Capítulo O1

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𝑨𝑺𝑭𝑰𝑿𝑰𝑨 | 𝑰

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Las oficinas del Grupo WINGS nunca pudieron desprenderse del olor a desinfectante floral y café mañanero. Aquello no pudo cambiar a pesar de la serie de ajustes que impuso la nueva presidencia o la mudanza (obligatoria) de la gerencia a un edificio más pequeño con el propósito de reducir gastos. No lo hizo incluso si los empleados tuvieron que acostumbrarse a los defectos del nuevo presidente, que peca de ser un controlador y mezquino, a veces un neurótico alfa de paciencia inexistente; masivamente guapo y con los sentidos puestos en los errores que debe resolver a raíz de una crisis.

A dicho presidente le costó treinta y cinco minutos volver locos a todos en la oficina. Los empleados, acostumbrados a procrastinar durante toda la jornada cuando el hermano mayor de los Jung estaba en Presidencia, sintieron una sacudida en los sesos con las verdaderas ganas de trabajar de Jung Hoseok.

El gran mundo que consternó a WINGS por aquel entonces, fue testigo de todo lo que a Jung Hoseok le costó llegar a la cabeza del grupo, no solo porque la presidencia no le correspondía por ningún medio, pues siendo el último hijo de una camada de cinco, su padre quiso dejarlo con la finca en las afueras de la ciudad; con la tarea de darle todos los nietos posibles antes de morir. A Hoseok nunca le agrado la idea de ser padre, mucho menos casarse. Para su fortuna (en realidad un evento desafortunado) una desgracia económica dirigida por el hijo legítimo, Jung MinRae, le otorgó la oportunidad de plantarse en la junta directiva como algo más que un simple accionista. Y fuese con deudas, contratos fraudulentos, y un sin fin de atrocidades más, Grupo WINGS, en un hoyo financiero dentro del turismo, Jung Hoseok pensaba que podía salvarse.

Muchos dudaron que su proyecto, apenas tomando consistencia pero pensado cuidadosamente desde antes de prever el fraude, pudiese levantar en el mercado a la empresa familiar. Se murmuraba que era una locura incluso si se sustentaba en un plan de trabajo para cosechar dentro de uno o dos años más tarde. El viejo Jung, viendo a su empresa desmoronarse, con esperanza ciega en un muchachito que vio crecer durante toda su vida, puso en sus manos lo que quedaba del patrimonio familiar.

Así fue como, después de un enfrentamiento casi físico para sacar de la presidencia a su hermano mayor, purgar los espías que pretendían quedarse en la empresa a vigilar sus pasos y pulir el proyecto junto con su gente de confianza, la rutina dentro de WINGS, a parte del aroma floral y el café recién hecho, era ver al alfa más joven de los Jung salir del ascensor y recorrer los pasillos a las ocho en punto; llegar a su oficina y encerrarse con el pestillo puesto. Todos los días. Exceptuando los fines de semana.

Aquella mañana no tuvo porque ser diferente. En la intimidad de aquel cubo se quitó el saco, porque nunca fue una formalidad que le gustase, y se dirigió a su escritorio. Su pesadilla, esa vez, lo mortificó en forma de papeleo sin pies ni cabeza y se recordó que estaba hasta la madre de no tener a nadie compartiendo la agónica Presidencia. Le costó aceptarlo, pero un asistente personal debió ser maravilloso en esos tiempos de crisis. Cuestión que decidió, debía ser resuelta por el secretario de Gerencia de Transportes imperativamente.

—¡PARK JIMIN!

Minutos después se escuchó al susodicho intentando abrir la puerta, preguntando que se le ofrecía. a un velocidad espeluznante. No es que a Hoseok le gustara ejercer poder a través del miedo. Park siempre fue un exagerado de primera, por eso ni se dispuso abrirle la puerta. No quería verlo temblar y bajar la mirada cuando le hablaba, le ponía nervioso.

—Necesito un maldito asistente aquí, ¡Esto esta hecho un puto chiquero, maldición!

—Eso está solucionado desde ayer, Señor.

ASFIXIA 窒息; HOPEVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora