cuánto la hora. Se ha negado al principio, pero mis encantos han acabado por hacerla caer a mis pies.

—Tenía un novio esa chica—me contesta Jack con la voz muy grave.

—Oh, eso podría ser un problema-sonrío.

—Se me ha escapado, Owl-se produce una pausa incómoda en el móvil—. No he visto bien a dónde se dirigía.

—Eso es un problema, y de los gordos-frunzo el ceño—. Bueno, veremos que puedo...

El Vuelo de los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora